Reportaje

El arriesgado viaje de Oksana para rescatar a su madre en ‘el paraíso prorruso’

En las calles de Donetsk casi no se ve gente y los que salen a la calle son mujeres o personas mayores
En las calles de Donetsk casi no se ve gente y los que salen a la calle son mujeres o personas mayores
Olha Kosova
En las calles de Donetsk casi no se ve gente y los que salen a la calle son mujeres o personas mayores

En vísperas del conflicto armado, en febrero de 2022, el presidente ruso Vladimir Putin reconoció las Repúblicas Populares de Lugansk y Donetsk como independientes de Ucrania. Durante esa guerra, la del Donbás, iniciada en 2014, los medios occidentales y ucranianos independientes tuvieron acceso muy limitado a este territorio tanto como a la República de Crimea por varios motivos. El requisito obligatorio para entrar a las autoproclamadas repúblicas es estar empadronado en la zona, así que sobre la vida allí dentro no se sabe mucho.

A miles de ucranianos de Mariúpol se los llevaron a la República Popular de Donbás (DNR), y algunos de ellos acabaron en los campos de filtración en Rusia, donde se interroga a los ucranianos que se encuentran en zonas ocupadas. Oksana, una economista de 56 años, pasó casi toda su vida en la ciudad de Donetsk, pero después del referéndum del 2014 sobre el estatus político de estos territorios tuvo que dejarlo todo y huir a Kiev. Volvió a su pequeña patria ocho años después para rescatar a su madre, Janna, una profesora de alemán de 84 años. 

A Janna, la guerra la pilló en Mariúpol. El 5 de marzo, la conexión con ella estaba perdida. Su búsqueda se convirtió casi en una novela policial, en la que durante dos meses los grupos de Telegram y los testimonios de los vecinos se convirtieron en la fuente principal sobre su destino.

"Nunca me hubiera imaginado que mi operación de rescate acabaría en un festival musical celebrado, en plena guerra, en Crimea, donde tuve que dejar a mi madre", cuenta Oksana, mientras enseña un vídeo en el que pueden verse a cuatro mujeres vestidas con los trajes rusos tradicionales bailando y cantando sobre el amor hacia Rusia por las calles de Yalta, una ciudad de Crimea.

“Rusia que bueno que yo te tengo a ti,

el oso, balalaika (un instrumento musical)

y vodka (la bebida alcohólica típica)

soy patriota, soy patriota…”

Las banderas tricolor están por todos los lados y las pancartas al lado de las carreteras dejan claro, con letras enormes, a quién pertenece la península: "Rusia no es Europa". "Es muy simbólico que para la palabra 'patriota' (en ruso, el femenino es patriotka), la única rima que encontraron fue 'vodka'”. Una canción que, encima, se entona en un festival al que se ha llamado “Gran palabra rusa”, explica Oksana.

Llegar a las repúblicas autoproclamadas es difícil y bastante costoso. El sistema es "de dos autobuses" (en Rusia no se puede viajar en autobús ucraniano) y tres aduanas (Ucrania-Lituania-Rusia-Donetsk). En la frontera de Rusia con Lituania pasó unas 5 horas. Luego, cruzó la frontera caminando para coger otro autobús hacia el límite con Donetsk. Tras pasar la aduana, lo primero que notó Oksana fueron las carreteras destrozadas por los tanques. "Los nuestros", empezó a comentar la gente en el autobús con orgullo.

Oksana tuvo siempre un amor especial hacia su pequeña patria, que recuerda con nostalgia como una ciudad limpia, europea y muy vivida…Los hoteles y las boutiques caras, el sistema de transporte construido especialmente para la Eurocopa de 2012 (celebrada en Polonia y Ucrania), las multitudes de turistas internacionales... Ahora, la situación en Donetsk no tiene nada que ver con la de antes del 2014. A su llegada, le pareció que el tiempo allí "había parado" y "hasta los vendedores en el mercado siguen siendo los mismos"'.

Los símbolos rusos se pueden ver en toda las ciudades: desde los monumentos de los héroes fallecidos hasta en las pancartas en el centro. Y las banderas de la República y de Rusia están en cada establecimiento y tienda. "Todos las boutiques están cerradas. Las cadenas de las tiendas con los nombres ucranianos ahora llevan los nombres rusos", comparte Oksana. Las calles de Donetsk, según relata, están casi vacías, y la mayoría de la gente que se encuentra allí son mujeres o gente mayor. Habitantes de Donetsk, que prefieren mantener el anonimato, dicen que el principal motivo de no encontrarse con hombres por la calle es el miedo a que les lleven al Ejército. Así, un hombre que trabaja de dentista y tiene su clínica, cuenta que sale solo dos veces a la semana a trabajar, y habiendo comprobado previamente en un grupo de Telegram que en su calle no hay representantes militares.

Los símbolos rusos y la publicidad se pueden ver en todas las ciudades del Donbás
Los símbolos rusos y la publicidad se pueden ver en todas las ciudades del Donbás
Olha Kosova

Según el gobierno ruso, el ejército ucraniano está bombardeando los objetivos civiles de una manera indiscriminada. Los expertos ucranianos dicen que es mentira y lo demuestran a través de grabaciones de "llegadas", es decir, el tiempo entre la salida y llegada de un cohete. Según sus explicaciones, estas llegadas apenas duran unos segundos, por lo que resulta imposible que hayan sido lanzadas desde territorio ucraniano. Además, explican que la parte ucraniana ni tiene motivos para bombardear la ciudad… ni tampoco oportunidad, ya que la munición de artillería escasea.

