El mundo se llena de música por Ucrania

  • Cantantes, orquestas y grupos de todo el planeta homenajean al país invadido y ofrecen conciertos benéficos.
  • Grandes intérpretes rusos están siendo despedidos en muchos países por su apoyo a Putin.
La ópera Don Carlo, de Giuseppe Verdi, en el Metropolitan Opera House, ubicado en el Lincoln Center de Nueva York.
La ópera Don Carlo, de Giuseppe Verdi, en el Metropolitan Opera House, ubicado en el Lincoln Center de Nueva York.
OPERA DON CARLO
La ópera Don Carlo, de Giuseppe Verdi, en el Metropolitan Opera House, ubicado en el Lincoln Center de Nueva York.

El pasado 1 de marzo, martes, el Metropolitan Opera House, ubicado en el Lincoln Center de Nueva York, estaba abarrotado de público que se disponía a asistir a la representación de la ópera Don Carlo, de Giuseppe Verdi. Pero sucedió algo no previsto. Antes de que sonasen las trompas de caza con que comienza el primer acto salió al escenario, sobre fondo oscuro, el coro del MET, todos vestidos ya para la función: a la moda española del siglo XVI, que es la época en que tiene lugar Don Carlo. Cada uno llevaba una carpeta con partituras, algo muy raro en una representación de ópera. Una voz pidió un minuto de silencio por Ucrania. Así se hizo.

Pero después, a una señal del director de orquesta, el canadiense Yannick Nézet-Séguin, la orquesta y el coro del Metropolitan comenzaron a interpretar una bellísima, emocionante versión de la pieza Shche ne vmerla Ukrayiny (Aún no ha muerto Ucrania): el himno nacional del país ahora mismo martirizado. Las 3.800 personas que llenaban el teatro se pusieron inmediatamente en pie para escuchar una música que probablemente no habían oído en su vida. El público, emocionado, miraba a aquel casi centenar de hombres y mujeres que cantaban leyendo sus partituras.

Todos menos uno. En el centro del coro, vestido de negro, había un joven que no llevaba papel y que cantaba de memoria, con la mano puesta en el corazón. Era el barítono Vladyslav Buialskyi, de 24 años, nacido en Berdyansk, en la costa del Mar de Azov ucraniano: una de las zonas más castigadas ahora mismo por las bombas de Putin. Buialskyi no tenía que cantar en aquella función, por eso iba vestido de negro pero 'de calle'. Él había enseñado al coro, en los días anteriores, cómo había que pronunciar correctamente la letra del himno. Al final, mientras el público reventaba en aplausos, Buialskyi salió del escenario con los ojos inundados de lágrimas. El vídeo de aquel momento ha dado la vuelta al mundo y se acerca ahora mismo al medio millón de visualizaciones en YouTube.

Fue una gota en un océano. Días antes o días después, cientos de orquestas, músicos, cantantes de todo el mundo han hecho y están haciendo lo mismo. El 2 de marzo, el director David Firman puso en pie no solo al público que llenaba en Royal Albert Hall de Londres, sino a la propia Royal Philharmonic Orchestra, para interpretar el himno ucraniano, con todo el teatro (interior y exterior) iluminados en amarillo y azul, los colores de la bandera del país invadido.

La orquesta del Concertgebouw de Amsterdam. La Birmingham Symphony Orchestra. La Royal Liverpool Philharmonic. La Orquesta de la Radio de Polonia, en Katowice. La RSPO Orchestra Academy de Estocolmo. La Filarmónica del Elba NDR en Hamburgo, Alemania. La Orquesta Nacional de Lyon, en Francia. La Sinfónica de Barcelona. La Czech Philharmonic, en su último concierto en Viena, en la impresionante sala del Musikverein, donde se hacen los conciertos de año nuevo. La orquesta de París, dirigida por Marin Alsop. La Orquesta Estatal de Berlín, con Daniel Barenboim al frente. La Slowakische Philharmonia, dirigida por el español Pablo Mielgo, también en Viena. Son cientos y cientos, de las más grandes a las más pequeñas.

