Cuando los tatuajes no son para toda la vida: "Quitártelos duele una barbaridad y es un dinero, pero te da paz mental"

  • El auge del tatuaje en España está generando también una creciente demanda por eliminarlos.
  • ​El proceso puede llevar más de un año, dependiendo del tamaño y los colores del tatuaje. 
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Enrique, Carmen y Francisco decidieron eliminar algún tatuaje de su cuerpo mediante tecnología láser.
20minutos
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El boceto era la silueta de una golondrina y dos rosas. Todo línea, ninguna sombra. "Yo me vi el resultado y me dije: '¿Pero esta mujer qué ha hecho?'. Era un manchurrón negro", recuerda Carmen Gil, mostrando la cara posterior de su brazo derecho. El tosco tatuaje casi ha desaparecido en algunas partes después de haberlo sometido a cuatro sesiones de láser para eliminarlo.

Es uno de los cuatro tatuajes que esta periodista de 32 años se hizo con una persona no profesional cuando apenas tenía 18 años y que, ahora, está borrando pacientemente de su cuerpo. Uno de ellos, en la zona de la clavícula, es ya casi imperceptible.

"Yo he hablado con amigas que se han hecho retoques estéticos y la sensación que tienen ellas es la misma que tengo yo, sobre todo ahora que vas viendo que no están", explica Carmen, que calcula que tiene 21 tatuajes de pequeño tamaño por todo el cuerpo. "Ves la piel limpia, ves tu piel otra vez y dices: '¡Qué alegría!'. Duele mucho y es un dinero, pero te da paz mental. Es como solucionar algo que no te gusta y te quedas tranquila".

fotografo: Jose Gonzalez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Testimonio persona que se ha quitado tatuajes
Carmen Gil posa mostrando algunos de los 21 tatuajes que hay en su cuerpo, de los que está eliminando cuatro.
José González

Tatuarse se ha convertido en una costumbre cada vez más extendida en mundo occidental y España es uno de los países con más personas que tienen al menos un tatuaje de Europa. El 42% de los españoles se han tatuado, según una de las escasísimas encuestas sobre el tema, en este caso, realizada en 2018 por Dalia Research, una empresa alemana especializada en estudios a lo largo del mundo.

Un negocio en auge

Un número cada vez mayor de personas que se tatúan significa también un creciente número de personas que se arrepienten de hacerlo. Si la costumbre de tatuarse está haciendo crecer el número de estudios -unos 3.000 en toda España, según datos de la Unión Nacional Tatuadores y Anilladores Profesionales-, la de eliminarlos está generando también un nuevo sector hasta ahora casi inexistente.

"En los últimos años, el número de personas que acuden a borrar diseños de su piel ha crecido un 30%", declara la doctora Flavia Bonina, de la clínica de medicina estética Bonina. Clínicas de estética como esta están adquiriendo equipos de última tecnología láser y emplean cremas anestésicas para hacer que la experiencia sea menos traumática para los clientes -algo que solo se puede hacer cuando hay un médico presente-.

"En los últimos años, el número de personas que acuden a borrar diseños de su piel ha crecido un 30%"

En el caso de la clínica de la doctora Bonina, para la eliminación de tatuajes, se emplea la tecnología láser Q- Switch, basada en un "hiperresonador" que emite unos pulsos ultracortos que permiten romper la unión entre la tinta y las células de la piel, de forma que el organismo pueda reabsorberla y eliminarla de forma natural.

En sus 16 años de experiencia eliminando tatuajes, la doctora Bonina asegura que la tecnología "ha evolucionado muchísimo". Aunque hoy en día los colores más claros, como el amarillo y el verde, entrañan más dificultades frente a los pigmentos oscuros, más fáciles de eliminar, la doctora admite que hace años había muchos tatuajes que eran virtualmente imposibles de eliminar. "Con este equipo, nunca me ha pasado", asegura.

El estigma del tatuaje

El primer tatuaje de Enrique Gil fue con 17 años y sin que sus padres lo supieran. Con 18 años empezó a trabajar en un estudio de tatuajes y su cuerpo se fue cubriendo poco a poco de tinta. "Al principio, mi padre me miraba fatal, pero luego dijo: 'Bueno, que haga lo que le salga de los cojones'". Durante años se dedicó a tatuar y sus brazos, su pecho y hasta su cabeza empezaron a adornarse con tatuajes. También su cuello, donde se pintó una boca abierta en plena garganta.

En 2016, decidió dar un giro a su vida y empezar a formarse como mecánico aeronáutico, su actual profesión. "Mientras estaba estudiando, me empecé a plantear quitarme el tatu de la boca, porque era el que, si ibas a una entrevista de trabajo con camisa, se te veía. Te iban a mirar a la cara y te lo iban a ver", explica Gil, que ahora tiene 33 años. En las entrevistas siempre explicaba que había trabajado mucho años de tatuador y que su cuerpo tatuado no se debía a que hubiera estado en la cárcel. Al menos en una ocasión, sin embargo, sospecha que fue determinante para no conseguir el trabajo.

