Costumbrismo Digital por Juan Luis Saldaña

Nos encanta saber lo que va a pasar. El expresidente Rajoy insistía en que era muy importante para los ciudadanos que los políticos fueran previsibles. No está claro que tuviera la razón. Aquella frase tan repetida sobre los que no conocen su historia y se condenan a repetirla puede tener una cara B: los que conocen una buena historia están condenados a verla durante toda su vida, si se descuidan.

Las repeticiones nos fascinan. Entre los musicales de mayor éxito del año pasado en Broadway se encuentran, al menos, siete títulos de obras muy conocidas. No es aventurado decir que los que entran al teatro, en su mayor parte, ya saben lo que va a pasar. Sin embargo, el interés no cambia. Cambia la mirada, la motivación y las ganas que uno tiene de revivir algo o de repasarlo.

Alegría en el gasto, marcaje al rival, vigilancia y espera al fallo del otro, promesas difíciles de cumplir, maquillaje, fanfarria y colorín.

Se ha estudiado desde varios puntos de vista este fenómeno de la repetición y parece algo normal en la naturaleza humana. Las casusas son diversas: la búsqueda de otros significados, el recuerdo emocional, el interés por conectar con la infancia, una necesidad de ver cómo ha envejecido la obra que es, en cierto modo, una forma de ver cómo ha envejecido uno mismo o una necesaria y extraña búsqueda de la melancolía.

La música es otro ejemplo interesante. ¿Cuánto tiempo dedica una persona a encontrar música nueva y cuánto a disfrutar de la que ya conoce? Hay una respuesta fácil de contertulio de medio pelo sobre una pregunta de algo que está por venir. Se le pide un análisis y él lo interpreta como un pronóstico. La respuesta es “no tengo una bola de cristal” y después viene un pero que precede a la mediocridad del análisis requerido. Es una protección ante el error, una inseguridad amortiguada con un chiste.

La bola de cristal del 2023 nos dice que hay dos procesos electorales durante el año. Todo lo que suceda hay que verlo con las gafas de lejos que tienen una lente en las elecciones municipales y autonómicas y otra en las generales. Alegría en el gasto, marcaje al rival, vigilancia y espera al fallo del otro, promesas difíciles de cumplir, maquillaje, fanfarria y colorín. Una película que ya hemos visto muchas veces. Un mal cine de barrio.