Crónica desde dentro de la contraofensiva ucraniana que libera pueblos ocupados por los rusos: "Tuvimos la muerte a 40 metros"

Uno de los pueblos recuperados por Ucrania.
El pueblo de Blagodatne es el último trozo de la tierra liberada.
Olha Kosova | Patryck Jarascz
Uno de los pueblos recuperados por Ucrania.

Un silbato y una explosión cercana hacen temblar el aire. No me acuerdo cómo acabé en el suelo pero noté que mis compañeros ya estaban tumbados. Probablemente, un dron ruso notó nuestras posiciones. O quizás fuese un bombardeo aleatorio contra las posiciones ucranianas.

En el pueblo Blagodatne, una de las localidades recién liberadas, la contraofensiva se siente en el ritmo que te rodea, en los movimientos rápidos y en la tensión de las frases cortas por walkie-talkie. Para los civiles, unas 30 personas en el momento de la liberación, ya es imposible vivir en sus sótanos, bajo casas semi-destruidas y que muestran enormes agujeros. Algunos fueron evacuados. Dos, fallecieron.

La brigada 68, que desde marzo del año pasado lucha en Vugledar, ha logrado expulsar en dirección a Zaporiyia a las tropas rusas enclavadas en siete aldeas del sur de Donetsk. Han levantado la bandera ucraniana en los pueblos pero todavía les toca "limpiar la zona" porque, pese a que dentro del pueblo no hay ningún militar ruso, en las afueras, allí, en las líneas verdes de los árboles y arbustos, todavía se esconden los soldados de las fuerzas del Kremlin.

La alegría de la liberación está amargada sin embargo por el bombardeo constante. "Hasta diez ataques de aviación, artillería, Grads [sistema múltiple de lanzamiento de cohetes soviético], drones", indica un militar ucraniano en el sótano de la base. Uno de estos ataques nos pilló justo a la vuelta de la base ucraniana

Escuché un grito a mi lado: "¡Fuera del camino, arrástrate abajo, hacia la valla!". En un par de segundos, evalúo la situación y notó que mis compañeros de The New York Times y mi amigo Patryk Jaracz reaccionan mejor y ya están cerca de la valla escondidos en la hierba alta. Entonces, doy un par de vueltas en el suelo para "bajar el perfil al máximo", como nos enseñan en los seminarios de seguridad. Durante unos 40 segundos, el tiempo se para. Se hace chicle. Con cada explosión el sonido se hace más fuerte, lo que significa que los misiles caían cada vez más cerca.

Una muerte vestida de hierro fundido se había acercado a 50 metros de nosotros. "¿Todos vivos? Vamonos". Nos levantamos, enfrente se ve una nube de polvo. Corrimos hasta el pequeño sótano de una casa destruida por completo. De ahí hasta un MaxxPro, un vehículo blindado facilitado por los Estados Unidos a Ucrania, que puede aguantar las minas e incluso el ataque de un tanque quedan otros 200 metros…

"No me digas.. ¿Quieres hacer el reportaje en uno de los pueblos liberados?", escuché, en tono sarcástico, de boca de Eugeniy, uno de los oficiales de prensa de la brigada. La prensa hace fila para presenciar el histórico momento y obtener los primeros testimonios de los éxitos de la contraofensiva anunciada hace tanto tiempo.

Después de meses de preparación y de negociar el suministro de tanques y armamento, el ejército ucraniano ha conseguido avances y romper la primera línea de defensa de los rusos. Sin embargo, la contraofensiva en el sur ya no promete avances rápidos como el de Jarkov. El enemigo tuvo tiempo para atrincherarse y construir las líneas de defensa. Las batallas más activas son en las zonas de Orijiv, y al sur de Velyka Novosilka, pero las Fuerzas Armadas afirman que no es el ataque principal; solo intentan forzar a los rusos a relocalizar sus fuerzas para asestar después un golpe mayor con las unidades que están en la reserva.

Militares en Bladogatne, minutos antes del ataque ruso
Militares en Bladogatne, minutos antes del ataque ruso
Olha Kosova

La intensidad de la batalla se refleja en el rostro fatigado de Volodymyr, de 32 años. Enciende un cigarrillo y relata que la situación está tranquila ahora, pero cuando arrancó el asalto los coches de evacuación no paraban de circular. Todos los miembros de su equipo ya han tenido por lo menos una contusión cerebral por las ondas de las explosiones, y han visto cómo ardía un coche con sus compañeros dentro

"Dormimos con chalecos antibalas para evacuar en cualquier momento", explica Volodymyr. En su casa le espera un niño de tres años que ha empezado a hablar sin que su padre estuviese cerca. Pero no se arrepiente de unirse al Ejército, "para que a su hijo no le toca luchar en la guerra".

Las primeras imágenes del pueblo que vimos desde una pequeña ventana del vehículo blindado ya se han convertido en los paisajes típicos de la región. Las casas destruidas, los techos con los enormes agujeros…

Entramos en uno de los hogares que ha servido de base para el ejército ucraniano… Aquí aún se nota la presencia rusa: en las frases escritas en las paredes, en una cuchara con los signos de la «Federación Rusa» y en una revista erótica sucia. Los soldados están cansados pero sienten la importancia del momento.

"Esa guerra es la guerra de las culturas, los rusos nos han robado la cultura. Si notáis los nombres de los pueblos liberados son todos ucranianos, los nuestros", comenta el comandante de la campaña, que pide no revelar su apodo, de unos 46 años. Se interrumpe todo el rato para controlar la situación por walkie talkie. Se siente la tensión y los nervios. Al despedirse, nos comenta: "Mis soldados y yo sabemos que no hemos vivido esta vida para nada. El enemigo nos atacó y no tenemos otras opciones… Pero seguiremos liberando nuestra tierra. Nos apoya todo el mundo".

El enemigo nos atacó y no tenemos otras opciones… Pero seguiremos liberando nuestra tierra. Nos apoya todo el mundo"

Los últimos 200 metros del recorrido se han hecho los más largos. Y han sido los más duros. Nuestra jornada dentro de la contraofensiva se acabó; apenas ha sido una pequeña mirada al sacrificio y trabajo de soldados para quien solo se trata de su rutina diaria. David, el fotógrafo de The NYTimes, me hizo una foto, me sonrió y me dijo: "La primera foto del resto de tu vida".

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