El Teatro Real de Madrid, en su representación de la ópera Sigfrido, de Wagner, vistió el cuerpo del héroe muerto con la bandera ucraniana. En el Teatro de La Zarzuela, el recital de la cantante Gurutze Beitia y el pianista César Belda, celebrado el pasado 8 de marzo en homenaje a la mujer, se tiñó inevitablemente de emocionado afecto por el pueblo de Ucrania. La Franz Schubert Filharmonia dedica su gira de conciertos con el pianista Alexei Volodin (Madrid, Barcelona, Lleida, Tarragona y Valladolid) a Ucrania y a su sufrimiento. El Palau de les Arts de Valencia se llenó para el concierto solidario con las víctimas de la guerra; esta fue una iniciativa de los propios músicos de la Orquesta de la Comunidad Valenciana, que proceden de 19 países distintos. Y en el Auditorio Nacional de Madrid, el director ruso (sí, ruso) de la Sinfónica de Galicia, Dima Slobodeniuk, puso en pie a todo el mundo al interpretar el himno nacional ucraniano. Eso fue el 4 de marzo. La víspera lo había hecho en el Auditorio de Cuenca.

No solo los intérpretes clásicos, desde luego. Desde el concierto Unis pour l’Ukraine, en Francia, que reunió a cantantes como Carla Bruni, Jane Birkin o Barbara Pravi (el veterano Florent Pagny salió a cantar ignorando a los médicos porque tiene cáncer de pulmón) hasta los músicos de jazz de la EMMA de Antequera. Es imposible citarlos a todos.

El himno nacional de Ucrania fue compuesto en 1863 por un clérigo, Mikaylo Verbitski. En aquel momento Ucrania, la tierra de los cosacos, no era independiente y estaba sometida a un proceso de “rusificación” por el poder de los zares. La obra de Verbitski es de una extraordinaria belleza, con un aroma inconfundiblemente eslavo. Es una música muy romántica, pero hasta ahora era poco conocida. Jamás habría podido imaginar aquel cura greco-católico que su melodía llegaría a ser, 160 años después, la más escuchada del mundo a causa de una guerra.

Mientras las notas del Shche ne vmerla Ukrayiny suenan por todas partes, los músicos rusos (y la música en Rusia) tienen problemas. El legendario director Valery Gergiev, una de las batutas más importantes del mundo, ha sido despedido como director de las Filarmónicas de Rotterdam y Munich, así como de La Scala de Milán, por su muy mal disimulado apoyo a su amigo Putin. La gran soprano rusa Anna Netrebko, que elogiaba hasta hace poco la “masculinidad” de Putin, ha sido expulsada también del MET neoyorquino, y reemplazada por una cantante ucraniana, Liudmyla Monastyrska. El londinense Royal Albert Hall ha cancelado las representaciones del ballet Bolshói de Moscú.

Grupos musicales y estrellas de todo el mundo, como Green Day, Iggy Pop, los irlandeses Inhaler, Franz Ferdinand, Louis Tomlinson (One Direction), AJR, Maneskin (ganadores de Eurovisión del año pasado), Nick Cave and the Bad Seeds, Yungblud, y muchos más han cancelado sus actuaciones en Rusia como protesta por la invasión. Mientras, el joven barítono Vladyslav Buialskyi (el “héroe” del himno nacional ucraniano en el escenario del Metropolitan Opera House), prepara para estos días, con ayuda del director Yannick Nézet-Séguin, un concierto benéfico para ayudar a Ucrania. El acto se retransmitirá al mundo entero el 14 de marzo.

¿Puede la música parar a las bombas? Seguramente no, pero cuando pierdes a los artistas, a los creadores, a los músicos, como le está pasando a Putin, has empezado a perderlo todo. Quizá la frase definitiva para este momento es la que dijo Billie Joe Armstrong, líder de Green Day dirigida a los ucranianos: "Manteneos a salvo".

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