Julio será un mes muy caliente en España tras la convocatoria reciente a elecciones. Se abren escenarios inciertos y de posible cambio de ciclo, pero, pase lo que pase, el Gobierno de España va a asumir la Presidencia del Consejo de la Unión Europea este semestre. La denominan "presidencia dorada" por tratarse de la última completa antes del final de la legislatura. Una presidencia que hereda expedientes relevantes como el espinoso asunto de la gestión de flujos migratorios y la Vecindad Sur, una directiva sobre debida diligencia y el respeto de los derechos humanos por parte de las empresas, o una cumbre de alto nivel entre Europa y América Latina.

Desde Moncloa se ha insistido en que la Presidencia no es solo una prioridad del gobierno, sino de país, que nos involucra a todas. Aunque lo cierto es que no ha habido tantos espacios para que la ciudadanía la viva como una agenda con un impacto real sobre su día a día, o en el día a día de sus pares en otras latitudes. Pero sí lo es, porque existe el espacio político para definir la orientación de pactos y acuerdos de Europa para Europa y para el mundo.

Sánchez no tiene plan por si cambia el Gobierno en Presidencia de la UE: según lo previsto en julio, ya se verá a partir de agosto

Se abren seis meses para exigir una Europa que cuide y que proteja, porque las crisis de los últimos años nos han mostrado cuán vulnerables somos, pero también cuán poderosas pueden ser las respuestas políticas apropiadas. Para exigir una Europa más verde y responsable, que apueste por las transiciones justas desde políticas comprometidas y con marcos de regulación exigentes con las empresas, para hacerlas social y ambientalmente responsables. Para exigir una Europa menos centrada en sí misma, en la gestión de sus fronteras o la defensa de sus intereses y más aliada estratégica de sus vecinas y amigas al otro lado del Mediterráneo y el Atlántico. Pase lo que pase, la oportunidad de la Presidencia arranca en julio.