Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Pedro Sánchez y cómo persuadir con más fuerza desde el prime time de la tele

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha propuesto que cada semana y hasta la celebración de las elecciones del 23 de julio se celebre un debate cara a cara con el candidato del PP, Alberto Núñez Feijóo, en los "principales medios de comunicación" españoles.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha propuesto que cada semana y hasta la celebración de las elecciones del 23 de julio se celebre un debate cara a cara con el candidato del PP, Alberto Núñez Feijóo, en los "principales medios de comunicación" españoles.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha propuesto que cada semana y hasta la celebración de las elecciones del 23 de julio se celebre un debate cara a cara con el candidato del PP, Alberto Núñez Feijóo, en los "principales medios de comunicación" españoles.

Hace cuatro años Pedro Sánchez no quería debate a dos con el líder del PP. Ahora, en cambio, Pedro Sánchez prefiere un 'cara a cara' con Alberto Núñez Feijóo. Esta contradicción se ha convertido en noticia. En épocas de zascas y terapias de choque, parece que no hay demasiado margen a mirar matices. Lo que denota tiempos de periodismo de superficies y anécdotas. Pero vayamos al fondo táctico: hace cuatro años ni estaba Feijóo ni el contexto era el mismo. Porque las circunstancias han cambiado. Y lo extraño, por tanto, es que no hubiera evolucionado el modus operandi de Pedro Sánchez en campaña electoral. 

En las anteriores elecciones generales a Pedro Sánchez no le interesaba debatir en un cara a cara con Pablo Casado. De hacerlo, desde Ferraz se daba más autoridad y liderazgo a un contrincante a diluir entre otros dos partidos de derecha. Como consecuencia, a PSOE le interesaba que en los debates electorales estuviera Podemos, Ciudadanos y, también, VOX. Este último, como rival que podía movilizar el voto propio y debilitar el ajeno. 

Sin embargo, en las próximas elecciones del 23 de julio, es más favorable para Sánchez presentar las elecciones como un plebiscito entre progresistas y conservadores, entre PSOE y PP. La estrategia de comunicación es evidente y pasa por frenar la fragmentación de sufragio de izquierdas entre varias fuerzas. De ahí que se busque escenificar el voto útil centrado en el viejo bipartidismo. O conmigo, o contra mí. 

La liturgia propagandística prioriza, así, dos líderes enfrentados cara a cara: Pedro Sánchez versus Alberto Núñez Feijóo, que además en las entrevistas previas no está aparentando la seguridad necesaria en un directo mediático. Feijóo parece fácil de rebatir. Aunque eso da lo mismo en tiempos en los que se vota más por la efervescencia del grado de pasión que por la capacidad de argumentar. 

Encima, el mano a mano atesora una dinámica de bloques que es más atractiva televisivamente que los debates a varias bandas. Aquí se enfoca la atención en una básica discusión dialéctica donde cada espectador puede ir con uno u otro, donde cada votante puede elegir quién es su vencedor o perdedor. Casi como en las citas de First Dates. El interés está en empatizar con uno u otro. Para indignación del resto de partidos, que se quedan relegados como meros secundarios y pierden el foco de atención de las audiencias más transversales. Porque el cara a cara será el debate que más cuota de pantalla congregue. Y Sánchez podrá engullir logros que comparte con sus compañeros de coalición.

El público ya no ve los spots electorales, pero sí continúa conectando con el horario de máximo consumo audiovisual. Más aún cuando se plantea como un espectáculo en donde sólo puede ganar uno. Un ring que es presentado con sus cañones de luz, con sus épicas sintonías, con sus llegada en coches a lo estrellas hollywoodienses. Todos los trucos del cine y el reality para crear ese acontecimiento imperdible. La fórmula del talent show como último revulsivo para conquistar voto indeciso. Porque la política española ya ha interiorizado que la emoción en primer plano moviliza más electorado que la herencia de una buena gestión. Devoramos prácticamente todo como entretenimiento palomitero, hasta la información que nos va a afectar en nuestro día a día. Pero como lo vivimos como un intenso reality show, a veces olvidamos de que la realidad no es una peli que se soluciona cuando se encienden las luces y corren los títulos de crédito por la pantalla. 

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