Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Y después vendrá el invierno

Una joven se refresca en un fuente de un parque de Lleida en plena ola de calor.
Una joven se refresca en un fuente de un parque de Lleida en plena ola de calor.
EFE/Ramon Gabriel
Una joven se refresca en un fuente de un parque de Lleida en plena ola de calor.

Arde todo en el sur de Europa. El fuego que nos agobia se convierte en llamas en los países mediterráneos. La península ibérica, España y Portugal, son los países más afectados. Los datos oficiales que se van conociendo son escalofriantes –valga la expresión tan inapropiada– bajo los cuarenta y tantos grados que nos ahogan.

Son decenas y decenas de tierras ardiendo sin control, millares y millares de hectáreas calcinadas, cosechas de cereal abrasadas y, lo que es peor de todo, ceca de cien muertes. "Esto no se aguanta", es la expresión que se escucha en la búsqueda de las sombras. De repente las terrazas de los bares se han quedado vacías. Cada uno se cobija donde puede.

No hay toldos ni nubes de polvo líquido que ayuden a respirar ni refrescos helados que mitiguen la sed. Todos deseamos que esta ola tan angustiosa pase pronto. Pero mientras, se olvida que después vendrá el ansiado otoño, que el termómetro se volverá más complaciente y, enseguida, el invierno que se echa de menos.

Sin ánimo de amargar las ilusiones puestas en el próximo futuro nos olvidamos de que en pocos meses lo que haremos será tiritar de frío. Las restricciones que se preparan para ahorrar gas y electricidad no pueden ser más pesimistas. Habrá que resignarse a mantener las calefacciones a un máximo de diecinueve grados.

El confort doméstico que echamos de menos tiene los días contados. La guerra ruso-ucraniana obligará a bajar el nivel de las calefacciones. Y entonces quizás echemos de menos los sudores que julio nos está haciendo pasar. Aciertan los que aseguran que nunca llueve a gusto de todos y el sol y el frío todavía menos.

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