Los barrios obreros de los 60 siguen sin adaptarse al envejecimiento: "Muchas viviendas son cárceles para los mayores"

  • Solo un 20% de las vivienda está adaptada a necesidades propias del envejecimiento en las grandes ciudades.
  • ​Esa cifra se agrava en barrios de las periferias urbanas construidas durante el franquismo, como Puente de Vallecas.
Los barrios obreros de los 60 siguen sin adaptarse al envejecimiento
Los barrios obreros de los 60 siguen sin adaptarse al envejecimiento
Los barrios obreros de los 60 siguen sin adaptarse al envejecimiento
Los barrios obreros de los 60 siguen sin adaptarse al envejecimiento

Puente Vallecas es hoy el cuarto distrito más poblado de Madrid y el segundo con la renta media más baja. Configurado en los inicios del siglo pasado, recibió un boom poblacional tras la Guerra Civil gracias a los miles de inmigrantes procedentes de zonas rurales del resto del país. Desde entonces ha sido un modelo clásico de barrio obrero de una gran ciudad, con una población inmigrante en aumento y con un tejido asociativo y vecinal que aún sigue siendo fuerte.

Aquí, los problemas para los ancianos relacionados con las escasas viviendas adaptadas y con la falta de espacios públicos donde socializar son similares a los de los vecinos del centro, pero las redes sociales y familiares han conseguido sobrevivir en mayor medida.

Juani Carranza está sentada en una jardinera al sol. Enfrente, unos bancos de madera están cubiertos de excrementos de paloma. "Los bancos están hechos una porquería y ahí vienen los chavales y se ponen a comer y lo dejan todo perdido así que procuro siempre sentarme aquí", declara esta jubilada de 71 años, antigua trabajadora del vecino mercado municipal de San Diego.

"Los bancos están hechos una porquería y ahí vienen los chavales y se ponen a comer y lo dejan todo perdido"

Vive sola, pero uno de sus dos hijos vive cerca y trabaja en el propio mercado. "Viene a mediodía o por la tarde, cuando puede, pero todos los días", asegura Carranza. "Luego tengo a mis amigas y un perrito que es la alegría de la casa. Por la tarde me voy donde la iglesia de ahí, que hay una plazoleta en la que nos juntamos siete y ocho amigas".

¿Se siente sola? "Yo llego al mercado y me conoce todo el mundo porque he estado trabajando ahí en el congelado. No me siento sola gracias a Dios".

fotografo: Jose Gonzalez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Envejecer en una ciudad
Juani Carranza posa sentada en una calle de Puente de Vallecas, su barrio de toda la vida.
José González

Pocas políticas públicas de apoyo a los mayores

Más allá del apoyo logrado por sus redes sociales, las políticas públicas específicamente destinadas a tratar de mejorar la vida de la población más mayor en las ciudades han sido más bien escasas. Años de planificación urbana pensada para los desplazamientos en vehículo privado -su uso cae por debajo del 20% a partir de los 65 años- y los grandes desplazamientos han ido invisibilizando a esta parte de la población.

"Las cosas que son buenas para los mayores los son para cualquier persona que viva en las ciudades", defiende Paz Martín, directora del Programa "La Vejez: los retos de la Arquitectura" en la Fundación Arquitectura y Sociedad y también directora del proyecto Envejezando.

"Los datos son demoledores, en 2050 se piensa que el 30 o 35% de la población será mayor de 65 años. No van a quedar más narices que hacer políticas urbanas"

"Si en tu calle hay una buena iluminación, no hay aceras que estén rotas ni mala conservación de los suelos, eso es bueno para una persona mayor, pero también para un niño o una mujer que se va a comprar", explica la arquitecta. "Ese es el debate que hay ahora en el urbanismo, humanizar la ciudad, la ciudad de los cuidados... Luego, los datos son demoledores, en 2050 se piensa que el 30 o 35% de la población será mayor de 65 años. No van a quedar más narices que hacer políticas urbanas".

Por el momento, el movimiento vecinal del distrito denuncia una crónica falta de centros de mayores y de profesionales sanitarios en los centros de salud que se suman a las de un barrio con escasas zonas verdes y muchas aceras mal conservadas y sin una limpieza adecuada.

Viviendas no adaptadas a la vejez

Según los datos del último censo de población y viviendas publicado 2021, solo en torno al 20% de las viviendas están adaptadas a necesidades propias del envejecimiento en las grandes ciudades españolas. Las comunidades autónomas conceden ayudas para reformar estas viviendas que llegan a cubrir hasta el 75% de la cuantía de la obra, pero los trámites burocráticos para solicitarlas suelen ser farragosos y no logran llegar a las personas que realmente más lo necesitan.

"Esto, en un país en el que los hogares jubilados tienen el 90% de la vivienda en propiedad, supone un problema tremendo. Por ejemplo, población adulta mayor que vive en un tercero sin ascensor, luego las barreras arquitectónicas que tiene la propia vivienda, pasillos estrechos en los que no entra el andador o la silla de ruedas…", explica Pedro Uceda, profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). "Esto pasa en casco histórico y también en barrio obrero, en la gran periferia de los 50, 60 y 70 de las grandes ciudades".

Jorge Madrigal es un transportista jubilado de 70 años que lleva viviendo en Puente de Vallecas desde el 93. "Desde la M-30 -la autopista urbana que limita el distrito por el norte- a la calle Payaso Fofó -frontera sur del barrio de San Diego- en la mayoría de los casos hablamos de una infravivienda vertical, en algunos casos incluso chabolismo vertical", describe Madrigal, miembro de la asociación vecinal del barrio. "Hay muchos sitios que no tienen ascensor lo que hace que la gente más mayor esté condenada a vivir en una prisión en su propia casa".

"En la mayoría de los casos hablamos de una infravivienda vertical, en algunos casos incluso chabolismo vertical"

Mari, que prefiere no dar su apellido, camina por una de las estrechas calles del barrio con una bolsa con los medicamentos que necesita su marido, enfermo de cáncer. A sus 71 años, admite que sale cada vez menos de casa, especialmente desde la enfermedad de su marido, porque no tiene ascensor y le resulta engorroso. "Es imposible, no cabe un ascensor en el hueco", se lamenta.

Tampoco le resulta ya fácil desplazarse por las aceras del barrio que, a menudo, no están en el mejor estado. "Yo me desplazo, pero me caigo. El otro día me caí y me rompí este dedo", declara Mari mostrando el dedo índice entablillado. "A la semana siguiente, me fui por esa calle de ahí a un carpintero, me vino una niña con un patinete, me aparté, la madre llamó a su hija para que me deje pasar, y había un hierro ahí que me caí y ahora ando con la pata que no puedo más". 

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