Melisa Tuya Redactora jefe de '20minutos'
OPINIÓN

Aquello que no se conoce, no se protege

'Refugio' de Jose Fonollosa.
'Refugio' de Jose Fonollosa.
M.T.
'Refugio' de Jose Fonollosa.

Las realidades que ignoramos, no existen. Toda tierra extraña permanece en el limbo de lo que no nos preocupa; de lo que no solucionamos, por tanto. Resulta desalentador darse cuenta de que las protectoras de animales habitan para una mayoría en esa nada propia de Michael Ende. La nada que nada cambia. Hasta cierto punto, es comprensible. No sería lógico encontrarnos un refugio de animales en la plaza mayor de nuestra ciudad o en el centro comercial más concurrido de la zona. No es raro que un puñado de voluntarios se dejen ver por sitios así, recaudando fondos y conciencias, pero no es ni parecido.

Un refugio repleto de animales suele estar lejos de casi todo, al fondo a la derecha del polígono o en el segundo cruce del camino de tierra tras la gasolinera abandonada. Eso sí, una vez has pisado uno, el recuerdo perdura. Olviden esas protectoras de las series y películas de Hollywood, de impoluto acero inoxidable y en las que solo les falta poner una alfombra roja a todo posible adoptante. Un refugio es ladridos, tierra pisada, rejas y miradas. Sobre todo, miradas. Esos ojos ansiosos, expectantes o temerosos que tan bien plasma Jose Fonollosa en ‘Refugio’. A poco que seas empático, aquellos animales refugiados a la espera de dueño y esperanza permanecerán para siempre en tu memoria. Con un poco de suerte, también cambiará tu sensibilidad lo suficiente para, como mínimo, no ser parte del gigantesco problema del abandono y el maltrato animal en España, un drama cuyas aristas solo se comprenden del todo desde dentro de un refugio.

Visitar un refugio de animales debería ser visita obligada para todos nosotros

Visitar un refugio de animales debería ser visita obligada para todos nosotros; nadie debería librarse de recorrer una vez en la vida los cheniles y patios de esos perros descartados por una sociedad que los modeló como arcilla para luego negarse a responsabilizarse de ellos. También debería ser excursión obligatoria de los colegios, si no fuera porque no son sitios idóneos para tener correteando escolares – sí, hay protectoras que acuden a dar charlas a los centros educativos; bien está, pero no es lo mismo - . Ahí es dónde ‘Refugio’ es tan valioso. Fonollosa abre de par en par la puerta a esa realidad, inédita para tantos. Con la inocencia del niño que se adentra en lo desconocido, comparte con el lector sus descubrimientos al iniciarse como voluntario en SPAX, la Sociedad Protectora de Animales de Xátiva, en un tebeo magistral. Ya no hay que coger el coche y perderse por caminos de cabras, él carga con nosotros en su bicicleta para conocer a algunos de los habitantes de la protectora, temerosos, escapistas, gruñones y adorables. De la mano de sus historias, rebosantes de humor y ternura, aprendemos algo que jamás deberíamos haber olvidado: que todo ser vivo es único e irrepetible, que toda vida es preciosa y merece ser salvada.

Lean ‘Refugio’, asómense a la realidad de una protectora de animales, embajadora de miles más que, por toda España, se esfuerzan más allá de sus recursos y posibilidades. Ladridos, tierra pisada, rejas y miradas de papel y tinta que divierten, emocionan y transforman. Ojalá lo suficiente para contribuir a que construyamos un mundo mejor para todos y entre todos.  

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