Le Pen busca en el debate decisivo contra Macron superar su "mayor fracaso" político

Le Pen y Macron, antes del debate de 2017.
Le Pen y Macron, antes del debate de 2017.
EFE
Le Pen y Macron, antes del debate de 2017.

El 3 de mayo de 2017 Emmanuel Macron y Marine Le Pen se sentaron uno frente a la otra y la otra frente al uno para confrontar ideas, pero acabaron intercambiando reproches en un debate, el previo a la segunda vuelta de las presidenciales, que elevó al ahora presidente a los altares del poder de forma definitiva. Aquel 'combate' sirvió para confirmar a Macron y para dejar tocada a una Le Pen que perdió las pocas opciones que tenía. Ahora, en 2022, los nombres son los mismos, pero el escenario es otro e incluso ellos también son (o al menos parecen) diferentes.

"Tengo frente a mí a la gran sacerdotisa del miedo: es usted", le espetó Macron a Le Pen, mientras la candidata del entonces Frente Nacional ironizaba con que Francia estaría "gobernada por una mujer", ya fuese ella misma "o Angela Merkel". Cruzaron más ataques que propuestas. "Usted busca vivir del miedo y las mentiras, es lo que nutrió a su padre y a la extrema derecha francesa durante décadas", dijo Macron, y tuvo la respuesta de su contrincante: "Es el hombre del sistema". El sistema, ahora, tampoco es el mismo: crisis tras crisis, en Francia y en Europa, el desgaste es mayor. Y a quien le pesa es a Macron. Enfrente, Le Pen quiere representar el cambio, con apariencia de moderada, aunque su programa no haya hecho esa mutación. ¿Hasta qué punto han cambiado las cosas y, sobre todo, por qué el contexto es tan diferente?

"Le Pen ha hecho una campaña muy inteligente, con mucho selfie, evitando los grandes mítines. Es todo muy tacticista para evitar los grandes errores y además ha tratado de disimular las partes más radicales", comenta Aldo Rubert, investigador doctoral y profesor de sociología política en la Universidad de Laussane, a 20minutos. "Esto no solo se ve a nivel de discurso sino que se ha beneficiado de la aparición de Zemmour", con planteamientos más radicales que los de la candidata de Agrupación Nacional.

Macron carga a sus espaldas el balance de estos cinco años que no han sido brillantes

"En cuanto a Macron es muy curiosa la campaña que está llevando. No se sabe muy bien qué está haciendo. Está negando incluso que tiene un voto prestado e insiste en que la gente le vota porque quiere", continúa Rubert. Uno de los grandes debe del actual presidente, añade el profesor, es que "lleva bastante mal hablar con la gente a pie de calle" y al mismo tiempo "carga a sus espaldas el balance de estos cinco años que no han sido brillantes". En este sentido, Rubert saca dos conclusiones: "Ha logrado conservar un buen suelo electoral pero al mismo tiempo ha acabado siendo una persona bastante odiada". El profesor estima que Macron, asimismo, "parece muy confiado en que el rechazo a Le Pen le servirá para ganar y por eso ha hecho pocos guiños al electorado de izquierdas".

Sobre el debate, y respecto al de 2017, Rubert apunta que "Le Pen llega mejor precisamente porque ha llevado una campaña más prudente" aunque reconoce que "siempre hay una incógnita sobre si por ejemplo el hecho de eliminar de su programa la salida del euro de Francia es tacticismo o no". Con respecto a Rusia, "lo que ha hecho es condenar la agresión y al mismo tiempo decir que el Putin de ahora no es el de 2017, insiste en los efectos de las sanciones sobre los trabajadores". La economía, de hecho, se ha convertido en un pilar importante para ella, pero el profesor recuerda que "la medida que más respaldo acoge entre los ciudadanos es la del bloqueo de precios y Le Pen no la lleva". Solo estaba incluida en el programa electoral de Jean Luc Mélenchon, que acabó tercero en la primera vuelta.

Guillermo Iñiguez, analista político y máster en Derecho Europeo por la London School of Economics, explica por su parte que Macron "genera ahora más rechazo porque mucha gente que le dio el voto de confianza hace cinco años se ha sentido decepcionada con su programa", en parte por su política interior o su política económica. En cambio, "Le Pen se ha sabido normalizar a ojos del electorado", prosigue, sobre todo a última hora "con la campaña que ha hecho Zemmour".

De cara al domingo, dice Iñiguez, "Macron podría quitarse la losa de ese desgaste en el electorado general, pero el votante, digamos, más obrerista se acordará de todo lo que ha pasado", en especial en los primeros años de su legislatura, con la revuelta de los chalecos amarillos y una desafección social que dura hasta ahora. En este sentido, es el potencial elector de Mélenchon el que puede estar más desenganchado de votar por el presidente en la segunda vuelta.

Le Pen va a estar más entrenada, ella dice que el debate del 2017 fue su mayor fracaso

El cara a cara, por lo tanto, será un reflejo de un cambio de era en Francia y de un cambio de imagen en los dos candidatos. "Creo que el debate será más igualado. Le Pen va a estar más entrenada, ella dice que el debate del 2017 fue su mayor fracaso", sostiene Iñiguez, que, en cambio, no prevé que "sea tan decisivo como para que Macron pierda las elecciones" pero, incide, "sí se lo va a tener que preparar mucho mejor que el de hace cinco años".

Lo de Macron, en general, es paradójico: fue ministro de un François Hollande que ahora no es ni mucho menos un enfervorecido seguidor suyo, pero en cambio recoge la simpatía de otro expresidente como Nicolas Sarkozy, que le prefiere por delante de las opciones que ha tenido su partido, Los Republicanos. Macron, por tanto, despierta rechazos y respaldos varios, transversales, no todos beneficiosos. Se ha convertido casi en un político al que amas u odias. Y eso no necesariamente es un elemento a su favor.

En el otro lado, Le Pen tiene una tarea principal: dar menos miedo, porque el rechazo que genera por lo pronto ya es mucho menor que en 2017. Ahora quiere parece amable, presidenciable, digna de ocupar el Elíseo. Y está más cerca que nunca de conseguirlo. Su padre en el 2002 ni siquiera tuvo opciones porque representaba el ala más extrema de la política gala. Ella ahora también, pero se ha aprovechado de que otras voces más radicales han aparecido para dejarle que se ponga el traje de moderada. Su programa no lo es, pero su tono hace que lo parezca.

En 1974, Valéry Giscard d’Estaing y François Mitterrand se convirtieron en los contendientes de la segunda vuelta, y por primera vez eran dos candidatos que no representaban entonces a ninguno de los dos grandes partidos. Hace veinte años, en 2002, Jean Marie Le Pen no debatió con Jaques Chirac porque este no quiso. El cordón sanitario a la ultraderecha se consolidó entonces. ¿Puede romperse ahora? Le Pen y Macron repiten, por lo pronto, el cara a cara de hace cinco años. Ni ellos siquiera son una copia de lo de entonces. Francia no es la misma, y las presidenciales del 24 de abril también apuntan a ser diferentes.

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