Iñaki Ortega Doctor en economía en la Universidad en internet UNIR y LLYC
OPINIÓN

En deuda

Fachada del edificio del Banco de España situada en la confluencia del Paseo del Prado y la madrileña calle de Alcalá.
Fachada del edificio del Banco de España situada en la confluencia del Paseo del Prado y la madrileña calle de Alcalá.
Eduardo Parra - Europa Press - Archivo
Fachada del edificio del Banco de España situada en la confluencia del Paseo del Prado y la madrileña calle de Alcalá.

El Banco de España acaba de anunciar que nunca en la historia de nuestro país hemos tenido tanta deuda pública. 1.503 billones de euros que han gastado de más las diferentes administraciones públicas. Muchos ceros seguidos que quizás se comprenden mejor calculando que tocamos a más de 31.000 euros por español. Antes de que algún lector se ponga nervioso por la parte que le toca, la deuda no ha de pagarse este año ni el siguiente, ni Hacienda mandará una carta a cada español con un apremio para sufragarla. La deuda se devolverá, pero no por esta generación de contribuyentes sino por las siguientes. No nos equivocamos si afirmamos que los gastos de hoy en pensiones y sanidad serán pagados mañana a costa de una menor capacidad pública para afrontar esos mismos conceptos.

También la semana pasada el gobernador del Banco de España alertó sobre la escalada de las hipotecas fruto de la política monetaria. De todos los créditos hipotecarios vivos, el 70% tiene un tipo de interés variable, por lo que más de cuatro millones de españoles este año verán como, de media, subirá 300 euros al mes lo que pagan al banco para financiar su casa. Un drama para los ya más que ajustados presupuestos familiares fruto de la crisis y la inflación. Algo inimaginable para una mayoría que pidió la hipoteca en la última década con los tipos por los suelos.

La realidad es que vivimos endeudados. Los ayuntamientos lo están porque de otra manera no podrían afrontar la limpieza y la recogida de basuras. Las comunidades autónomas, a causa de la sanidad que exige cantidades ingentes de dinero. El estado, con la factura de las pensiones y los subsidios al desempleo que no dejan de crecer, porque este es un país de votantes envejecidos y parados. Y empeñadas en endeudarse están también las personas porque queremos comprar una casa, tener el último modelo de móvil o viajar aunque no tengamos dinero. Todos en deuda con alguien, nosotros con el banco y las administraciones públicas con el Banco Central Europeo y con inversores extranjeros.

Pero hay otra deuda de la que se habla infinitamente menos y es más importante. El déficit público y la hipoteca tarde o temprano han de pagarse, la que quiero contar nunca se termina de pagar. Las deudas de dinero quedan reflejadas en un contrato, esta otra nunca. Me refiero a la deuda con ese profesor sin el cual no hubieras seguido estudiando, la deuda con las madrugadas en vela de tus padres, con tu hermano que hacía los deberes contigo o con tus hijos que miran para otro lado cuando no estás a la altura. Estamos en deuda con los amigos que nos sacaron del pozo de los desengaños amorosos, con los compañeros de trabajo que lo dan todo, aunque su contrato no sea ni de lejos como el tuyo, con los vecinos que te guardan las llaves cuando te las dejas puestas o en mi caso con los cientos de alumnos que solo recuerdan tus aciertos. Una deuda que no vale dinero, sino que vale mucho más: la diferencia entre vivir y malvivir.

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