OPINIÓN

Cine más barato

'As bestas', la gran ganadora de los Goya 2023 con la conquista de 9 premios
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Posiblemente haya una cosa en la que casi todos estaremos de acuerdo: ver una película en el cine no es lo mismo que verla en casa. Y no me refiero a la experiencia que cada cual se pueda llevar con un título u otro, al ritual que merece comprando la entrada o las palomitas o al hecho de sacar la entrada; sino a puras cuestiones tecnológicas como una pantalla del tamaño de una piscina y unos altavoces propios de discotecas. 

En los últimos años la aparición de nuevas plataformas audiovisuales que dejan todo alcance del mando de la televisión ha hecho que la tendencia de acudir a una sala sea menor. Si cogemos datos de referencia de asistencia de 2019, año anterior a la pandemia, asistieron al cine en España casi 105 millones de espectadores. Es decir, unos 40 millones menos de los que lo hicieron en el año 2001. Una pena. No hablo de los 61 millones en total de 2022, porque con algunas restricciones a principios de año posiblemente no sea la cifra que mejor refleje la preferencia de la gente, aunque sí que la moda ha ido a menos.

Soy de los que cree que en las plataformas hay cosas muy potentes, pero también mucho cine fast food. Es decir, de consumo rápido y que no deja ningún tipo de poso. Si queremos entretenernos y no pensar en nada, una de las mejores opciones es ponerse ese tipo de películas. 

El mercado ha cambiado y adaptarse es necesario, pero no a cualquier precio. No puede ser que un mes de pago de plataforma cueste lo mismo que una película en una sala. Por lo menos no en la sociedad actual. Las fiestas que incentivan acudir con precios asumibles para todos los públicos funcionan, a la vista están las colas. Pero el cine no puede convertirse en un lujo solo apto para ricos. Recuerdo cuando siendo adolescente iba con mis amigos a ver una película, a lo que le añadíamos comer una hamburguesa, y nos costaba igual que solamente una entrada de las actuales.

El otro día escuchaba a Paco León hablar de una cuestión interesante que en nuestro país no entiendo por qué no se aplica. Diferenciar los precios en función de lo que se quiere ver. No puede costar lo mismo ver la última producción de James Cameron que una película nacional si es que las inversiones han sido tan diferenciales. 

¿Prefieren Carla Simón o Rodrigo Sorogoyen ingresar algo menos de dinero y que su película la vea más gente? No sé si los que ponen los precios les han llegado a preguntar. No es lógico, aunque parece que no interesa hablar de ello. No tiene sentido ver que ese cine español, que tanto bombo tiene cuando se acercan los Goya, no sea más barato por el simple hecho de promocionarlo entre sus compatriotas. Sale igual ver una película noruega. 

La recaudación en las salas de 2019 no es muy diferente a la que hubo en 2003, por ejemplo, con alrededor de 600 millones de euros. Es decir, va menos gente, pero pagan más. La ley del mercado existe y entiendo que todo será cuestión de competencia, pero como juguemos tanto con la cultura según las restricciones monetarias posiblemente acabemos todos encerrados con nuestra televisión. 

Un amigo del mundo del séptimo arte me comenta que no interesa hablar de esta cuestión y que se cierran pronto los debates cuando se abren. Reírse, llorar o padecer miedo en compañía seguirá siendo secundario. Total, el individualismo manda y es la cruz de esta sociedad.

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