¿Por qué Putin no se deshace de Zelenski? La seguridad férrea que rodea al líder ucraniano y evitar la imagen de mártir frenan al Kremlin

Putin y Zelenski, reunidos con Merkel y Macron, en una imagen de archivo.
Putin y Zelenski, reunidos con Merkel y Macron, en una imagen de archivo.
EFE
Putin y Zelenski, reunidos con Merkel y Macron, en una imagen de archivo.

Las novelas bélicas de ficción casi siempre hablan de líderes derrocados, y la historia está llena de cambios de régimen que se dieron en todas las circunstancias imaginables. Pero la invasión rusa de Ucrania y la consiguiente guerra tiene otras características. Por empezar por lo más fácil: ni Rusia quiere ya deponer a Volodímir Zelenski, o al menos no es uno de sus objetivos principales a estas alturas, ni Occidente puede (por ahora) acabar con la estructura de poder de Vladimir Putin. El componente del asesinato del enemigo también quedaría descartado. Ambas cosas son más, precisamente, novelescas que reales. Además, en el caso 

Antonio Alonso, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad CEU San Pablo, explica a 20minutos que "una cosa es lo que se diga en las negociaciones y otra cosa son los objetivos a largo plazo". Y a largo plazo, dice, "el objetivo de Putin es colocar en Ucrania un gobierno títere. Putin ha dicho que lo tiene que decidir el pueblo ucraniano, pero eso traducido es que se trata solo de una cuestión de tiempo". Así, la meta pasa por situar en Ucrania un Gobierno como el de Alexander Lukashenko en Bielorrusia. "Quiere que de momento Ucrania sea un pozo de problemas".

Pero en el otro lado, Alonso lo tiene claro. "Es imposible derrocar a Putin", sentencia en pocas palabras. Rusia no es ni Ruanda ni Yugoslavia. Si se quiere sentar en el banquillo de los acusados a Vladimir Putin habrá que esperar al juicio final, porque sobre la Tierra no se dará", prosigue, antes de recordar que "el liderazgo ruso hay dos formas de ejercerlo: de forma débil o de forma fuerte. Entre los primeros está por ejemplo Gorbachov, que cayó con un golpe de estado. Putin usa la segunda manera, incluso cuando no era presidente". De esta forma, esgrime Alonso, "esperar que le vayan a dar un golpe de estado es una esperanza un tanto naif que está más nutrida por los deseos de que la guerra acabe que por la realidad".

Si se quiere sentar en el banquillo de los acusados a Vladimir Putin habrá que esperar al juicio final

Por su parte, Álvaro de Argüelles, analista de geopolítica en El Orden Mundial comenta que Rusia ya no quiere deponer a Zelenski, "y el hecho de que él haya estado recibiendo visitas de líderes extranjeros pone de manifiesto que su integridad física no está amenazada, aunque evidentemente sigue siendo un enemigo para Rusia". En sus palabras, "ahora Moscú está muy desincentivada a llevar a cabo esa acción porque Occidente está respondiendo y por otro lado porque la muerte de Zelenski, su captura u obligarle a abandonar Kiev era un objetivo en un plan mayor" que no se ha dado. "Eliminarle traería más sanciones contra Rusia, pero no provocaría un cambio de régimen", termina Argüelles.

En cuanto a la posición de Putin, el analista parafrasea al secretario de Estado de EE UU, Anthony Blinken, que dice que "Ucrania está en posición de ganar la guerra". Así, Argüelles considera que "ese es el punto en el que está Occidente, en causar una derrota grave para el Ejército ruso". En ese escenario, el analista opina que los aliados occidentales "buscan debilitar al Ejército ruso para que en el futuro Moscú vea mermada su capacidad de amenazar tanto al resto del territorio ucraniano como a otros países". Con todo, continúa, "no creo que la intención sea que Putin acabe siendo sustituido porque además esa operación es arriesgada. Nada garantiza que su sustituto no sea igual o más peligroso en su política exterior o que, en el caso contrario, no se encuentre un reemplazo fuerte y se produzca una situación de inestabilidad o de vacío de poder".

No creo que la intención sea que Putin acabe siendo sustituido porque además esa operación es arriesgada

Vladimir Putin es un autócrata clásico: su refugio es un búnker lujoso, hermético, alejado a miles de kilómetros de la capital y en el que solo entra su círculo de confianza, del que tampoco se conoce demasiado. Parece desgastado, pero no lo está tanto tanto. Sigue controlando los pilares de su régimen y se mantiene apoyado en los Siloviki, antiguos miembros de los servicios secretos soviéticos que ahora se han pasado a la política para formar el núcleo duro del presidente. No hay constancia de que esa armadura esté resquebrajada, aunque la inteligencia estadounidense lleva semanas asegurando que muchos de sus asesores "no quieren contarle la verdad" sobre el conflicto en Ucrania.

Putin, en ese refugio, estaría acompañado por su familia, sobre la que las informaciones se han sucedido durante los años sin que se sepa ni su paradero ni los vínculos afectivos que mantiene con el presidente. Pero, sin ir más lejos, sus hijas están en la lista de sancionados de Estados Unidos. El búnker digno de un zar está situado en la República de Altái, al sur de Siberia y cerca de las fronteras con Mongolia, China y Kazajistán. Este alojamiento 'secreto' según los expertos está preparado para sobrevivir a una guerra nuclear. Occidente sabe que mover a Putin del sillón de mando es hoy por hoy tarea imposible, y solo puede aspirar a que sea su propio afán el que termine por desgastarle. ¿Putin podría caer por su propio peso y por su propio ego? Sí, pero no a corto plazo.

La situación de Volodimir Zelenski es mucho más delicada. El presidente ucraniano actúa como un fantasma. Lleva un 'escudo' de seguridad formado por un amplio equipo de las fuerzas militares especiales que se encargan de su protección, sobre todo después de los intentos de asesinato que se produjeron en los primeros días de la invasión y que, tal como apuntó la prensa británica en su momento, fueron frenados por infiltrados que avisaron al líder de que debía huir. Además, no puede estar más de quince minutos en el mismo sitio por razones de seguridad.

Eso no quita para que Zelenski pise el terreno, sobre todo desde que Kiev dejó de estar asediada por las tropas rusas. Viaja, pasea por las calles de noche, recibe a líderes internacionales, pero, evidentemente, nunca lo hace solo. Eso sí, ha llegado incluso a dar una rueda de prensa en los andenes de una estación de tren en Kiev. Zelenski no es solo Volodimir, sino también quienes le mantienen con vida. Nunca estuvo del todo claro si la meta de Rusia era tomar Kiev para colocar un Gobierno títere, pero en todo caso ese objetivo parece haber pasado ya a un segundo plano. Zelenski, vestido por momentos de héroe, sigue en pie. Ucrania no va a ceder y Rusia, aunque se rearme, no tiene previsto renunciar. Y cada una lo hará con su propio líder al frente, al menos a corto plazo: Zelenski y Putin.

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