La Francia que reflejan las urnas: una política tripartidista tirada a los extremos e inmersa en la desafección de los jóvenes

Dos carteles electorales, en Francia.
Dos carteles electorales, en Francia.
CHRISTOPHE PETIT TESSON
Dos carteles electorales, en Francia.
Macron y Le Pen pasan a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas.
Europa Press

Francia es el país de la división política, pero porque también hay división generacional. El panorama político galo actual seguramente no tenga parangón en otro país de Europa -dejando de lado el caso italiano, modelo de inestabilidad-. Y así lo dejaron claro las elecciones del 10 de abril: esa primera vuelta evidenció las fracturas de la sociedad francesa, trasladadas a las urnas que, en cambio, han dejado un duelo final que copia el de 2017. Emmanuel Macron contra Marine Le Pen. Pero la pregunta es de fondo: ¿qué pasa en Francia?

Por lo pronto, los jóvenes no votan. El cisma francés provoca que el sistema político se reparta ahora entre quienes están a gusto en el sistema (el votante propio de Macron) y el que se siente descontento, que opta por Le Pen pero también por Jean Luc Melenchon, que se quedó a menos de dos puntos de desbancar a la líder de la derecha radical y pasar a segunda vuelta. Mélenchon es, de hecho, el más votado por esos jóvenes decepcionados cuya opción favorita es en todo caso la abstención: de los que tienen entre 18 y 24 años no votó un 42% mientras que de los que tienen entre 25 y 34 decidió no acudir a las urnas en torno al 45%

"La abstención de voto joven es una maldición estructural de las democracias modernas. Por un lado, al haber nacido en democracia valoramos mucho menos el derecho a votar porque ya lo damos por sentado. Esto es algo que nos vale para todas las democracias consolidadas", cuenta Elsa Arnaiz, presidenta de Talento para el Futuro, a 20minutos. No considera una sorpresa la falta de participación. "Francia no solo es un país con tradición jacobina más radical sino que además las expectativas de los jóvenes y de todos los ciudadanos son más altas. Por lo tanto la distancia entre sus demandas y lo que los candidatos proponen es mayor", concluye.

Arnaiz añade que "en particular en Francia, los jóvenes consideran que votar desgraciadamente no es la forma más efectiva de que sus demandas sean escuchadas", pero avisa de que en el país los datos de participación "siguen siendo altos si los comparamos con el comportamiento electoral de la juventud española". Resume todo en pocas palabras: "Las campañas electorales no dejan de ser inversiones a corto plazo, y los candidatos han de depositar sus esfuerzos en aquellos segmentos demográficos mayoritarios. No es muy esperanzador pero es así".

Un sistema tripartidisita

En Francia se da un sistema tripartidista de nuevo cuño con Macron y Le Pen y también con la Francia Insumisa de Jean Luc Mélenchon. En él emergen fuerzas radicales en un país que, según el porcentaje de voto, camina hacia la derecha y deja atrás el tradicional bipartidismo que representaban el Partido Socialista y Los Repúblicanos, otrora referentes con François Mitterrand y Charles de Gaulle, que ahora no llegan juntos al 7% de las papeletas. Le Pen y la aparición de Eric Zemmour, más extremista que ella, suman un total del 30% de los votos y asciende casi al 40% si se suman a Valerie Pécresse, cabeza de cartel de Los Republicanos. Mientras, la izquierda se queda solo en el 22% de Mélenchon, incrementándose muy poco con las aportaciones de socialistas, verdes y comunistas (al 32% en el mejor de los casos). 

Para Manuel Mostaza, director de Asuntos Públicos de Atrevia, "lo importante es que el sistema electoral francés es particular y el grado de polarización está muy relacionado con esto. Son unas elecciones al jefe del Estado. En unas legislativas por ejemplo es irreal pensar que los socialistas o los republicanos van a sacar unos resultados tan malos". Según él, "el esquema actual es engañoso". En todo caso, "Macron se aprovecha de que él está en el centro". 

Este sistema de elegir a un presidente a doble vuelta genera una polarización que es irreal

Por otro lado, Mostaza no cree que este panorama se mantenga en el tiempo, con los partidos tradicionales desaparecidos. "Se verá en las legislativas" porque "este sistema de elegir a un presidente a doble vuelta genera una polarización que es irreal". En todo caso, esa división "se genera porque en todo Occidente hay una cierta fatiga con las formaciones tradicionales y existe la sensación de que puede llegar alguien desde fuera a solucionarlo todo. Tenemos un problema de desafección, pero no tenemos grandes alternativas", termina.

Esos tres polos "no son realmente novedosos" para el politólogo Daniel V. Guisado. "Muchos países se han visto afectados por ejes nuevos como el soberanista o populista. Desde hace años hay una fuerte pulsión de repliegue nacional y de crisis del establishment político. Esto lo pueden aprovechar fuerzas radicalmente distintas entre sí como Mélenchon, Le Pen o hace años el Movimiento 5 Estrellas en Italia", esgrime, y sostiene que, asimismo, la polarización es un proceso en cierta parte lógico. "Francia sigue la estela de sistemas políticos tradicionales que poco a poco se disuelven. Es, por un lado, bastante obvio que pase. Las sociedades son cada vez más heterogéneas, plurales y con intereses cada vez más diversos. Hoy cada uno busca su corriente, plataforma o partido que le interpele; mayor demanda y oferta política".

Francia sigue la estela de sistemas políticos tradicionales que poco a poco se disuelven

¿Y quién vota a Macron? El estandarte del centro político no solo a nivel nacional sino también europeo apoya su victoria en la primera vuelta en dos elementos: es el favorito de los mayores de 65 años y este grupo además es el que más participó en las elecciones (un 82% asistieron a la cita con las urnas) y, por otra parte, manda junto a Mélenchon en las grandes ciudades, llegando a ser el más votado en París, Lyon o Niza, mientras que el candidato izquierdista venció en Marsella o Toulouse. Ahora, de cara a la segunda vuelta uno de los grandes retos del todavía presidente de la República es atraer al elector insumiso, también 'enfadado' pero reacio al mismo tiempo a elegir a Le Pen como primera opción.

¿Quién ganará la segunda vuelta?

La segunda vuelta, por tanto, será un duelo muy reñido si se atiende a los sondeos. Desde luego mucho más que en 2017... o quizás no tanto. Y entonces llega otra gran pregunta: ¿quién va a ganar? "Hasta ahora veíamos cifras muy igualadas porque una parte grande de Insumisos, y también ecologistas, socialistas y republicanos, manifestaban quedarse en casa en una segunda vuelta como la del 2017. Conforme el 24 de abril se acerque esta gigante masa de votantes se irá posicionando, de ahí que sea importante la negativa que han explicitado la gran mayoría de candidatos de apoyar a Le Pen", desarrolla Guisado. 

Para el politólogo el 33% (unos 10 millones) que obtuvo en 2017 "se antoja pequeño para la líder ultra". Y es que "la irrupción de Zemmour ha beneficiado la estrategia moderada de Le Pen (da menos miedo y aparenta ser más presidenciable) y la coyuntura de crisis derivada de la guerra le hace sumar puntos (es vista como más capaz para solucionar la preocupación del poder adquisitivo)", apunta, en una revelación precisamente de ese trasvase de votos que se puede dar dentro de dos semanas.

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