Unai, el estudiante que ha dejado Madrid para seguir la estela de sus bisabuelos y ser maestro rural: "Quiero estar donde más falta haga"

Unai Díez en la zona de lectura del CRA Somontano Bajo Aragón, La Mata de los Olmos (Teruel).
Unai Díez en la zona de lectura del CRA Somontano Bajo Aragón, La Mata de los Olmos (Teruel).
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Unai Díez en la zona de lectura del CRA Somontano Bajo Aragón, La Mata de los Olmos (Teruel).

Son las nueve de la mañana. Los niños de La Mata de los Olmos (Teruel) entran al aula para empezar una nueva jornada escolar. En esta ocasión será un día distinto, pues dentro de la clase les espera Unai Díez, el nuevo maestro en prácticas de su escuela rural

Unai tiene veintiún años, se encuentra en el último curso del Doble Grado de Educación Infantil y Primaria en la Universidad Pontificia de Comillas y es de Guadarrama, una localidad en la Sierra Noroeste de Madrid. Para él, pasar los próximos cuatro meses en la localidad turolense significa cumplir un sueño, pues su vocación siempre ha sido trabajar como profesor en una escuela rural.

El concepto de aula rural y su importancia es algo de lo que se habla poco en la universidad, pero Unai cuenta que, antes de empezar a estudiar, ya había leído sobre otros profesores en escuelas rurales. Para muchos de sus compañeros el objetivo son unas prácticas en una gran ciudad de habla inglesa donde estudian con la última tecnología, pero él lo tenía claro desde hace mucho tiempo, su sitio está en las zonas rurales.

Maestro rural, como sus bisabuelos

Su pasión por la educación rural no viene de la nada, sus bisabuelos ya fueron maestros en un pequeño pueblo cántabro. Unai ha escuchado desde pequeño las historias de su abuela, quien le contaba cómo fue su infancia en un colegio rural y el cariño que todo el pueblo le tenía a sus padres. Esto fue calando en el joven y muy pronto supo que su camino era seguir la estela de sus bisabuelos.

Poco antes de comenzar la carrera, Unai viajó a Colombia, donde pasó el verano en una zona rural junto a su familia. Estuvieron varias semanas dando clases a niños recién salidos del conflicto armado. "Allí confirmé que la educación es mi vocación y descubrí que quiero aportar mi granito de arena con quien más lo necesite, ya sea en zonas de pobreza o en mi propio país, como es el caso de las escuelas rurales", afirma.

Un duro proceso de admisión

Gracias al programa Generación Docentes, impulsado por la Fundación Princesa de Girona (FPdGi), Unai está viviendo la experiencia de ser maestro rural en una escuela de Teruel. Se trata de una beca que une formación continua y prácticas durante cuatro meses en zonas rurales de Aragón, Extremadura, Castilla y León y Galicia, donde más de trescientos estudiantes presentan sus candidaturas y sólo treinta son los elegidos para participar en esta experiencia única.

El proceso de admisión no ha sido nada sencillo, ya que Unai ha tenido que compaginar la universidad con talleres y dinámicas online donde evaluaban sus capacidades en el aula en busca de un perfil de "alumnos comprometidos". En palabras de Sandra Camós, Directora de Proyectos Educativos de la FPdGi: "Buscamos candidatos que tengan vocación docente y sean la palanca de cambio del sistema educativo". "Es una experiencia transformadora a nivel vital y profesional", añade.

Durante el primer cuatrimestre de este curso, Unai ha tenido una formación continua en diversas ramas como emprendimiento, liderazgo, conversación u oratoria. "Ha sido una formación muy intensa, pero ha merecido mucho la pena, lo aprendido me sirve para muchos más aspectos de mi día a día fuera del aula", detalla.

La nueva vida rural

La actual vida de Unai nada tiene que ver con la rutina de Madrid. En La Mata de los Olmos son poco más de doscientos cincuenta vecinos, un par de tiendas de ultramarinos llenan las neveras del pueblo, un bar sirve café a los más madrugadores y una iglesia reúne a los feligreses cada vez que las campanas tocan a misa. Unai ha cambiado los atascos para ir a la universidad por un solitario paseo de cinco minutos desde su casa hasta el colegio.

Vista panorámica de la localidad de La Mata de los Olmos (Teruel).
Vista panorámica de la localidad de La Mata de los Olmos (Teruel).
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En su tiempo libre se relaciona con los maestros de otros pueblos, pero nadie es de su edad. Sin coche para moverse, depende de sus compañeros para ir de un lado a otro, ya que el transporte público es muy limitado. Cuando quiere compartir su día con alguien se une al grupo de vecinas que se juntan para pasar la tarde. Si no, la biblioteca o el pequeño gimnasio municipal también son un buen lugar para entretenerse.

