La posible explosión nuclear en Zaporiyia convierte el miedo en el arma más poderosa: "Ya he comprado adhesivo para las ventanas"

Imagen de archivo de un soldado ruso en la planta nuclear de Zaporiyia, en Ucrania.
Imagen de archivo de un soldado ruso en la planta nuclear de Zaporiyia, en Ucrania.
AP / Lapresse
Imagen de archivo de un soldado ruso en la planta nuclear de Zaporiyia, en Ucrania.

"Durante muchos días estuve muy asustada… Luego me rendí. Y me tranquilicé. Compré un rollo grande de cinta adhesiva. Las ventanas son nuevas y de plástico, pero tienen pequeños agujeros. Es lo único que puedo hacer para proteger a mi familia", comenta Julia, periodista de Mariupol que al inicio de la guerra abandonó su ciudad natal junto con su marido y su hijo menor de edad. Su receta para salvarse de un ataque nuclear es tapar las ventanas como lo recomiendan en el Ministerio del Interior. 

Los expertos explican que el fondo radiactivo que pueda haber en el aire tras una posible explosión permanecerá durante aproximadamente un día, y luego se reduce un 80 % en 24 horas. Si el gobierno local no indica las medidas de evacuación urgentes, hay que esconderse en casa, cerrar los sistemas de ventilación y apagar el aire acondicionado.

Central nuclear de Zaporiyia.
Central nuclear de Zaporiyia.
Carlos G. Kindelán

Desde hace dos semanas, la amenaza de explosión en la estación atómica de Zaporiyia parece inminente. El gobierno ucraniano -incluido el presidente, Volodimir Zelenski, y el jefe de la Inteligencia del país, Kirilo Budanov- ha dejado claro en sus mensajes y comentarios a los medios de comunicación que las tropas rusas que ocuparon la central en marzo del año pasado están preparados para volar la planta. Por su parte, los rusos dicen que es Kiev el que prepara un supuesto ataque.

No es la primera ola informativa sobre el posible uso de la radiación como una herramienta en la guerra, pero después de la explosión de la presa de Kajovka parece más real. El protocolo de comportamiento ante el riesgo de una voladura en Zaporiyia es bastante simple y claro. Tener suficiente agua, comida en contenedores herméticos y buscar un refugio seguro. Además, en las últimas dos semanas los servicios de emergencia locales organizaron entrenamientos demostrativos para ayudar a la población civil. Los militares ucranianos que están en la zona informan de que tienen respiradores, dosímetros -un aparato para medir la radiación- y trajes protectores.

Lyubov, 65 años, habitante de Zaporiyia, no se cree que vaya a producirse un ataque, pero por si acaso tiene su almacén lleno de botellas de agua. Comenta que lo hace no solo por las instrucciones que difunde el gobierno sino también por los familiares que tiene en la ciudad de Nikopol, a unos 70 kilómetros. Allí, la situación después de la catástrofe en la presa de Kajovka es crítica, y la gente pasa horas en colas para obtener agua técnica, no destinada al consumo. Actualmente hay unos 40 puntos de agua en la ciudad, que sufre ataques constantes desde que las tropas rusas se instalaron en la ciudad de Energodar, donde está la planta nuclear de Zaporiyia. 

Las autoridades locales sólo proporcionan agua embotellada gratuita a los más necesitados. Los que cogen el agua técnica suministrada por el gobierno local comentan que tienen que desinfectarla e hervirla aunque solo la usen para ducharse y para las necesidades domésticas. Es imposible imaginar el nivel de dificultad que esta situación provoca en una población que no deja de sufrir bombardeos.

La pregunta que está en el aire en la zona es si existe la posibilidad de que se cruce la última línea roja: la de la radiación. Analistas ucranianos opinan que el país perdió la guerra informativa después de la voladura de la presa de Kajovka, y la falta de las consecuencias para el gobierno ruso tras esta atrocidad por parte de las instituciones internacionales y los países socios es lo que le provoca ahora ir más allá. El consejero de la Oficina del Presidente, Mijailo Podoliak, evalúa la posibilidad en un 50%. Está claro que el factor de radiación ya se ha convertido en el arma más potente en esta guerra. Este arma es el miedo.

Varias personas pasean por la localidad de Nikopol, a orillas del río Dniéper y con la central nuclear de Zaporiyia al fondo.
Varias personas pasean por la localidad de Nikopol, a orillas del río Dniéper y con la central nuclear de Zaporiyia al fondo.
ZUMA / Europa Press

La serie de HBO Chernobyl fue una experiencia bastante traumática para la audiencia internacional. Para algunos, resultó difícil ver las consecuencias de la catástrofe nuclear del año 1986. En Ucrania el miedo ante la radiación es algo que está presente incluso entre la gente que nació después de este accidente, provocado por los años de gobernanza del partido comunista en el territorio del país. 

Este miedo heredado proviene de las clases de historia, comentarios de los que vivieron en la zona y cuyos familiares murieron después de trabajar allí y de las excursiones escolares con los compañeros del cole al museo de Chernóbil, que deja una impresión inolvidable. Tanta como la que ha dejado la presa de Kajovka para los habitantes de Jérson, para los que su peor pesadilla se ha hecho realidad. Julia, a pesar de confesar estar preparada y asumir la posibilidad de lo que pueda ocurrir, no oculta su miedo.

Este miedo lo comparten no solo en las ciudades de Zaporiyia, Nikopol, Jérson y Dnipro, que se encuentran en la zona de mayor exposición. En la misma capital afrontan con humor negro cada noticia nueva sobre "el chantaje nuclear"… pero mientras tanto compran agua embotellada, guantes y chubasqueros. Por si acaso.

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