Estoy feliz. Este domingo he logrado una de mis mayores proezas personales. He estado toda la mañana sin mirar el móvil. ¿Te lo puedes creer? Y todavía más difícil, ¡he dejado el móvil en casa! He salido a la calle, corrido por el parque, paseado por un bosque precioso, bañado en el mar, comprado fruta y verdura, preparado un gazpacho que he disfrutado junto con un buen amontillado fresquito, sin caer en la tentación de fotografiarlo todo, de contarlo todo, de mirar cada cinco minutos por si tengo alguna llamada o mensaje, alguna notificación, algún vídeo de gatitos graciosos.
Confieso que me ha costado. Varias veces he echado la mano al bolsillo buscando el cacharrito de marras que no llevaba. O me parecía que vibraba en el bolsillo. Otras creí haber perdido el contacto con mi compañera y temí no volver a encontrarla hasta regresar a casa, pero cosa rara, nos hemos encontrado sin problemas, tan fácilmente como cuando no había móviles y quedaba con los amigos en cualquier sitio a cualquier hora, y no tardaba mucho más en dar con ellos que ahora que sigo su ubicación en tiempo real y damos más vueltas que un molino, perdidos por las calles.
Me siento un héroe. Soy capaz de aguantar un domingo sin móvil. Capaz de apagarlo y dejarlo en casa. Capaz de orientarme sin necesidad del GPS, de escuchar el canto de los pájaros en lugar de tanta música enlatada, de registrar en mi mente un paisaje hermoso cuyo recuerdo permanecerá más imborrable que esas 8.000 fotos olvidadas en la tarjeta de memoria. Capaz y orgulloso de poder conectar con nuestra doble naturaleza, la que nos rodea y la que nos hace ser como somos, autónomos y suficientes sin necesidad de coberturas 5G ni baterías bien cargadas.
Comentarios
Hemos bloqueado los comentarios de este contenido. Sólo se mostrarán los mensajes moderados hasta ahora, pero no se podrán redactar nuevos comentarios.
Consulta los casos en los que 20minutos.es restringirá la posibilidad de dejar comentarios