Un 'espray nasal del día después' contra la covid

Partículas del SARS-CoV-2 (en rosa) adheridas a los cilios del epitelio nasal (gris) entre el moco (verde, claro).
Partículas del SARS-CoV-2 (en rosa) adheridas a los cilios del epitelio nasal (gris) entre el moco (verde, claro).
Chien-Ting Wu
Partículas del SARS-CoV-2 (en rosa) adheridas a los cilios del epitelio nasal (gris) entre el moco (verde, claro).

Desde casi el comienzo de la pandemia, tan pronto como en junio de 2020 —según conté entonces—, ya teníamos al menos un muy buen estudio experimental publicado en la revista de biología general más importante del mundo (Cell) que revelaba un dato crucial sobre el coronavirus SARS-CoV-2 de la COVID-19: infectaba por vía nasal. Es decir, el virus anidaba y se reproducía en la nariz antes de infectar otros órganos y tejidos, incluyendo los pulmones, menos susceptibles a la infección. Este dato fue posteriormente confirmado por otros estudios.

Esto sugería implicaciones interesantes de cara a los mecanismos de infección, que sin embargo no tuvieron un gran eco en los medios ni en las recomendaciones de las autoridades. Primero, explicaba y confirmaba la baja transmisión del virus por el contacto con objetos y superficies, pese a lo cual el teatrillo de las desinfecciones se prolongó indefinidamente.

Segundo, justificaba el uso correcto de la mascarilla; es decir, subrayaba el hecho de que llevarla por debajo de la nariz, como tantas veces hemos visto, era lo mismo que no llevarla. Y tercero, abría la puerta a la posibilidad de utilizar enjuagues bucales desinfectantes para impedir que el virus infectara las vías nasales desde la boca. Esto último ha sido corroborado en varios estudios (ver, por ejemplo, esta revisión de 2021, a la que se han unido otros estudios más recientes).

Un estudio publicado ahora en Cell ha detallado por primera vez el mecanismo molecular y celular de la infección en las fosas nasales, y las conclusiones plantean otra posible manera de prevenir la infección: un hipotético espray nasal que podría aplicarse después de la exposición al virus para impedir que este pueda colonizar la nariz.

Mini-narices en cultivo

Los autores, de las universidades de Stanford y California en San Francisco, han utilizado una biotecnología novedosa que últimamente está facilitando grandes avances: organoides, pequeñas estructuras celulares construidas in vitro a imagen y semejanza del órgano o tejido que se quiera, y que sirven como banco de pruebas del funcionamiento real de esa parte del cuerpo. En este caso, los organoides simulan el epitelio nasal.

Los investigadores han infectado estas minúsculas narices en cultivo con el virus SARS-CoV-2 y con la variante Ómicron para estudiar cómo se produce la infección. Las células del epitelio nasal tienen dos tipos de prolongaciones hacia el exterior, como diminutos pelos: las microvellosidades, más pequeñas, y los cilios, más largos, parecidos a espaguetis en una foto al microscopio electrónico.

Las microvellosidades y los cilios se encuentran sumergidos en una capa formada por una proteína llamada mucina y por el moco, que tiene una importante función protectora: atrapa todo lo que no debe entrar en contacto con el epitelio, como microbios infecciosos y partículas contaminantes del aire, además de mantener húmeda la piel interna de la nariz. Los cilios son móviles; se mueven rítmicamente para expulsar el moco hacia el exterior y mantener las vías respiratorias limpias de invasiones extrañas.

Durante las primeras 24 horas hay muy poca multiplicación del virus

En los organoides que han fabricado, los investigadores han observado que el virus se adhiere primero a los cilios que sobresalen del moco (y que esta resulta ser la vía principal de entrada a las células: cuando modifican estas para que no desarrollen esos apéndices, apenas hay infección). Durante las primeras 24 horas las partículas del virus permanecen pegadas a los cilios, pero pocas de ellas entran en las células y hay muy poca multiplicación del virus. Solo a las 48 horas es cuando la infección despega. En cambio, si antes de añadir el virus eliminan el moco, a las 24 horas el proceso se ha acelerado, una muestra de cómo nos protege esta sustancia tan poco agradable que sin embargo nos hace un gran servicio.

Otra cosa que observaron los investigadores es que, al utilizar células cuyos cilios no se mueven, lo que ocurre en personas con una rara enfermedad genética llamada discinesia ciliar primaria, la infección progresa mucho menos, lo que indica que normalmente el flujo del moco ayuda a extenderla una vez que ha prendido.

Una vez que el virus ha entrado en la célula, bien entrando a través del cilio o agarrándose a este para bajar hasta el cuerpo celular, ocurre algo muy peculiar: dentro de la célula, el virus secuestra la maquinaria que controla las microvellosidades para hacer que estas crezcan y se ramifiquen como si fueran pequeños grandes cactus, hasta que sobresalen por encima de la capa de moco. Las nuevas partículas virales que el virus ha fabricado dentro de la célula van adosadas a estas micro-macro-vellosidades y se liberan al exterior para flotar sobre el río de moco e infectar nuevas células más distantes.

Ilustración de cómo el SARS-CoV-2 infecta las células del epitelio nasal a través de los cilios y luego se libera al exterior haciendo crecer las microvellosidades.
Ilustración de cómo el SARS-CoV-2 infecta las células del epitelio nasal a través de los cilios y luego se libera al exterior haciendo crecer las microvellosidades.
Wu et al, Cell 2023

Pero conociendo bien un proceso se puede intervenir sobre él, y los investigadores apuntan que lo descubierto sobre este sofisticado mecanismo de infección podría ayudar a bloquearlo: un espray que llevara alguno de los compuestos que ellos han utilizado para paralizar los cilios o anular el crecimiento de las microvellosidades podría servir para detener la infección una vez que el virus ha entrado en la nariz, durante esas primeras 24 horas en las que apenas hay replicación viral; un “espray del día después” que se aplicaría tras una exposición al virus.

Contra la próxima pandemia

Este posible espray no solo actuaría también contra Ómicron, que infecta más deprisa pero es igualmente sensible a estos compuestos: los investigadores han encontrado un mecanismo similar en otros dos virus respiratorios, el de la peligrosa bronquiolitis en los niños (Virus Respiratorio Sincitial) y otro más raro llamado parainfluenza. Quizá incluso pudiese actuar como protector general contra otros virus respiratorios.

Naturalmente y por desgracia, esto no vamos a verlo en unos años. Cualquier fármaco, una vez desarrollado, que este aún no lo está, debe pasar su ciclo de ensayos preclínicos en animales y clínicos en humanos. Y una vez desaparecido el chorro de millones que propulsó las primeras vacunas contra la COVID-19, las cosas vuelven a su lento ritmo normal. Pero quién sabe, tal vez podría llegar a tiempo antes de la próxima pandemia.

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