Así viven los españoles en Ucrania: " La población sabe que está en un conflicto permanente y lo ha normalizado"

Manifestantes ucranianos partidarios del expresidente Poroshenko.
Manifestantes ucranianos partidarios del expresidente Poroshenko.
EFE / Sergey Dolzhenko
Manifestantes ucranianos partidarios del expresidente Poroshenko.
Los ciudadanos ucranianos, listos para una eventual guerra con Rusia.
Atlas

Corría el año 882 cuando la Rus de Kiev se estableció en el este de Europa y prosperó hasta convertirse en el siglo XI en una de las principales potencias del continente. A partir de esta federación de tribus eslavas orientales, germen de la Ucrania contemporánea, la región atravesó diferentes etapas -algunas más convulsas que otras- hasta transformarse en la república actual después de la disolución de la URSS. Ahora, todos los ojos parecen haberse vuelto de nuevo hacia este país tras los movimientos de tropas rusas hacia la frontera y las últimas reuniones y llamadas entre los líderes de Moscú, Washington y Kiev.

En un contexto donde todavía colea el conflicto del Donbás y la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014, en el país viven actualmente 303 españoles, entre ellos, Abraham Campomar. Llegó a Kiev desde Burgos junto a sus padres, misioneros católicos, cuando era apenas un niño y ha pasado allí la mitad de su vida. Ahora trabaja como entrenador analista para la Selección Ucraniana de Fútbol y considera que la vida en el país no se ha visto alterada en los últimos días. "La situación de amenaza de guerra está, pero aquí no se vive con una tensión especial", explica a 20minutos

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"Llevamos ocho años en esta coyuntura, desde 2014, con la anexión de Crimea por parte de Rusia y lo ocurrido en el Donbás. La sensación aquí es que la guerra puede estallar en cualquier momento, podría haber ocurrido hace cinco años, hace dos o mañana. La sociedad, el ucraniano de a pie, hace su vida normal, tranquila, sabiendo que puede suceder, habiéndolo asimilado. Por ello, quizás, no hay pánico", detalla. Y abunda: "Por lo general, la gente no tiene problema en hablar del tema; pero no es una constante, como lo es en España la COVID, que monopoliza las conversaciones".

"La sensación aquí es que la guerra puede estallar en cualquier momento, podría haber ocurrido hace cinco años, hace dos o mañana"

Si bien la intención de Ucrania de entrar en la OTAN, la oposición de Rusia y su movimiento de tropas hacia la frontera y las llamadas entre los líderes de las dos potencias y Estados Unidos han hecho saltar las alarmas de todo el planeta, estos acontecimientos parecen no haber tenido un gran impacto en el día a día de esta antigua república soviética. "No nos cambia lo que ya existía, la situación que ya había. La población sabe que está en un conflicto permanente y lo ha normalizado. Si no lo haces, te vuelves loco", aclara.

"Yo fui al cine el fin de semana pasado"

Con Abraham coincide Carlos, nombre ficticio de otro español residente en Ucrania que prefiere permanecer en el anonimato y que no percibe ningún cambio en la ciudadanía con respecto a hace "dos o tres semanas". "Con el primer toque de queda en España por la COVID se acabó en los supermercados hasta el papel higiénico. Aquí vas a comprar y no falta de nada", afirma.

"No hay colas en las gasolineras. Si la ciudadanía de verdad tuviera la impresión de que va a haber un jaleo, rellenas los tanques de los coches. Yo el sábado pasado estuve en el cine viendo una película en inglés y en el centro comercial había un montón de familias montando a los críos en cacharritos. Si tú crees que va a haber una guerra, no te gastas la pasta en eso", añade.

"En general, se observa calma"

También es de la misma opinión Julio Suárez, propietario de una compañía de representación de empresas españolas fabricantes de comidas y bebidas en Ucrania. Después de más de una década en el país, regresó a Alicante a causa de la pandemia, pero su hijo sigue viviendo en Jersón y él viaja allí con frecuencia, a algo más de cien kilómetros de la frontera con Rusia. "En líneas generales, se observa calma, no hay una inquietud imperante o un temor de que pueda suceder esto o aquello", comenta. 

"En líneas generales, se observa calma, no hay una inquietud imperante o un temor de que pueda suceder esto o aquello"

"Posiblemente, después del conflicto de 2014, la gente está más acoplada y no termina de asumir que esto pueda llegar a explotar. Viven su vida. En el conflicto anterior había alcabalas (puestos de policía) con sacos de arena y soldados en las carreteras. Ahora siguen existiendo, pero no hay personal militar en ellos. Para llegar a esa fase, tendría que producirse alguna agresión por parte de Rusia", opina. Y agrega: "Siempre existe una amenaza latente, pero es más alarma de cara al exterior".

De momento, aunque no son "tiempos de bonanza" por la situación económica del país, ellos siguen trabajando y no tienen intención de dejar de hacerlo a causa de los recientes acontecimientos. Tampoco su hijo piensa regresar a España. Con ellos concuerda Abraham, al que estos movimientos no empujan a abandonar el país con su mujer y sus hijas. 

Preocupación desde el otro lado

Con menos tranquilidad ve la situación Iryna Martynovska Kotselko, ucraniana residente en España y con familiares en el Ejército de su país. Intranquila, relata que en la tele explican hasta cómo preparar una maleta de emergencia en caso de invasión y recalca que el Gobierno ha anunciado el reclutamiento de las mujeres si estalla la guerra. "Mi hermana, que también vive aquí, acaba de volver de vacaciones de Navidad en Ucrania y dice que no ve tanto pánico. No obstante, nosotras le hemos comprado un billete a mi madre para que venga dentro de una semana", ahonda.

"Mi hermana acaba de volver y dice que no ve tanto pánico. No obstante, nosotras le hemos comprado un billete a mi madre para que venga dentro de una semana"

Una sensación parecida tiene Francisco García Fajardo, un español casado con una ucraniana que tenía pensado desplazarse a Rivne (en el noroeste del país) en febrero para visitar a parientes y amigos. Jubilado, posee una casa allí y viaja dos o tres veces al año para pasar varios meses y disfrutar de la compañía de su nieto y su nuera, tras el fallecimiento del hijo de su mujer. "Tenemos el viaje en suspenso. Están todos muy preocupados y muy nerviosos por lo que pueda pasar. De cualquier forma, si allí estalla un conflicto bélico, me traigo a casa a toda la familia", concluye.

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