Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Rosalía y la soledad del artista

Rosalía durante su actuación en la presente edición del Primavera Sound de 2023.
Rosalía durante su actuación en la presente edición del Primavera Sound de 2023.
ÁCN
Rosalía durante su actuación en la presente edición del Primavera Sound de 2023.

Que trista que és la vida de l’artista”. Rosalía comparte sus emociones en el Primavera Sound. Se desahoga con esa naturalidad anti-diva que hace a la intérprete más grande. Qué sano es desahogarse. 

Tal frase en català es de su abuelo. No fue una señal premonitoria, pero sí una bofetada de cultura popular que Rosalía ahora está entendiendo, tras llevar ya un año y medio de gira. Es un síndrome habitual de los artistas. Lo viven cómicos, lo viven cantantes, lo padecen todos aquellos que se enfrentan a los estímulos de un gran auditorio y, después, de golpe, se encuentran en el silencio de una habitación de hotel. 

Semanas y semanas de ciudad en ciudad con la compañía de una soledad no deseada a cuestas. Un extraño desamparo que te acaba engullendo el pensamiento mientras estás rodeado de fans que rara vez imaginarían esa vulnerabilidad de la idolatrada fama.  

Es habitual. Raphael lo mostró en su documental. Después de un concierto, el público piensa que el espectáculo continúa en glamorosas vidas. Soñamos que, tras el show, el artista habitará en fiestas y compañías únicas. Pero, en realidad, cada noche desemboca en una habitación de un lugar distinto que ni da tiempo a conocer. Una habitación con mucho lujo pero sin el calor de los lazos afectivos. 

La sociedad desconoce el choque que supone pasar, en pocos minutos, de la emoción catártica del aplauso del auditorio lleno al vacío de sentirte que sólo te tienes a ti mismo. Una soledad entre la multitud que desubica a tantos y tantos artistas de tantas y tantas disciplinas. Una contraindicación para la salud mental que tan bien encauzaba el abuelo de Rosalía: qué triste es la vida del artista, qué fácil es sentirse hueco con la efervescencia de las expectativas del éxito. Los decorados artificiales de la fama resaltan, a menudo, la falta de leales miradas cómplices, la ausencia de los abrazos que te hacen sentir a salvo.  

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