El tatuaje en el cuello de Enrique Gil antes y después de proceder a su eliminación por láser.
El tatuaje en el cuello de Enrique Gil antes y después de proceder a su eliminación por láser.
CEDIDA

"Me lo quitó un colega que se dedicaba a eso y me dijo que si quería quitármelo rápido me podía hacer sesiones con más potencia de lo habitual. Me corría prisa, así que le dije que sí, pero se me llenó el cuello de ampollas, como cuando te quemas el dedo en el horno", explica gráficamente Gil. Lo más desagradable que recuerda del proceso es el olor "como a pollo quemado".

A las cuatro sesiones, el tatuaje estaba casi desaparecido y, casualidad o no, Gil encontró trabajo. Su cuerpo sigue tatuado y no prevé quitarse más. "Yo no me arrepentí de hacerme la boca en el cuello, ha sido simplemente para el fin de encontrar trabajo. Si no me hubiese buscado la vida en el tema de los aviones, no me habría quitado el tatu", explica Gil que cree que el estigma de los tatuajes ha cambiado mucho desde entonces. "Ahora el tema ha cambiado mucho, pero en 2016 todavía no estaba muy aceptado ni estaba seguro de que no se me fuese a ver como a un delincuente".

"Como si te apagan un cigarrillo y te dan un gomazo"

Roberto Lafuente trabajó durante 25 años como anillador -el profesional que hace piercings-, un mundo estrechamente vinculado al del tatuaje. Supo de una compañera que estaba trabajando como autónoma eliminando tatuajes con su propia máquina de láser y decidió lanzarse a ese mundo en crecimiento. "Hay máquinas de 1.000 euros y máquinas de 300.000, pero, lógicamente, los resultados no son los mismos ni en calidad ni en daños a la piel. Una buena, competitiva, a día de hoy, ronda los 45.000 euros y, luego, hace mucho el técnico", explica Lafuente, de 47 años.

En estos últimos años, han pasado por sus manos todo tipo de clientes. Hombres, mujeres, jóvenes, viejos, pero casi todos con algo en común: llevaban tatuajes de mala calidad. "Hay de todo, gente que tiene tatuajes tan antiguos que están estropeados, que se han hecho un tatuaje con alguien no profesional por ahorrarse dinero, que se arrepienten de habérselo hecho en las manos o en la cara o gente arrepentida con nombre o recordatorios de ciertas personas que, al final, ha resultado que no debían estar en su vida… Pero muy pocas veces he eliminado un tatuaje bonito", explica Lafuente.

"Las sensación es como si te queman con un cigarro y, a la vez, te dan un gomazo, varias veces por segundo, a toda velocidad. Quien te diga que no es molesto, miente"

En su caso, no emplea ningún tipo de anestésico, dado que no es médico, aunque tampoco lo considera una práctica muy útil. "Yo no lo recomiendo mucho. Hay algunos tipos de crema que endurecen la piel y el dolor que te ahorras, luego, cuando se te pasa la anestesia, se convierte en una molestia bastante grande, así que yo no soy muy partidario", declara Lafuente que, aún así, admite que es un procedimiento muy doloroso. "Las sensación es como si te queman con un cigarro y, a la vez, te dan un gomazo, varias veces por segundo, a toda velocidad. Quien te diga que no es molesto, miente".

Además del dolor, está el precio. Lafuente cobra entre 50 y 150 euros por sesión -dependiendo del tamaño de la pieza- y, como mínimo, calcula que se requieren seis sesiones para poder eliminar completamente un tatuaje, siempre con un periodo de descanso de dos meses entre ellas. El precio final, por lo tanto, es muy superior al de hacerse un tatuaje de calidad y, según Lafuente, “muchas veces es el resultado de no haber querido gastarte el dinero al hacértelo”.

"¿Por qué lo hice?"

Uno de los clientes de Lafuente, Francisco Mejía, es un caso particular que ilustra bien la amplia variedad de personas que optan por eliminar un tatuaje. Este abogado de 28 años nunca quiso llevar tatuajes, pero un momento de euforia durante un viaje en Perú le hizo tomar una decisión de la que no ha dejado de arrepentirse.

"Tenía 23 años y estaba haciendo un voluntariado. Conocimos a un tatuador muy majo y yo iba con un grupo de colegas que se querían tatuar desde que llegamos. Yo no había querido en mi vida, pero con la emoción del momento, un acto impulsivo, por hacer la tontería dije: 'Venga'", relata Mejía.

fotografo: Jorge Paris Hernandez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Testimonio tatuajes - Francisco
Detalle del tatuaje de Mejía, que está en proceso de ser eliminado.
Jorge París

Desde ese día, tuvo un sol tatuado en su pectoral izquierdo. Desde pocos días después, tuvo también el deseo de que desapareciera: "En un principio no te lo tomas muy en serio hasta que ya te ves todos los días con un tatuaje en mitad del pecho y dices: '¿Por qué coño hice yo esto?'".

Dos personas aparecieron en su vida que le hicieron dar el paso. Su novia actual, que "odia el tatuaje" y fue bastante insistente con que se lo quitara y Roberto Mejía, que empezó a trabajar en su empresa y le contó su experiencia eliminando tatuajes.

"Ahora estamos a mitad del tratamiento, nos quedan otras cuatro sesiones por lo menos y se empieza a ver que se lo va llevando el propio cuerpo. Ahora está un par de tonos o tres más claros, como un tatuaje de la cárcel mal hecho con tinta mala", explica, entre risas. "No me arrepiento para nada de haber empezado, al contrario, estoy deseando que desaparezca".

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