Después de un mes fuera de casa, dice estar muy adaptado a la vida rural, pero el frío en la zona es lo que más le está costando, llegando a sensaciones térmicas de -10ºC. Lo que más echa de menos es la comida de su madre, algo que sucede siempre, estés en Teruel o en cualquier parte del mundo. Y reconoce que la soledad es algo que está llevando mucho mejor de lo que pensaba: "Me está ayudando a conocerme mejor"

Organización de los CRA

El Colegio Rural Agrupado Somontano Bajo Aragón es donde Unai está aprendiendo a ser un maestro rural. Allí, todos los alumnos del pueblo comparten el mismo aula, desde los tres años hasta los doce, sin importar la edad. Este aula pertenece a un CRA (Conjunto Rural Agrupado) formado por siete pueblos de la zona que, a efectos administrativos, forman una sola escuela. De este modo, los alumnos no tienen que moverse de un pueblo a otro y son los profesores quienes se desplazan. 

"En cada aula siempre debe haber dos profesores, por lo que pueda pasar. Uno es el maestro, quien siempre está en el mismo pueblo y puede impartir cualquier asignatura. El segundo es el itinerante, que va de un pueblo a otro. Hasta el recreo está en un aula y después se marcha a otra", explica Unai. 

Unai Díez en la entrada del CRA Somontano Bajo Aragón, La Mata de los Olmos (Teruel).
Unai Díez en la entrada del CRA Somontano Bajo Aragón, La Mata de los Olmos (Teruel).
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Otras metodologías de trabajo

La primera vez que entró en el aula había nueve niños sentados en círculo, estaban haciendo una asamblea, algo que se suele hacer en las clases de infantil, pero, en esta ocasión, los alumnos compartían sus experiencias sin importar la edad. "Estamos acostumbrados a trabajar con varias líneas por curso y esto es un cambio muy grande, no es sencillo manejar edades tan distintas en la misma clase", comenta Unai.

La forma de trabajar en el aula es mediante "cajas de experimentación". El joven maestro explica que si les toca hablar del cuerpo humano, empiezan por los conceptos más básicos y el resto de contenido se imparte mediante hojas de ampliación en función de cada curso. El objetivo es impartir el programa educativo establecido para su edad, pero el ritmo no es el mismo que en otros centros y cuentan con muchas adaptaciones curriculares.

Unai destaca el gran ambiente y compañerismo que existe en el aula, algo que no había había visto antes, "lo más bonito es que los mayores cuidan de los pequeños, son como hermanos". "Cuando les toque entrar al mundo laboral van a saber muy bien lo que es el trabajo en equipo", resalta el joven. 

El cierre de colegios, el fin de los pueblos

En las visitas por los pueblos de zona, Unai ha observado que los colegios cerrados por falta de alumnos son algo habitual, algunos incluso en ruinas por la falta de mantenimiento. Si un aula se queda con tan solo tres alumnos supone el cierre definitivo y, con ello, la vida del pueblo prácticamente desaparece, pues es el lugar donde se desarrollan una gran cantidad de actividades.

"Hoy he estado en un aula con siete niños, y te das cuenta de que muy pronto desaparecerá, pues una de ellas ya está en Sexto de Primaria y el año que viene empieza el instituto. Cuando el último niño finalice Primaria se acaba el cole si no llegan niños nuevos", relata muy preocupado por la cruda realidad a la que se enfrentan muchas zonas rurales de España, donde la creciente despoblación marca el tiempo de vida que le quedan a los pueblos.

Unai Díez impartiendo clase en el CRA Somontano Bajo Aragón, La Mata de los Olmos (Teruel).
Unai Díez impartiendo clase en el CRA Somontano Bajo Aragón, La Mata de los Olmos (Teruel).
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Algo que llamó la atención de Unai cuando entró a la clase por primera vez fue el alto número de niños migrantes, gracias a los cuales los colegios siguen funcionando. Las familias de estos niños son quienes mantienen la economía de la zona, pues se dedican, en su mayoría, a la agricultura y el pastoreo; o bien están empleados en la industria cárnica que alberga el pueblo, con un secadero de jamones y un matadero.

Pese a los claros signos de despoblación que existen en la zona, las plazas fijas de profesorado tienen una alta demanda y siempre están cubiertas. "El CRA Somontano Bajo Aragón lo forman unos veinte profesores y sólo cuatro tienen plaza fija, el resto son interinos", detalla. Por lo general, son profesores de la zona que conocen el mundo rural o que han crecido en un CRA y quieren seguir el camino de sus profesores.

A la pregunta de si se ve en un futuro como maestro rural, Unai no duda en su respuesta: "Yo quiero estar donde más falta haga porque profesores para un colegio 'normal' siempre va a haber, pero maestros que quieran enfrentarse a este reto hay pocos. Entonces, respondiendo a tu pregunta: sí, claro que sí".

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