Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

La oficina abierta: el cotilleo improductivo

CEO paseando por una oficina abierta.
CEO paseando por una oficina abierta.
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CEO paseando por una oficina abierta.

Veo con frecuencia un anuncio en el que se explican las bondades de una especie de cabina telefónica sin teléfono, transparente, pensada para colocarse en mitad de la oficina de trabajo. El trabajador que necesita intimidad o una concentración especial puede meterse en este cubículo para que no se le escuche, aunque sí se le podrá ver. Me hace gracia lo idiotas que podemos llegar a ser y me he estado documentando. Estas cabinas se pueden conseguir a partir de tres mil euros y, aunque no dejan de parecer un ataúd futurista, tienen bastantes comodidades.

La oficina abierta en la que todo el mundo está al mismo nivel como en una planta de gallinas ponedoras es un engañabobos empresarial de primera magnitud. Sale barato, eso sí y, por lo tanto, sobran las excusas y las justificaciones para quitar despachos, departamentos, salas de reuniones y llenarlo todo de mesas y sillas. Al jefe se le mete en una urna de cristal bien ventilada y aseada para que pueda hacer cosas de jefe con una relativa intimidad.

El tontico de las sinergias, el pesado tres sesenta y el plasta veinticuatro siete se lo pasan muy bien en la oficina abierta. No dan un palo al agua, se pasean de aquí para allá, y creen que hacen mucho trabajo en equipo y que dinamizan e implementan alguna chorrada que llevan en la mente. El trabajador de verdad lo pasa mal, su rendimiento disminuye de una manera notable porque aquello es un patio de vecinos en el que no hay quien se concentre.

La creatividad baja un cincuenta por ciento cuando cualquier compañero puede ver lo que estás haciendo. 

Si el trabajo que hay que hacer tiene algo de creativo, la oficina abierta es un horror. La creatividad baja un cincuenta por ciento cuando cualquier compañero puede ver lo que estás haciendo. Hay gente que no soporta enseñar su trabajo en proceso porque es imperfecto y no debe enseñarse hasta que está terminado. Para este tipo de personas, el teletrabajo es una bendición, aunque perder el contacto con la gente es también complicado.

Hay muchos estudios que ponen en duda la eficacia de la oficina abierta desde hace tiempo, pero el criterio económico se acaba imponiendo. Trabajar mientras el vecino de al lado pone música de películas Disney, una compañera habla de su ortodoncia, otro recibe un paquete de Amazon, uno coge una llamada de su mujer con acaramelada voz de mamón y otro pone a todo trapo el penúltimo chiste de Broncano es una misión imposible que acaba repercutiendo en la productividad y, al final, en los números de la empresa. Gallinero abierto.

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