Si siguen esta columna de opinión, habrán notado que este periodista acostumbra a poner en sordina y muchas veces ignorar completamente los apocalipsis de toda índole que cada día se anuncian en España.

Ni los medios más supuestamente serios son capaces de conseguir pergeñar una agenda informativa con personalidad que se aparte de los vendedores de crecepelo. Cuidado, no digo que uno se tiene que inventar titulares. Para nada. Pero hay que andarse con cuidado con el torrente de informaciones alarmistas, sobre todo, pronósticos, que se dan a diario.

Hay mucha gente e incluso instituciones cuyo 'modus vivendi' depende del número de impactos en los medios que sean capaces de crear.

Tomemos este año que se acaba como ejemplo. Antes de terminarse el 2021, no podías ir a ningún evento sin que todo el mundo te dijera que aprovecháramos bien las fiestas porque el 2022 sería de infarto.

A los vendedores de crecepelo sólo les faltó que el sátrapa de Putin ordenase la invasión de Ucrania para anunciarnos que ahora sí que veríamos el acabose.

¿Quién gana con tanto catastrofismo? No hagan caso de los pronósticos. Fallan más que las escopetas de feria

Llegó el verano, y los mismos diciéndote que a la vuelta de vacaciones nos ahogaríamos en lo peor de lo peor, que el otoño sería atroz y que en invierno no podríamos ni comer.

Todo el mundo te decía que el último trimestre del 2022 sería para olvidar: Banco Central Europeo (BCE), el Fondo Monetario Internacional (FMI), la OCDE...

Y ya ven, a punto de acabar el año en que debía, según la estupidez oficial y no oficial, terminar todo.

El otro día leí una información que me hizo sonreír. Resulta que el periodista decía que la Covid ya estaba bajo control, que los casos de bronquiolitis empezaban a bajar, pero que ahora la gripe estaba totalmente descontrolada.

¿Quién gana con tanto catastrofismo? No hagan caso de los pronósticos. Fallan más que las escopetas de feria. Y vivan, vivan, que el mundo no se acaba. ¡Feliz año!