El doble peligro de ser un hombre trans en Irán: "Pese al miedo salía a la calle sin velo y con ropa masculina. Quería ser quien soy"

  • Mani huyó de la República Islámica en 2015 y lleva cuatro años viviendo en España. 
  • Su país somete a personas como él a terapias de electroshock y si la familia se niega no pueden cambiar de sexo.
  • Él cuenta su historia para que se ponga el foco en otros refugiados iraníes que permanecen atrapados en Turquía.
Protestas contra el régimen iraní tras la muerte de la joven Mahsa Amini.
Protestas contra el régimen iraní tras la muerte de la joven Mahsa Amini.
Sedat Suna / EFE / EPA
Protestas contra el régimen iraní tras la muerte de la joven Mahsa Amini.

Mani creció cambiando de colegio cada curso. Con mucho miedo cuando salía de casa. En una pelea constante con sus padres. Había nacido niña pero siempre se identificó con el género masculino. Sin mucho acceso a internet, sin información ni referentes, se encontraba desorientado, sin saber exactamente lo que le ocurría, pero sí con la conciencia de que se sentía diferente a sus compañeras de clase. Y eso en un país como Irán se paga. 

"A la escuela iba con el hiyab pero educación física la dábamos en un club de gimnasia y, al ser un sitio cerrado, nos lo quitábamos para hacer deporte. Ahí todos veían que llevaba el pelo corto. De quinientas estudiantes yo era el único que lo llevaba así. Y eso me generó muchos problemas con los directores, los profesores... Más de una vez me amenazaron con llevarme a un internado para que 'me pusieran en mi sitio'", cuenta este chico, que más allá del entorno escolar, cuando salía a la calle lo hacía desafiando las estrictas normas que el régimen islámico impone a las mujeres. "Pese al miedo, salía sin velo y con ropa de hombre. Quería ser quien soy. Por encima de todo quería demostrar quién soy", clama a sus 26 años y después de cuatro viviendo en España. 

Aquello le generaba fuertes conflictos con sus padres. Ahora entiende que se oponían por temor a que le pasara algo pero entonces pensaba que estaban en su contra. Cualquiera les podía haber delatado ante las autoridades o podía haber sido arrestado por la Policía de la Moral en una de sus salidas. Este cuerpo fue creado en 1979, cuando la Revolución Islámica derrocó al último sah, y durante décadas se ha ocupado con mano de hierro de hacer cumplir las leyes. A las mujeres se les prohíbe vestir pantalones cortos, ir maquilladas, lucir un collar demasiado llamativo o un corte de pelo demasiado moderno. Y, por supuesto, el uso del hiyab debe ser riguroso.

Esa policía detuvo a Mahsa Amini en Teherán el pasado 13 de septiembre, supuestamente por llevar mal puesto el velo. La joven de 22 años tuvo que ser trasladada de la comisaría al hospital al entrar en coma y a los tres días falleció. Las autoridades lo atribuyen a que tenía problemas de salud y hablan de "incidente desafortunado" pero su familia lo niega y son muchos los que creen que murió a causa de los golpes que le propinaron los agentes. El suceso ha provocado una ola de protestas y altercados en una sociedad indignada también por una grave crisis política y económica. "Ahora pienso que mis padres tenían razón. Yo podía haber muerto. Como le pasó a ella", reconoce Mani.

Pese a vivir en un entorno muy complicado, él admite que tuvo suerte. Con una apariencia "muy masculina" pudo pasar desapercibido para las fuerzas del orden pero sabe que no todos tienen la misma fortuna. En Irán la homosexualidad está castigada con pena de muerte pero el régimen ha intentado vender que la transexualidad sí está permitida. Mani denuncia sin embargo que las personas trans son sometidas a un largo proceso cuya finalidad es lograr la conversión. 

"Empiezan con electroshocks, a lo que le sigue la terapia con un psicólogo y por último se aborda el tema con los familiares. Si después de todo eso mantienes tu deseo de cambiar de sexo, siempre que la familia lo acepte, en Irán está permitida la operación. El problema es que se hacen de forma muy chapucera y hay gente que arrastra infecciones durante años", afirma. Y es después de la última intervención cuando se permite modificar el nombre en los registros. Pero si la familia se opone y el cambio de sexo no se realiza, se determina que esa persona es homosexual, con la consiguiente sentencia de muerte.

Este joven no llegó a pasar por ese calvario. Huyó de su país en 2015, siendo apenas un chaval, ante la amenaza del padre de su novia de denunciarle si volvía a ver a su hija. Así fue como llegó a Turquía, donde permaneció en un campo de refugiados hasta 2019, cuando España aceptó su solicitud de asilo. Aterrizó con otras 80 personas, la mitad de ellas igualmente compatriotas del colectivo LGTBI

"Los primeros meses me sentí muy solo porque aquí no había una comunidad iraní como si la hay de otros lugares. No tenía amigos, ni familia y ni podía hablar persa ni sabía español. Me costó un año acostumbrarme", relata ahora sí en un castellano bastante fluido. Hoy, gracias al apoyo de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), es independiente económicamente, tiene proyectos laborales de futuro, pero "todavía necesita acompañamiento, sobre todo personal", afirman desde la organización. 

A través del relato de su historia, este joven persigue un doble objetivo. En primer lugar pretende que no se olvide lo que está pasando en su país, donde la ciudadanía está arriesgando la vida para intentar derrocar al sistema y poder vivir en libertad. El Gobierno está intentando silenciar las protestas de manera interna, con una fuerte represión, y de manera externa, cortando el acceso a internet. Pero la lucha sigue. 

Y en segundo lugar, quiere que se preste atención a una realidad mucho más olvidada: la de los refugiados iraníes que se encuentran varados en países como Turquía o Malasia. "Me preocupa su situación. Algunos llevan incluso diez años o más pidiendo refugio y no se les concede. Son mujeres, gais, lesbianas, bisexuales, transexuales... a los que nadie hace caso. No hay ni una sola respuesta por parte de la ONU. Están en tierra de nadie y no son libres. Han conseguido escapar de una tiranía pero están en otra cárcel", manifiesta.

De esta forma, y desde la posición de cierto 'privilegio' en la que se siente por haber conseguido llegar a "un país libre", busca "ser una voz para las personas dentro de Irán y extender la mano" para quienes esperan una solución fuera, en definitiva, víctimas como él, "pero sin suerte"

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