Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

Nadie ganará la guerra

Soldados ucranianos de las Fuerzas de Operaciones Especiales (SSO) 'Azov' se acercan a su vehículo blindado Hummer estadounidense en posición cerca de Bajmut, región de Donetsk, Ucrania.
Soldados ucranianos de las Fuerzas de Operaciones Especiales (SSO) 'Azov' se acercan a su vehículo blindado Hummer estadounidense en posición cerca de Bajmut, región de Donetsk, Ucrania.
AP / Lapresse
Soldados ucranianos de las Fuerzas de Operaciones Especiales (SSO) 'Azov' se acercan a su vehículo blindado Hummer estadounidense en posición cerca de Bajmut, región de Donetsk, Ucrania.

Hoy se cumple un año. Aquel 24 de febrero de 2022, los blindados rusos cruzaron las fronteras de Ucrania con Bielorrusia con dirección a Kiev. La invasión, advertida por la inteligencia occidental, había sido desmentida con insistencia por el propio Putin y su ministro de Exteriores, cuya palabra vale menos que un rublo de madera. Ese día la opinión mayoritaria expresada por los expertos era que asistíamos a una guerra relámpago. Nada parecía presagiar que hubiera fuerza capaz de frenar el avance de la gigantesca columna acorazada que Moscú había dirigido como una lanza contra la que fuera capital espiritual del imperio zarista, pero aquel convoy se atascó en el barro a 30 kilómetros de la ciudad.

A la patética ausencia de logística militar por parte de Moscú se unió la resistencia feroz del Ejército ucraniano que se cebó con los carros de combate invasores. Con problemas en las comunicaciones, escasos de combustible, repuestos y hasta de alimentos, la caravana de la Z hubo de retroceder con la moral por los suelos dejando atrás un rastro de chatarra. Ese fiasco acabó con la idea del operativo quirúrgico que Putin había imaginado para rendir la capital y atrapar a Zelenski o hacerle huir. Es obvio que el autócrata ruso no estaba mentalmente preparado para el escenario adverso que aquel fracaso militar le planteaba y, a pesar de la aparente fortaleza de su ejército, casi nada le ha ido bien desde entonces.

Un año de guerra intensa está produciendo un desgaste brutal de ambos contendientes que empiezan a dar síntomas de fatiga. El gasto de armas y municiones es de tal magnitud que los arsenales de unos y otros tocan fondo. Rusia, a pesar de la capacidad que le suponíamos a su industria militar, compra drones baratos a Irán mientras Zelenski aporrea las cancillerías occidentales para que le suministren con urgencia más armamento y con mayor capacidad ofensiva. Pendientes de una nueva campaña rusa por el norte, que se espera inminente, pronto empezarán a llegar los primeros carros de combate que pedía Kiev al tiempo que demanda aviones caza cuyo manejo requiere una formación sofisticada que no baja de los dos años

Nadie se atreve ya a arriesgar un pronóstico, pero no parece que la contienda pueda durar tanto. Los costes que la ayuda militar a Ucrania tiene para los países occidentales que le apoyan empiezan a resultar demasiado gravosos para sus economías y tampoco Rusia está en condiciones de soportar un gasto de esa magnitud sine die. El mensaje de apoyo inquebrantable a Kiev, expresado por Joe Biden el lunes pasado en su visita sorpresa, deja claro hasta qué punto cualquier proceso de paz dependerá en gran medida de lo que diga Washington. Macron, aunque no le guste oírlo a Zelenski, tiene razón cuando dice que a Rusia hay que derrotarla, pero no aplastarla. Una potencia que guarda en sus silos más de cinco mil ojivas nucleares no puede ser llevada al límite y eso es algo con lo que cuenta Moscú y todo su entramado postzarista. La única manera de parar la guerra es proporcionar a Ucrania la ayuda suficiente para equilibrar fuerzas y convencer a Putin de que no le queda otra que abrir un proceso de negociación que, aunque enquiste el conflicto, logre al menos un alto el fuego. Un pacto entre Washington y Pekín sería determinante para ese proceso y allanaría el camino hacia la paz.

El acuerdo definitivo que redibuje las fronteras irá para largo pero un año de guerra ya es demasiado y esa deriva de sangre y devastación no es soportable. Nadie ganará esta guerra, solo puede haber victorias a medias o derrotas gloriosas.

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