Una familia lucha por salvar el ojo de su hijo con una meta: "Que nunca se repita algo así en un centro educativo"

María y Gonzalo, los padres de Tomás, de 11 años.
María y Gonzalo, los padres de Tomás, de 11 años.
CABALAR / EFE
María y Gonzalo, los padres de Tomás, de 11 años.

María y Gonzalo son los padres de Julia, de 9 años, y Tomás, de 11, un menor que quedó ciego de un ojo en su colegio de Oleiros (A Coruña) en un momento en que supuestamente no había vigilancia; la familia lucha por salvar el órgano de su hijo y tiene una meta clara: "Que nunca se repita algo así en un centro educativo".

Era 30 de noviembre en Oleiros, en el Centro de Educación Infantil de Primaria Valle Inclán, de la Xunta de Galicia, y llovía, una circunstancia que se dio el año pasado durante cerca de 200 días, según AEMET; pero la única previsión para el recreo del alumnado es hacerlo en las aulas, como cada día de lluvia, incluso a pesar del pabellón polideportivo cubierto y con gradas.

Tomás, un alumno de sexto de primaria, jugaba al ajedrez mientras otros niños mataban su tiempo, algunos de ellos "con un juego de lanzarse cosas unos a otros", hasta que uno de ellos arrojó una escuadra con tal fuerza que impactó en el ojo izquierdo de Tomás, "le atravesó el párpado, la córnea, el iris, el cristalino y la retina, que se desprendió", explica su padre, Gonzalo.

"Esto no habría pasado si hubiera algún adulto en clase porque habrían parado el juego. Solo queremos que acepten que fue un fallo y al menos una disculpa. Nuestro objetivo es que nunca se repita algo así en un centro educativo", añade su madre, María.

El colegio alegó que se cumplía la norma de "un profesor cada cincuenta alumnos" -cada aula tiene 25, por lo que cada profesor tiene que vigilar dos aulas de forma simultánea, con al menos una pared entre ambas-, pero el abogado de la familia, Pablo No Couto, sostiene que esta regla solo se aplica a recreos en espacios abiertos y en los que todo el alumnado está a la vista del docente, "aquí rige la norma de que los alumnos nunca pueden quedar solos en el aula".

De hecho, el colegio, según explican ambos, cambió su propio protocolo al día siguiente para garantizar que los menores estuviesen siempre bajo vigilancia.

Todavía era 1 de diciembre y la familia empezaba el mayor cambio de sus vidas, pues los padres están de baja por cuidado de su hijo desde entonces y el menor se ha enfrentado a cuatro operaciones, tras las que necesita un periodo de reposo de hasta tres semanas en los que debe mantener una postura con la cabeza hacia abajo en todo momento.

"Tiene pesadillas a diario"

"Tiene pesadillas a diario e incluso el otro día acabó a gritos en la playa porque le entró una arena en el otro ojo", relata María.

Al principio, explica Gonzalo, "en un informe dijeron que se le había resbalado la escuadra de la mano y que se habían cumplido todos los protocolos", pero Tomás siempre negó que aquello hubiera ocurrido así, en especial por la violencia del golpe, y fue meses después, cuando en clase de Educación en Valores Cívicos y Éticos, otro compañero de clase señaló al culpable y el centro rectificó.

Fue necesario que otro menor, en un acto de valentía, señalase lo que había pasado para que reabriesen el caso"

"Fue necesario que otro menor, en un acto de valentía, señalase lo que había pasado para que reabriesen el caso. Al final nos lo reconocieron de palabra: tu hijo tenía razón. Pero hay unas consecuencias y unas responsabilidades que nadie asume, solo nosotros", agrega.

Y es que fue un curso muy complicado para Tomás, que no pudo volver a clase hasta junio y estuvo escolarizado en casa, como para sus padres, que cuando vieron que la primera operación en A Coruña no daba resultado recurrieron al Instituto de Microcirugía Ocular (IMO) de Barcelona, en el que hubo tres intervenciones quirúrgicas con un elevado gasto que tuvieron que asumir de su bolsillo.

Lo que sucede es que es necesario recolocar la retina para evitar que el ojo se atrofie y tener que extirparlo, aunque no ve a través de él más que tenues sombras.

Las dos primeras operaciones de esta compleja cirugía -hay apenas dos o tres al año en esta clínica- acabaron con idéntico resultado, por lo que Tomás que, desesperado, no quería operarse, volvió a Barcelona el 4 de julio y ahora está en fase de recuperación en un nuevo intento de que conserve el órgano.

La familia no se rinde y su pelea es para que ninguna otra familia pase por esto: "Si se hubiera cumplido la normativa, no se habría producido el accidente", resume su abogado.

La dirección del colegio ha declinado dar su versión sobre lo ocurrido, mientras que la Consellería de Educación de la Xunta reconoce a EFE que cuando ocurrió esto se indicó al centro "que pusiera en marcha, de inmediato, todas las medidas pertinentes que garanticen el cien por cien de la vigilancia del alumnado" y, además, añaden que la inspección educativa estuvo en contacto con la familia, una última cuestión que Gonzalo y María reconocen y agradecen.

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