Putin resucita el 'agitprop' soviético y crea brigadas informativas para animar las tropas

Cartel de Mayakovsky durante la extinta Unión Soviética.
Cartel de Mayakovsky durante la extinta Unión Soviética.
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Cartel de Mayakovsky durante la extinta Unión Soviética.

¿Quiere Putin revivir la URSS? Muchos expertos dicen que no, más allá de las ambiciones imperialistas que ahora pueda tener el Kremlin en lo que es su zona de influencia. La invasión de Ucrania entra dentro de esa hoja de ruta. Pero la teoría no impide que Moscú esté recurriendo a técnicas soviéticas en el marco de la guerra. En 2023, pero con técnicas propias de los primeros años del siglo pasado. La última decisión que ha tomado Rusia en este sentido ha sido la creación de grupos de 'animadores' de tropas, sobre todo en el marco de un conflicto que va para largo.

Vuelve el Agitprop. Dos palabras: agitación y propaganda, en una fórmula que viene ya de la Rusia bolchevique y que luego heredó la época soviética. La base de esta técnica es el uso del arte, de la literatura y de otros medios para influir en la opinión pública, unas maneras que además cobran especial importancia en una época de guerra como la actual. Así, Putin ha vuelto a ese redil.

“En algunos lugares hay que visitar a los chicos durante la rehabilitación, en otros se trata de grandes conciertos, pronunciar discursos en plazas o viajar a las regiones”, explicó sobre estas medidas Olga Liubímova, ministra de Cultura, a la televisión pública. Liubímova detalló además durante su comparecencia que los artistas que formarán dichas brigadas provendrán de diferentes regiones, géneros artísticos y edades, aunque no mencionó nombres concretos.

En todo el envoltorio de la invasión rusa de Ucrania, Putin también ha recurrido a otra técnica muy típica de la Guerra Fría, pero que en realidad no ha dejado de emplearse durante su ya largo mandato. Se trata de los llamados kompromat: es una técnica que consiste en acumular información comprometedora sobre una persona para, con ella, ejercer presión sobre ella o incluso empujarla a hacer determinadas acciones. 

En otros momentos se utilizaba sobre todo con la mirada puesta en figuras extranjeras, pero en el último año el Kremlin ha podido recurrir a los kompromat con oligarcas rusos. Hace unos años, además, hubo rumores de que Putin tenía en sus manos información sensible de Donald Trump, y más recientemente salieron los nombres tanto del excanciller alemán, Gerhard Schroder, o del actual mandatario germano, Olaf Scholz, sin que estos extremos se confirmasen.

¿Tiene sentido que Putin mantenga esa técnica en la actualidad? Sí. Rusia trabaja con unos servicios secretos muy activos, como se ha demostrado por su influencia en países como Alemania. Pero más allá de eso, los kompromat eran una parte muy importante del modus operandi de la KGB. El actual presidente fue un miembro activo de aquella policía secreta, y quienes han seguido después su carrera son muy conscientes de que ha heredado formas de hacer que aprendió entonces.

Por otro lado, ahora la desinformación -cuya maquinaria Rusia ha activado de manera recurrente- se relaciona directamente con las redes sociales, pero no son un invento de Putin. Ya se desinformaba también durante la URSS y, además, de manera muy efectiva. En los 50, por ejemplo, la KGB usaba las llamadas "medidas activas", consistentes en manipulación en los medios o en falsificación de documentos, entre otras cosas. Ahora ese 'trabajo' se da, según muchos expertos, en las redes sociales.

"Las noticias falsas se inventaron hace siglos. Internet no ha traído estas técnicas, sino que ha cambiado las herramientas para difundirlas", explica a 20minutos Andrew Marantz, autor del libro Antisocial, que se centra en cómo se manipula a través de las redes. En este sentido, Rusia, como otros actores, simplemente se ha adaptado al contexto y aunque en la era moderna se hayan acuñado términos como fake news, esos movimientos no dejan de ser una herencia, de nuevo, de la época soviética.

Las denuncias en este sentido son claras: Moscú se apoya en 'ejércitos' de bots para llevar adelante sus tácticas, y no solo en clave de la guerra en Ucrania, sino también en otros conflictos en los que está directamente implicado, como es el caso de la guerra civil siria. "No hay una sola escuela de propaganda o de desinformación, todo está más descentralizado", recuerda Marantz, para advertir de los matices que hay a la hora de hacer comparaciones. 

"Si el objetivo es difundir confusión el escenario es un win-win para los bots -y por tanto para quien sale beneficiado de ese ejercicio en último término-: si les prestas atención, les das un espacio. Si no lo haces, su mensaje ya está instalado igualmente, aunque sea en forma de propaganda. Generar caos es siempre un trabajo más fácil", sentencia. Y eso es lo que busca Putin cuando la invasión rusa de Ucrania ya ha pasado la frontera de un año. Casi nada de lo que hace ahora el Kremlin es nuevo, o si acaso lo es en la forma, que no en el fondo. La URSS en muchos casos enseñó el camino que ahora, en tiempos de guerra, Moscú sigue.

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