Los cascos históricos dan la espalda a sus viejos vecinos: "Me gustaría sentarme un ratito, pero han arrancado todos los bancos"

  • Barrios céntricos afectados por la gentrificación y el turismo están agravando la soledad no deseada de los ancianos.
  • El 20% de la población española tiene actualmente más de 65 años y la cifra irá en aumento en los próximos años.
Los cascos históricos dan la espalda a sus viejos vecinos: "Me gustaría sentarme un ratito, pero han arrancado todos los bancos"
Los cascos históricos dan la espalda a sus viejos vecinos: "Me gustaría sentarme un ratito, pero han arrancado todos los bancos"
Los cascos históricos dan la espalda a sus viejos vecinos: "Me gustaría sentarme un ratito, pero han arrancado todos los bancos"
Los cascos históricos dan la espalda a sus viejos vecinos: "Me gustaría sentarme un ratito, pero han arrancado todos los bancos"

El barrio de Lavapiés fue, durante siglos, el extremo sur de la ciudad de Madrid, alojando a parte de la población más pobre de la ciudad. Hoy en día, sus estrechas y empinadas calles forman parte del centro histórico de la capital y están repletas de terrazas de bares, hostales y patinetes eléctricos abandonados por doquier.

Es lunes por la mañana y las terrazas están casi todas vacías en la calle Argumosa. En el que puede ser el único banco de la calle está sentado, bastón en mano y cigarro en boca Jimeno Rafael, nacido, como él mismo cuenta, a un par de calles de aquí hace 93 años.

"Aquí ya no hay más bancos, había antes un montón por aquí, pero han desaparecido, el único que hay es este", se lamenta Rafael, señalando con el bastón la calle repleta de sillas y mesas metálicas. "Después de pasear, muchas veces, me gustaría sentarme un ratito, pero todos los bancos los han arrancado para poner terrazas. Este suele estar ocupado, pero ahora lo he visto y he dicho: 'Coño, me voy a sentar un ratito para descansar aquí al solete'".

Los ancianos siguen siendo, en buena medida, invisibles dentro de las grandes ciudades, pero cada vez representan un porcentaje mayor de la población. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en torno al 20% de la población española tiene actualmente más de 65 años, un porcentaje que llega a superarse incluso en grandes ciudades como Barcelona, Valencia o Zaragoza y que seguirá aumentando en los próximos años.

Sin embargo, expertos en urbanismo y sociólogos señalan las dificultades para poder vivir dignamente en un entorno generalmente hostil para los más mayores y diseñado desde hace décadas para la productividad y el consumo. Por todo esto, en muchos casos, la vida en la ciudad acaba siendo sinónimo de soledad y aislamiento para los ancianos.

"Yo ahora ya me meto en casa y no salgo más. Cuando estoy en casa, pues con el periódico y con la televisión, con la televisión y el periódico, teléfono para acá, teléfono para allá y esa es mi vida", relata Rafael. ¿No tiene amigos?: "No tengo más que un amigo aquí ya, Vicente, que vive enfrente de mi casa. Nos vemos todas las mañanas, nos tomamos un café, hablamos un poquito y fin del trayecto. El resto los he ido perdiendo y ya no nos vemos porque no viven por aquí ya ninguno".

fotografo: Jose Gonzalez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Envejecer en una ciudad
Jimeno Rafael descansa en uno de los pocos bancos que quedan en las calles de Lavapiés, el barrio en el que nació hace 93 años.
José González

La gentrificación afecta especialmente a los mayores

El término en inglés aging in place - que suele traducirse como envejecer en el hogar- fue acuñado en los años 70, para definir la capacidad de las personas de permanecer en el lugar donde habían desarrollado su vida cuando llegan a la vejez. Esta posibilidad entra en claro conflicto en las grandes ciudades, especialmente en sus centros históricos, con otro palabro sociológico que se ha hecho popular en los últimos años: la gentrificación.

"Este término lo que acaba significando es la expulsión de gente por otra de una clase social superior. Los que más lo sufren son los inmigrantes y población con menos recursos española, que, en este caso, es la población adulta mayor", explica Pedro Uceda, profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

"Los que más lo sufren son los inmigrantes y población con menos recursos española, que, en este caso, es la población adulta mayor"

La gentrificación, aunque cada vez más se está ampliando a zonas menos céntricas de ciudades como Madrid o Barcelona, ha afectado especialmente a los cascos antiguos. Los vecinos que han logrado quedarse allí se enfrentan ahora a una vida en soledad con viviendas antiguas y poco preparadas para la vejez.

"Lo que suben los precios no suben las pensiones y la gente que viva en alquiler o que puso aval su vivienda para sus hijos es gente que se ve fuera. Pero ya no es solo la expulsión en términos físicos de sus barrios, sino que, cuando hay un proceso gentrificador, el nivel de vida sube muchísimo en estos barrios y el consumo de bienes básicos es muy complejo. Es complicado encontrar donde poder comprar una simple barra de pan normal y a un precio regular", declara Uceda.

El fin del comercio de barrio

Un poco más adelante, ya en la plaza de Lavapiés, Concepción Vázquez también está sentada, sola, en un banco. "Antes había siete u ocho que venían por aquí, pero ya no queda nadie", declara Vázquez, que ha vivido en este barrio desde el año 60, lo suficiente para haber adquirido dejes completamente castizos: "Cumplí 90 (años) hace un par de meses. Yo nací el día de los enamorados, chaval".

"Echo mucho en falta a la gente que había, las tiendas que había, porque ahora te ponen tiendas de esas que no entra nadie porque no las puedes pagar"

Su gran problema, en todo caso, no es tanto no encontrar viejos conocidos en su barrio de siempre, sino el reto que le supone salir de su casa, un edificio antiguo y sin prestaciones que ahora resultan básicas, como casi todo los de la zona. "Mi problema es que vivo en un tercero sin ascensor. Tengo 130 escalones, los tengo contados. El médico me dice que eso equivale a casi un kilómetro y que me viene bien, pero la realidad es que me duelen mucho las piernas porque ya me las han operado tres veces", declara Vázquez.

Al bajar a la calle, el panorama no mejora mucho. Ni viejos conocidos, ni comercio de barrio ni nada que le conecte con lo que fue siempre su barrio, un espacio en el que los vecinos dependían unos de otros y vivían en comunidad: "Echo mucho en falta a la gente que había, las tiendas que había, porque ahora te ponen tiendas de esas que no entra nadie porque no las puedes pagar. El resto de la calle son tiendecitas de nada, de pulseras, sortijas y tontunas que no valen para nada".

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