Los padres han sido mayores que las madres desde que existen los humanos, ¿por qué?

  • Un estudio descubre que el hombre ha sido mayor que la mujer en la pareja desde hace 250.000 años.
  • Hay posibles razones sociales y culturales para esta diferencia, pero también biológicas.
Una boda de antaño.
Una boda de antaño.
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Una boda de antaño.
Tradicionalmente ha sido muy común en las parejas de distinto sexo que el hombre sea mayor que la mujer, pero no demasiado, un par de años o algo más. Esto ocurre en todo el mundo y con independencia de la religión dominante en cada país. Si preguntáramos caso por caso por qué es así, quizá las razones serían tan diversas como para concluir que no hay una razón. Mi propio ejemplo personal: fue puramente casual, simplemente nos conocimos y existía esa diferencia de edad, sin más.

Tradicionalmente ha sido muy común en las parejas de distinto sexo que el hombre sea mayor que la mujer, pero no demasiado, un par de años o algo más. Esto ocurre en todo el mundo y con independencia de la religión dominante en cada país. Si preguntáramos caso por caso por qué es así, quizá las razones serían tan diversas como para concluir que no hay una razón. Mi propio ejemplo personal: fue puramente casual, simplemente nos conocimos y existía esa diferencia de edad, sin más.

Es cierto que durante la adolescencia las chicas suelen madurar antes, por lo que en ese tramo de edad es comprensible que quizá busquen parejas algo mayores con las que se sientan más en sintonía. Pero para las parejas que se forman a edades mayores, esas diferencias han desaparecido. De hecho, las parejas de la misma edad son frecuentes porque los estudios superiores, la época en la que comienzan muchas relaciones, tienden a juntar a las personas por grupos de edad. Un estudio encontró que en las parejas más jóvenes la tendencia se ha revertido, y que ahora las mujeres tienden a ser algo mayores que los hombres.

Pero lo cierto es que, cuando casi todos los tabúes relativos a las parejas han desaparecido o al menos se han reducido, como el sexo o el color de la piel, el de la edad sigue muy vigente, sobre todo cuando la diferencia es abultada. Suele oírse que el caso de un hombre mucho mayor que la mujer se acepta mucho mejor que el contrario, pero esto es opinable; ninguno de los dos se ve con la misma naturalidad con la que hoy la mayoría de la sociedad contempla una pareja interétnica o del mismo sexo. Otra cosa es que muchas veces las viejas del visillo de turno quieran ver motivaciones taimadas siempre en la mujer y no en el hombre, por un motivo cuando ella es mucho más joven, y por otro cuando es mucho mayor.

Cuestiones como esta son apasionantes para la biología. Porque donde otros siempre quieren ver razones sociales acomodadas a una tesis ideológica, la biología a menudo encuentra explicaciones basadas en el simple hecho de que somos seres biológicos. No nos emparejamos con familiares cercanos porque hace aflorar los efectos de mutaciones perjudiciales que no quedan compensadas, y porque reduce la diversidad genética, amenazando la supervivencia de la población. No nos comemos unos a otros por el riesgo de propagación de ciertas enfermedades. Nuestros ancestros no sabían todo esto, pero sabían lo que ocurría si lo quebrantaban, y así incorporaban estos preceptos a sus creencias religiosas.

¿Hay razones biológicas para esta clásica diferencia de edad a favor del hombre en los emparejamientos? Lo cierto es que esto lleva ocurriendo desde que el ser humano existe, desde hace unos 250.000 años. Así lo ha descubierto un estudio publicado ahora en Science Advances.

La historia está en los genes

Se preguntarán cómo es posible que los investigadores puedan llegar a un dato como este. La respuesta está en el genoma. Nuestro ADN es un registro fiel de toda la historia de nuestra especie, incluso de toda la historia de la vida en la Tierra. Descifrar las pistas que ofrece no es algo inmediato: a lo largo del tiempo se han ido desarrollando algoritmos para analizar cómo los cambios en el genoma revelan, por ejemplo, nuestra distancia genética y por tanto temporal con otras especies como las más próximas a nosotros, chimpancés y bonobos, u otras más lejanas.

Para este estudio, los investigadores, de la Universidad de Indiana y la Facultad de Medicina Baylor de Texas, han analizado la secuencia de introducción de mutaciones específicas en el genoma humano durante los últimos 250.000 años, prácticamente toda la historia de nuestra especie (algunas estimaciones sitúan la aparición del Homo sapiens más atrás, hace 300.000 años), situándola a lo largo del tiempo en un modelo computacional para estimar las edades medias de los individuos cuando esas mutaciones aparecían, y separados por sexos.

Los autores entrenaron el modelo con datos precisos disponibles sobre genealogía y mutaciones a lo largo de tres generaciones en Islandia, y luego lo aplicaron a los genomas de 2.500 personas vivas de todo el mundo. Así, el sistema permite calcular el periodo medio entre una generación y la siguiente, lo que equivale a la edad a la que los individuos originaban descendencia.

A lo largo de la historia humana los padres han sido, como media, 7 años mayores que las madres

El resultado es que durante todo el periodo analizado los padres eran, como media, 7 años mayores que las madres, 30,7 años frente a 23,2. Como era de esperar, los autores descubren que la edad de las madres ha aumentado sustancialmente en el pasado reciente, pero también que hay variaciones entre poblaciones: en Europa y el sur de Asia las edades de padres y madres han aumentado más que en otras regiones.

No es un propósito de este estudio analizar los motivos de esta diferencia entre la edad de los padres y la de las madres, aunque los autores apuntan los obvios: el periodo fértil de las mujeres es más corto que el de los hombres, a lo que probablemente se unan, dicen, “factores socioculturales”. En otras palabras, parece que desde el amanecer de nuestra especie a la mujer se le suponía la obligación de tener hijos lo antes posible, y al hombre la de construirse una posición antes de tener descendencia.

Pero ¿es eso todo? ¿Un cliché cultural, una ley no escrita de las sociedades patriarcales? Pudiera ser. Pero algunos investigadores han indagado también en la biología, en posibles razones evolutivas que otorgan a las parejas con esta clásica diferencia de edad una mejor adaptación para optimizar la supervivencia y la crianza de los hijos, es decir, maximizar el resultado de la inversión de la especie en la reproducción. De un modo u otro, si hay un cliché cultural que aún tenemos que romper es el de cuchichear maliciosamente sobre las parejas de edades muy diferentes, y que cada cual se empareje con quien le dé la real gana.

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