Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

El idiota consciente

Una persona consciente hace yoga consciente de forma consciente.
Una persona consciente hace yoga consciente de forma consciente.
Pexels
Una persona consciente hace yoga consciente de forma consciente.

Hay un abuso notable de la palabra consciente y de todo lo que significa o de lo que la gente cree que significa. Acompañar cualquier actividad con esta palabra parece ser garantía de profundidad, responsabilidad, armonía universal y respeto cósmico. Se puede hacer el ejercicio de buscar actividades que acompañan a la palabra consciente en el famoso buscador de Internet y el resultado es maravilloso.

Gimnasia consciente, yoga consciente, dieta consciente, deporte, entrenamiento, emoción, danza, risa, carrera consciente, panadería consciente, cocina consciente, terapia consciente, maternidad, crianza, amistad consciente, calzado consciente, crochet consciente (una forma de meditación, teje tu alma), liderazgo consciente, golf consciente, economía consciente, cocina y alimentación consciente y una lista casi interminable con la que podría terminar esta columna.

En la famosa película La princesa prometida, Íñigo Montoya le dice a su jefe Viccini: “siempre usas  la palabra 'inconcebible' y no creo que signifique lo que tú crees”. Está pasando lo mismo con la palabra consciente. Algunos han visto un filón y lo están aprovechando. Lo consciente parece un sello de garantía, una fórmula de verdad para conseguir que las emociones que emanan de aquello que se hace sean realmente intensas.

Hay una necesidad imperiosa de estar en lo que se celebra

Parece evidente que hay una necesidad imperiosa de estar en lo que se celebra. Existen demasiadas distracciones en este mundo tecnológico contemporáneo y el ser humano, aunque nos empeñemos en lo contrario, suele hacerse preguntas, busca respuestas y no se suele sentir cómodo en el papel de animal feliz que mueve el rabo cuando está bien atendido y alimentado. Hace falta algo más. Ser conscientes de lo que hacemos parece un mínimo, un punto de partida que para algunos es ya lo máximo. No sé quién ha dicho que el gran talento no consiste precisamente en saber lo que se ha de decir, sino en saber lo que se ha de callar.

Ofrecer una solución a esta necesidad está, por ahora, lejos de mis pretensiones. Sí que puedo animar al lector a disfrutar de la inconsciencia  -esa gran desconocida- en algunas actividades, algo muy ligado al descanso mental. También animo a todos los que me leen a liberarse de la intensidad desmedida y a vivir la vida con naturalidad, sin ser excesivamente pesados ni teóricos. Puede que se sientan como la palabra “para” en el título del libro Mindfullnes para runners. Rodeada de gilipolleces. 

Mostrar comentarios

Códigos Descuento