Miguel Ángel Aguilar Cronista parlamentario
OPINIÓN

Los gráficos, al Diario de Sesiones

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante la primera jornada del debate sobre el estado de la nación, en el Congreso de los Diputados.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante la primera jornada del debate sobre el estado de la nación, en el Congreso de los Diputados.
EP
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante la primera jornada del debate sobre el estado de la nación, en el Congreso de los Diputados.
¿PREGUNTAR OFENDE? por Miguel Ángel Aguilar

Cualquiera que haya presenciado una sesión plenaria del Congreso de los Diputados o del Senado habrá advertido la férrea naturaleza de las convicciones de sus señorías, que además se atienen tanto a la ley de Lavoisier como al principio de la impenetrabilidad de la materia y, por tanto, de la inutilidad de los intentos de alterar con argumentos racionales las posiciones y el voto de sus señorías, que permanecen atadas a la estricta observancia de sus respectivas cofradías. Desde otro ángulo, Javier Núñez Hidalgo afirma que la lectura del Diario de Sesiones, cuyo primer número se publicó el 16 de diciembre de 1810, facilita un acceso diferenciado a la realidad de los debates parlamentarios y considera que su lectura "constituye la mejor herramienta para conocer la historia política, social y económica de nuestro país". Claro que, para que así fuera, habría antes que verificar que el parlamento tuviera la condición de caja de resonancia y ofreciera un reflejo fiel de lo que acontece en la calle. En todo caso, puede aceptarse sin problemas que "los Diarios de Sesiones del Congreso de los Diputados y del Senado constituyen la expresión máxima del principio de publicidad que debe regir en toda asamblea legislativa".

En nuestro caso, que el Diario de Sesiones surgiera en el Cádiz de las Cortes es una prueba más del ejemplo excepcional que brindaba una ciudad sitiada que, en vez de empobrecerse mentalmente entregándose a las artes de la censura, fácil de justificar en aras de mejor servir a las necesidades castrenses teniendo al enemigo a las puertas, prefería engendrar una inesperada Constitución liberal que, incorporaba la primera proclamación de la libertad de prensa. Interesa advertir que era precisamente en los periódicos allí editados con ese amparo constitucional donde con más ferocidad se atacaba a la libertad de expresión. Así las cosas, en 1810 fueron los diputados de las Cortes de Cádiz, según apunta Núñez Hidalgo, quienes desde el principio de sus deliberaciones sintieron la necesidad de contar con un periódico de las Cortes que reflejara lo sucedido en sus sesiones con absoluta integridad, fidelidad e independencia. Su aparición traía causa de la manera parcial y tergiversada que exhibían los periódicos al dar cuenta de las intervenciones parlamentarias. Momento de subrayar que el poder, todo poder, o mejor todos los poderes, no solo el poder Ejecutivo como sostenía Maurice Joly en su libro Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, han querido hacerse periodistas para enfrentarse mejor, con sus mismas armas, a quienes les combatían. Cuestión distinta es que la estricta neutralidad del Diario de Sesiones dejara a dicha publicación fuera de esas batallas.

En los tiempos que corren se observa una contención excesiva de los redactores del Diario de Sesiones que evitan reproducir la frase de la señoría que interrumpe

De regreso en Madrid, en nuestros días la elaboración y redacción del Diario de Sesiones compete al Cuerpo de Redactores Taquígrafos y Estenotipistas de las Cortes Generales, cuya tarea consiste en pasar de la oralidad a la redacción de un texto escrito. Es decir, que han de transcribir y puntuar, además de reflejar mediante las acotaciones, recogidas en letra cursiva y entre paréntesis, todo lo que, fuera de las intervenciones formales, sirve para dar fe del ambiente. Así, los aplausos, las interrupciones, los rumores, y las risas, o la que daba cuenta el 23 de febrero de 1981 de que cuando eran aproximadamente las 18.20 horas hacía su irrupción en el hemiciclo de un número elevado de gente armada y con uniforme de la Guardia Civil, que se sitúa en lugares estratégicos… Señalemos también que en los tiempos que corren se observa una contención excesiva de los redactores del Diario de Sesiones que evitan, por ejemplo, reproducir la frase de la señoría que interrumpe acogiéndose al formulismo acuñado de limitarse a reseñar que "el señor (aquí el nombre del diputado o senador) pronuncia palabras que no se perciben". Pero sucede que muchas veces las palabras sí se han percibido, aunque en algunas ocasiones no lo hayan sido de modo inteligible. Otro signo de timidez, de sentido contrario, se observa cuando desde la tribuna o desde el escaño el diputado o el senador en el uso de la palabra exhibe un gráfico cuyo contenido, por completo imperceptible, no se registra bajo esa condición. ¿No sería obligado que, en estas ocasiones cada vez más frecuentes, la presidencia de la Cámara se incautara de los gráficos y ordenara su inserción como anexos en el Diario de Sesiones correspondiente? La sesión de la Comisión de Defensa del martes 5 de noviembre de 1985, que presidía Guillermo Galeote, sentó el precedente al publicar las 32 dispositivas de que se había servido el ministro Narcís Serra en su comparecencia en el Diario de Sesiones de aquel día. Veremos.

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