Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Súbditos de Tamara Falcó

Tamara Falcó, en 'El Hormiguero'.
Tamara Falcó, en 'El Hormiguero'.
ATRESMEDIA
Tamara Falcó, en 'El Hormiguero'.

La tele no quiere que le vaya bien en el amor a Tamara Falcó. Las cadenas han convertido a la hija de Isabel Preysler en el reclamo de sus magacines y necesitan copar su programación con giros dramáticos de una niña rica descubriendo que el romanticismo es puro drama. 

Hay que buscar conflictos a los que sacar jugo. Aunque sea a costa de indagar en tramas secundarias que ni siquiera afectan a la protagonista. Así, por ejemplo, se ha magnificado un supuesto robo de unas supuestas joyas que un supuesto invitado iba a lucir en la boda. Al fin y al cabo, de eso va este enlace matrimonial: de suposiciones, apariencias y lucimientos, con la comercialización de una 'exclusiva' de por medio. 

Y todos los canales enfocan el tema del robo de la misma forma. Porque lo que menos importa es el robo. Todos se contagian de sobresaltos que den vidilla a la espera de un convite que ganó relevancia pública por el morbo de la ruptura pública de sus pretendientes.

Pero ni inflando jaleos se está consiguiendo disparar la audiencia de los programas rosas. El problema es cómo se está enfocando el enlace. Se nota el final de Sálvame y la marcha de sus personajes a hacer las américas. La televisión ha asumido como propios los complejos ajenos y ha optado por volver al anacronismo del corazón súbdito. Corazón que viste ropa cara y que parece más fino pero, en realidad, es más tóxico. Porque valora a la gente más por el pedigrí que por su ingenio. 

Este tipo de programas van dejando sin representación a la pluralidad de la sociedad de la conciencia crítica. Se queda fuera de la tele la gente que hace tiempo desaprendió que la boda no es un monstruo final al que ganas y te da el superpoder de la estabilidad eterna. Por la falta de ideas que sea o los miedos que habiten, las cadenas no miran a toda su audiencia potencial. Prefiere la previsible, pues adula según estatus, elitismos y posturas económicas. Efectos colaterales de la boda de Falcó: el relato de ostentación ha terminado delatando la clara involución televisiva a la que asistimos. Sólo televisiva, de momento.

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