Los tres meses de guerra en los que Putin resucitó a la OTAN: Rusia se estanca en el Donbás y la Alianza exhibe buena salud

HANDOUT - 23 June 2022, Russia, Moscow: Russian President Vladimir Putin takes part in the 14th BRICS (Brazil, Russia, India, China and South Africa) summit via video conference from Moscow. Photo: -/Kremlin/dpa - ATTENTION: editorial use only and only if the credit mentioned above is referenced in full 23/6/2022 ONLY FOR USE IN SPAIN
Putin
DPA vía Europa Press
HANDOUT - 23 June 2022, Russia, Moscow: Russian President Vladimir Putin takes part in the 14th BRICS (Brazil, Russia, India, China and South Africa) summit via video conference from Moscow. Photo: -/Kremlin/dpa - ATTENTION: editorial use only and only if the credit mentioned above is referenced in full 23/6/2022 ONLY FOR USE IN SPAIN

Cuando el 24 de febrero Putin, con semblante sombrío, camufló bajo las palabras "operación militar especial" lo que en realidad era una invasión en toda regla de Ucrania quizás no pensaba que casi tres meses después el escenario le sería tan complejo. Una de sus metas, al mismo tiempo que reforzaba la idea de Rusia zarista en la que cree, era debilitar a la OTAN. Para él es la principal amenaza del futuro ruso. Ya metidos de lleno en mayo, el mapa es bien diferente. Si Macron en 2019 aseguró que la Alianza estaba "en muerte cerebral" Vladimir Putin le ha dado más vida que nunca.

Para empezar con el frente bélico, los planes a gran escala del Kremlin eran quizás demasiado ambiciosas, aunque nunca ha estado muy clara su hoja de ruta. ¿Tomar Kiev, deponer a Volodimir Zelenski y colocar un Gobierno títere en Ucrania? Si ese era el plan, no le ha salido bien a Rusia, que ya ha tenido que centrarse en el Donbás, una zona que ya controla parcialmente y que podría acabar anexionándose. Los expertos tienen claro que Putin ha tenido que ir asumiendo fracaso tras fracaso y que ni siquiera será capaz de dominar Odesa, enclave fundamental por ser salida al mar. De la invasión a una operación más concentrada en el este. E incluso en los puntos que les pueden ser favorables, como Donetsk y Lugansk, los avances parecen ser escasos, como ya calcula la inteligencia británica.

En el Donbás se dio inicio en 2014 al Euromaidan, una rebelión popular que acabó con Viktor Yanukovich, un presidente cercano a Moscú. La región, precisamente, acogió la llamada Revolución Naranja. ¿Qué fue realmente? La movilización popular tras unas elecciones que tanto la oposición como la comunidad internacional calificaron como fraudulentas y que dieron como ganador al propio Yanukovich frente al nacionalista y europeísta Viktor Yúshenko. Esto era todavía el año 2004 y los comicios tuvieron que repetirse, aunque en 2010 Yanukovich sí ascendió al poder, pero la historia se repitió.

Donetsk y Lugansk son la mecha que enciende el conflicto entre Rusia y Ucrania, una vez cada cierto tiempo, para agitar Europa. Y Rusia ha acabado llevándoselas a su terreno, con el levantamiento prorruso que acabó con la declaración de independencia de ambas zonas a través del apoyo de efectivos 'sin bandera' enviados por el Kremlin. Esto es, una especie de milicia que dio soporte a los rebeldes favorables a Rusia. Esos pasos coincidieron casi en el tiempo con la anexión ilegal de Crimea por parte del régimen de Vladimir Putin. Ahora, en 2022, el conflicto en Ucrania ha vuelto a girar a esa zona.

Si se mira la lista de grandes objetivos que planeaba Moscú, solo ha conseguido controlar Jersón, y al mismo tiempo ha tenido que ir reculando, según las últimas informaciones, de otros puntos como Jersón. Mientras, Mariúpol sigue representando el foco del horror con la central de Azovstal sin desalojarse del todo. Ucrania, con todo, juega sus bazas: resistencia, llamamientos a Occidente para que la siga armando, y optimismo de cara a ganar una guerra que ya se ve irrenunciablemente cronificada. Uno más de tantos conflictos congelados que mantiene Moscú 'vivos' cuando le interesa para, en parte, presionar a quienes considera sus rivales estratégicos: la OTAN y sus socios. 

Y la Alianza Atlántica aguanta entera. La organización, casi acabada para muchos y que Putin quería tumbar del todo, respira acompasada y no solo eso: está cada vez más cerca de coger impulso sumando como nuevos miembros a Finlandia y Suecia. Helsinki ya ha hecho oficial su intención de sumarse al atlantismo tras ochenta años de una neutralidad ciertamente ficticia, pues era colaborador estrecho de la OTAN. En Suecia, el giro es tan grande que incluso el Partido Socialdemócrata, primero del país, ha dejado atrás su histórico rechazo a la OTAN para apoyar sumarse a ella. 

Y bienvenidos son los nórdicos incluso pese a que tengan que superar trabas. ¿Por qué? Porque Turquía les acusa de ser "refugios de terroristas", y por eso podría vetar sus entradas -para el acceso se exige unanimidad entre los miembros-, aunque de momento no hay nervios entre los (futuros) candidatos. Recep Tayyip Erdogan dice que serán "solidarios" pero sigue poniendo pegas. Su 'sí' final quizás acabe dependiendo de una llamada de la Casa Blanca, pero eso solo el tiempo lo dirá.

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, incluso les ha prometido a los dos estados que llamarán a la puerta un "acceso rápido" mientras que fineses y suecos reconocen que el mapa de seguridad europeo ha cambiado. Rusia lo ha modificado, pero no como le gustaría. "Es un día histórico, se abre una nueva era. Nace una Finlandia protegida como parte de una región nórdica estable, fuerte y consciente de sus responsabilidades", sostuvo el presidente finés, Sauli Niinisto, dando buena cuenta del cambio de época en el que ha entrado el mundo.

Rusia no quiere ni oír hablar de más OTAN, y ha amenazado con "represalias" si al final Suecia y Finlandia acaban entrando, pero la victoria de Putin es, si acaso, mantener a Europa en tensión mientras aprieta el yugo energético. A los fineses ya les ha cortado la electricidad, mientras a otros les aprieta el botón de 'apagar' para dejarles sin gas. Polonia y Bulgaria son los primeros, pero el problemático es Alemania. Cortarle el suministro a uno de los motores de la UE supondría otro viraje más en la batalla geopolítica. Por eso la Unión quiere prepararse para lo que pueda pasar. Pero se encuentra con ella misma: a la vez que busca deshacerse de una dependencia energética de Rusia demasiado cara, hay países que bloquean el veto al petróleo. Los 27 se han frenado en seco tras cinco paquetes de sanciones. El carbón ruso ya se ha vetado, el petróleo costará más visto lo visto, y el gas sigue siendo tabú.

Quién sabe si algún día se podrá leer el diario de Putin y se descubran sus planes reales con y en Ucrania. De momento ha logrado lo contrario de lo que pretendía: quería menos OTAN, hacerla pequeña, y se ha encontrado con más Alianza que nunca, aspirante a crecer con el paso de los años. Kiev busca el amparo y el abrazo de la UE, como Moldavia o Georgia. Finlandia y Suecia quieren un sitio en la mesa atlantista. Y mientras, Rusia gira y gira la guerra en Ucrania hasta ver cómo y por dónde la puede ganar... si la gana. Después de casi tres meses solo una cosa parece clara: esto va para largo.

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