Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Tamara Falcó: así se ha convertido en un personaje del que todo el mundo habla

Tamara Falcó en su primera aparición
Tamara Falcó en su primera aparición
Telecinco
Tamara Falcó en su primera aparición

La primera vez de Tamara Falcó en televisión fue con Ana Rosa Quintana. Al segundo, su manera de hablar sorprendió a la audiencia. Era 2007 y había nacido un personaje mediático. No hablaba como los demás, no entendía el mundo como los demás. 

Hay formas de expresarse que subrayan la clase social. De hecho, hay clases sociales que con su entonación inciden en que tienen un estatus distinto al resto. Su exageración vocal a la que se suma, por ejemplo, el abuso de anglicismos escenifican, consciente e inconscientemente, una elevación sobre el resto de los mortales. 

Si Tamara destacó en aquella primera entrevista con Quintana estuvo, en gran parte, porque la imitación de una pija, que tantas veces se había interpretado en televisión, se estaba convirtiendo en una asombrosa realidad en directo. Y con nombre propio.

Tamara Falcó ha reaparecido este jueves en 'El Hormiguero'. (WOCHIT)

Tamara era popular desde niña, al ser hija de Isabel Preysler y del marqués de Griñón, pero jamás antes se había visto cómo se expresaba en una charla distendida como la que propició Quintana. Sin posados de revista Hola. Sólo ella, con todas sus consecuencias. Desde entonces, Falcó se ha ido abriendo camino con mayor o menor éxito mediático. Primero se intentó exprimir su fama en un reality, en el canal Cosmo (We Love Tamara, 2013), que no logró mostrar una vida emocionante. Los ricos, a menudo, tienen rutinas muy aburridas. Un fallo que, ahora, ha intentado remediar Netflix con todo su arsenal de marketing en el docushow La Marquesa

Entremedias, la popularidad de Tamara se multiplicó sobre todo gracias a una edición de MasterChef Celebrity (2019) con un guion hecho a su medida. Daba igual que cocinara regulinchi, había que guisar su simpatía a fuego lento. Las estrellas se construyen, y al personaje se le allanó el camino empático. Ya estaba lista para divagar en El Hormiguero y lo que se tercie. Siempre que no haya que memorizar un guion, entonces su carisma no funciona como evidenció en el espacio gastronómico Cocina al punto con Peña y Tamara (2020), que fracasó en audiencias. No es actriz, no es presentadora, funciona si puede fluir con esa espontaneidad despreocupada y superficial nacida de un privilegio económico y social que hace todo mucho más fácil.

Tamara Falcó rompe su silencio. (EP)

Y, claro, cuando Tamara rompe con su novio, tampoco rompe como cualquiera. Sólo unas horas antes había anunciado con pompa viral su compromiso matrimonial con una foto de ambos y el anillo en Instagram. La imagen era acompañada de un texto lleno de frases de Mr. Wonderful con tópicos del amor romántico, ese que es tan tóxico y crea tanta soledad, sufrimiento y complejos. La meta de una vida no es sólo enamorarse.

El anuncio del "engagement", como diría su expareja, provoca que salgan vídeos del prometido besando a otra. El cotilleo nacional se acalora. Todos los programas hablan del asunto. Incluso los que van de serios. Eso sí, estos últimos justificándose con ideas delirantes. Algunos hasta se mofan del dolor ajeno. Reconforta sentir que 'Los ricos también lloran', como aquel culebrón del 79. No importa que una ruptura sea dolorosa, el show se propaga socialmente como la comidilla nacional. Porque Tamara desde el primer día que pisó la tele dejó de ser persona para ser un personaje.  Vive de retransmitir su existencia, ella misma dice que está trabajando cuando reaparece en un acto al que acude como reclamo publicitario. Es su profesión: la marca alcanza notoriedad con simplemente poner a Tamara a posar y contar sus cosas a la prensa rosa (y, esta vez, también no rosa). Y la gente siente que puede comentar sin piedad su forma de actuar al estilo de las viejas telenovelas, pues hasta sus seguidores han podido dar 'like' a aquella foto de un anuncio de enlace matrimonial que desapareció al rato de Instagram. Tamara ha sido absorbida por la tele-realidad que nos entretiene en la multipantalla que no podemos dejar de mirar y que nos induce a olvidar que los personajes son personas. A veces, hasta los propios personajes lo olvidan. 

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