OPINIÓN

Soy una taza, una tetera y un esclavo del ocio para niños

La gira internacional del grupo Cantajuegos recala en el Auditorio Maestro Padilla con un doble pase
El grupo Cantajuegos en el Auditorio Maestro Padilla
Jose A.Holgado/EP/Archivo
La gira internacional del grupo Cantajuegos recala en el Auditorio Maestro Padilla con un doble pase

El domingo estuve en el teatro viendo una obra infantil de esas en las que los padres hacemos la taza y la tetera mientras los niños preguntan cuánto falta. Las protagonizan adultos disfrazados de niños, animales o brócoli, siempre con peto vaquero porque esa prenda se creó para embarazos y espectáculos infantiles. Los actores se lo curran (aplauso para ellos, de veras) y los niños aguantan bien la primera media hora en la que los padres les decimos mucho: "¿A que te está gustando?", que las entradas están a precio de La Bohème y hay que convencerse de que ha merecido la pena la inversión. El resto de la obra intentas que no dé patadas a los de la fila de delante mientas sonríes al papá de detrás por los patadones que te pega su niño.

Pese a eso, mi hijo de 3 años ha ido al teatro más que Iceta en ese tiempo. Ha visto una de Mozart de pequeño, la del monstruo de las emociones, la de una rana en el mar, la continuación en la luna, la tercera parte en la que la rana conoce a los dinos (es una trilogía de viajes espaciotemporales). Igual que hay ocio para solteros de brunch y expo, para familias tienes conciertos de El patio de mi casa y otros éxitos sin derechos, exposiciones de Triceratops de corchopán y museos de chuches. Un agujero negro de ocio infantil en el que arruinarse ganando el título de padres culturales del año.

Hemos tenido hijos tarde y a veces queremos compensarlo convirtiéndolos 
en el centro de nuestro mundo

Entras sí o sí, no sé si por el síndrome FOMO (Fear of Missing Out) que habla del miedo a perderse un plan increíble que todos suben a Instagram. Con las salidas para niños el mensaje es que no le das a tu hijo el acceso a la cultura que le hará libre. A cambio, los padres estamos condenados a bailar la mané con una mano en la naricé, sin saber cómo salir de esa competición entre padres que el lunes cuentan en el trabajo lo bien que lo pasaron. 

Entrada que sale, entrada que pillas como si actuaran los Rolling y no una gallina y su banda. Cualquier espectáculo vale con tal de que a los niños no les pase como a nosotros, que nuestros padres nos llevaban al cine cada tanto, a museos en vacaciones y a los conciertos gratis del Parque de Atracciones. Cultos no sé, pero más descansados estábamos.

Somos la generación que ha tenido hijos tarde y a veces parece que queremos compensarlo convirtiéndolos en el centro de nuestro mundo. Como si lo fueran menos por hacer planes sin pagar entrada. Nuestros padres estuvieron más acertados, que los expertos dicen que la cagamos con un ocio tan estructurado que esclaviza los fines de semana. Hay que compartir tiempo juntos, pero también hay que dejarles hacer lo que mejor se les da a los niños: jugar. Que se lo monten por libre, desarrollando la imaginación, y que se aburran como nosotros en sus teatros. Solo así buscarán la manera de entretenerse, haciéndose independientes y libres. Pero el mío si eso que se aburra el siguiente finde que este tengo entradas para el concierto de Pica Pica.

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