Borja Terán Periodista
OPINIÓN

La táctica de comunicación de Pedro Sánchez: España sin tiempo de pestañear

Doce horas después de conocer los resultados de las elecciones autonómicas y municipales, Pedro Sánchez ha anunciado la disolución de las Cortes nacionales y la convocatoria de elecciones generales el día 23 de julio.
Sánchez comparece en Moncloa para anunciar el adelanto electoral.
EFE
Doce horas después de conocer los resultados de las elecciones autonómicas y municipales, Pedro Sánchez ha anunciado la disolución de las Cortes nacionales y la convocatoria de elecciones generales el día 23 de julio.
Sánchez comparece en Moncloa para anunciar el adelanto electoral.
EFE - ATLAS

No da tiempo a pestañear. La información política va tan rápido que cuando empiezas a intentar entender una situación, ese escenario ya ha caducado. Cuando sólo estábamos empezando a digerir los resultados de las elecciones autonómicas y municipales, de repente, aparece Pedro Sánchez y anuncia elecciones generales el próximo 23 de julio en un rápido juego de comunicación táctica que ha enviado a segundo plano la celebración del triunfo del PP.

El presidente del Gobierno disuelve las Cortes y convoca elecciones. Se la juega. Así gana tiempo sin perder tiempo. Acelera las generales, a priori para capitalizar el hundimiento de Podemos y aprovechar el escalofrío del miedo en la izquierda al resurgir del PP y la consolidación de Vox. Porque se vota más por pavores que por propuestas. Y el PP ha demostrado que tiene bien rodado un relato emocional que sólo iba a desembocar en un desgaste para Sánchez en los próximos meses. Para qué estirar la agonía, pues. En ese no aguantar forzadamente aquello que ya está agotado se cimienta el inesperado órdago desde Moncloa, que ha mutado la coyuntura política. 

Todas las cadenas mirando a Sánchez y no a los ganadores del Partido Popular. Incluso la campaña electoral a las generales tensará la teatralización pública de los pactos necesarios para los gobiernos autonómicos. Una estrategia para mermar el margen de reacción de rivales conocidos y, sobre todo, íntimos.

Sánchez intenta congregar en caliente el voto útil de una izquierda fragmentada, que ha visto de frente este domingo una de sus grandes debilidades: el desgaste y el hartazgo de la división. Sánchez afronta el problema, a su manera, con una decisión contundente, para algunos desesperada, con la que recuerda que en política para avanzar hay que saber perder. Así se vuelve a lanzar a un plan de riesgo que ha dejado noqueados a propios, extraños y a una sociedad civil hastiada de sensación de constantes vaivenes políticos. Aunque, además, lo que quizá no se plantee en el ruidoso debate en el que habitamos en los medios y las redes sociales es que este acelerón del presidente define cómo el tacticismo arrasa con todo. Porque la táctica, a menudo, consiste en no dar tiempo a pensar. Y cuando llegamos a pensar ya es demasiado tarde.

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