Una campaña para olvidar

La señora Ayuso es susceptible de caerle a uno bien, mal o regular. Se le puede cuestionar su gestión o defenderla. ¡Faltaría más! Sin embargo, lo que nunca un político debe soportar es el linchamiento público de un ser querido, máxime cuando la Fiscalía ha investigado el asunto que le afectaba y ha decidido archivarlo, por muchas ansias que uno tenga de arañar votos. 

La lona de grandes dimensiones que se ha colgado en Madrid señalando al hermano de la presidenta es un golpe bajo que define más al que lo alienta que al que lo sufre. Por muchas ganas que uno tenga de mantenerse en el poder, cuando percibe que esto del chófer y el asistente tiene fecha de caducidad, no es justificable. Hoy defiendo al hermano de Ayuso, como también estuve del lado de los que en su día lloriqueaban cuando este tipo de actuaciones les dañaban.

Desde las elecciones del 2004 no había vuelto a percibir una campaña tan descarnada y tan poco edificante como la actual. Entiendo que los nervios están a flor de piel, teniendo en cuenta que, como diría Churchill, tras el recuento electoral, solo importa quién es el ganador, los demás son perdedores; pero de ahí a abandonar las formas hay un abismo.

Solo espero que este pan y circo concluya el 28-M y nadie tenga la tentación tras los comicios de cuestionar el resultado electoral. Por si alguien alberga dudas, los votos se siguen contando a mano, bajo supervisión, y es imposible cualquier manipulación. Dicho esto, confío en que el ciudadano no se deje eclipsar por este sainete, tome nota y acuda a las urnas no sin antes leer los programas electorales, juzgar la gestión efectuada y votar en consecuencia. ¡Nos va la vida en ello!