En ese escenario, y en una ciudad natal que notó muy cambiada, Oksana por fin encontró a su madre. En su antiguo piso, y tras tres meses de búsqueda, Janna apenas reconoció a su hija. Se encontraba con varias heridas y moratones y solo pesaba 40 kilos (mide 1.75 centímetros), por lo que no podía caminar.

¿Que pasó con Janna?

"Me encantaba venir a Mariúpol a visitar a mi madre y a Marsik (el gato). Parecía que nunca iba a envejecer. Por supuesto, los años le pasaron factura y, sobre todo después de la Covid, quedó claro que su salud ya no era como la de antes. Y, sin embargo, mamá se mantuvo firme. Al menos, hasta el 24 de febrero", declara Oksana con tristeza.

La guerra pilló a Janna en su piso. Estaba tranquila, porque consideraba Mariúpol una fortaleza bien protegida. El día 5 de marzo, se le acabó la batería del móvil y ya no tenía electricidad para cargarlo. A los 10 días, ya no pudo ni calentar ni agua. Uno de los primeros bombardeos en la ciudad destrozó una parte del edificio, que le provocó una сonmoción cerebral y varias heridas. La presidenta de la comunidad vio a la anciana cuando subía para poner botellas con agua caliente cerca de su marido, que no podía bajar porque estaba enfermo de cáncer. Los vecinos le ayudaron a bajar al sótano. En el incendio provocado por el cohete murió su gato y se perdieron sus papeles. Los vecinos luego le comentaron a Oksana que tenían miedo de sacarla del sótano porque "la mujer hablaba ucraniano y esperaba que les salvaran los de las Fuerzas Armadas de Ucrania".

"Hemos pasado por todos los círculos del infierno igual que muchos ucranianos que buscaron a sus familiares en Mariúpol. Algunos voluntarios nos exigían miles de euros para salvarla, pero descubrimos que era una estafa. La buscamos en las listas de la gente desaparecida. Muchas veces perdía la esperanza pero no paramos hasta que la encontramos en el hospital en uno de los puntos de filtración", informa Oksana.

Hemos pasado por todos los círculos del infierno igual que muchos ucranianos que buscaron a sus familiares en Mariúpol

Según Janna, la llevaron al hospital por la hemorragia que le provocó el ataque. Allí, la dejaron en el pasillo en la tercera planta junto con otra gente mayor, "como un perro", gritando de dolor. En el centro hospitalario pasó unos días sufriendo, hasta que los amigos de su hija la encontraron por casualidad en una de las listas y la llevaron hasta Donetsk. Conseguir los papeles para devolver a Janna al territorio controlado por Ucrania se convirtió en una misión imposible. Para obtener un pasaporte de la República autoproclamada de Donetsk hay una cola hasta finales del año 2023-2024, y el documento de filtración obligatoria no sirve para nada porque en Rusia no lo reconoce. Al salir del territorio de Donetsk, en la aduana rusa, les obligaron a salir de autobús, y con la frase "no os preocupéis, os hemos salvado", llevaron a Janna y Oksana al campo de filtración. Tras pasar por un interrogatorio de la Policía, conseguir el documento migratorio para poder viajar por el territorio ruso y tomar sus huellas dactilares en la ciudad de Taganrog, Oksana decidió llevar a su madre a la casa de sus amigos en Crimea.

A pesar de todas las peticiones realizadas al Gobierno ucraniano, la única manera que tienen de obtener los papeles es presencialmente, en el territorio controlado por Ucrania. De otra manera, tendrían que viajar por el sur, a través de territorio ocupado por el Ejército ruso, hasta Vasylivka, donde hay gente que pasa hasta 5 días en los coches, bajo el sol y sin agua ni comida, esperando su turno para salir. Y Oksana está convencida de que su madre no aguantaría el viaje.

Janna no es la única persona de Mariúpol que no puede volver. Hay muchas razones para ello, pero las principales son la pérdida de papeles y la falta de dinero. Karina, una enfermera de 60 años, pasó 4 meses viviendo con su hijo en el campamento para los niños en Izhevsk. Cuando empezó la guerra, no pudo dejar Mariúpol por su madre, que estaba enferma. Tras un mes cuidándola en un sótano, sin condiciones, la enterró cerca del edificio. Los bombardeos no le permitieron marcharse a territorio ucraniano. "Después de lo que pasamos en Mariúpol… no ha sido tan malo. Pero hemos comido col en todas sus variantes y ya no puedo ni mirarlo. Se me han acabado todos los ahorros y no tengo suficiente para volver", lamenta. Aunque Karina tuvo la suerte de conseguir el contacto en Telegram de una organización de voluntarios rusos que les ayudaron a escapar de Rusia y les dieron 50 euros para comprar los billetes del tren. "No sabíamos cual sería nuestro próximo paso… No tenemos dinero, ni casa, ni familiares. Lo único que sabíamos era que necesitábamos volver ", declara Karina.

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