Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Fotos de comida: naturaleza muerta, vulgaridad viva

Alimentos para el cuerpo y la vanidad.
Alimentos para el cuerpo y la vanidad.
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Alimentos para el cuerpo y la vanidad.

Ponen el móvil encima de la servilleta. Están, pero no están. Algo pasa. Llega el camarero con el primer plato y comienza la fiesta. Estaban esperando. Es un ejercicio de tiro al plato. Van a hacer una foto a la comida y la compartirán de inmediato en sus redes. Son así. Tengo algunos amigos que lo hacen. Aceptan bien la broma, pero siguen a lo suyo, como si tuvieran una misión especial, un objetivo superior.

A veces imagino que cogen el plato, salen a la calle y se lo enseñan a los que pasan por ahí: ¡Mirad lo que voy a comer! Supongo que existen diversas motivaciones para subir a tu Instagram la foto de cualquier mandanga con cebollita caramelizada. Está claro que proyectamos una imagen y la comida dice cosas sobre nosotros: movimiento, dinamismo, estatus, variedad, exotismo, curiosidad y otras muchas sensaciones que podemos meter entre el pan y pan de una hamburguesa.

Hay también un afán por comer doble, con la boca y con los ojos, y también hay una cierta necesidad de permanencia, de dejar constancia. Hace tiempo que la comida es cultura, que llamar patatita a la patata multiplica su precio por diez, que hablar de comida es normal y no una vulgaridad, que hablar de comida mientras se come es cada vez más habitual y que morirte de hambre y de sed por cien euros en un restaurante no es tan difícil.

Hay también un afán por comer doble, con la boca y con los ojos, y también hay una cierta necesidad de permanencia, de dejar constancia.

Las latas de sopa Campbell de Wharhol, los retratos de Arcimboldo, los bodegones innumerables de diversas épocas de la historia del arte, los banquetes romanos recogidos en mosaicos de Pompeya, los comedores de patatas de Van Gogh o el Montón de mantequilla de Antoine Vollon son obras de arte que explican al ser humano en diversos momentos de su evolución. Quizá estas fotos de redes sociales nos explican también hacia dónde vamos.

Y vamos hacia la irrelevancia. Si se busca en Internet algo sobre este fenómeno, solo se encuentran artículos que se fascinan con la expresión inglesa “food porn” y que te dan consejos para hacer bien las dichosas fotos de comida. Nadie te dice lo siguiente: estás haciendo el ridículo, eres redundante, vulgar y no estás en lo que estás. Nadie te da un consejo como este: si quieres ser diferente, haz una foto de esa comida después de haber pasado por tu aparato digestivo y por tu aparato excretor. Ponle una buena etiqueta, por ejemplo esta: “mierdita” y súbelo a tus redes. Lo vas a petar.

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