Las empresas afrontan un 2022 marcado por la inflación: el 60% subirá precios y solo un 30% espera facturar más

Cadena de montaje en una empresa de fabricación de automóviles en Galicia.
Cadena de montaje en una empresa de fabricación de automóviles en Galicia.
M. V. RODRÍGUEZ / EP
Cadena de montaje en una empresa de fabricación de automóviles en Galicia.

La inflación se ha convertido en una bestia negra para la recuperación económica. Los costes de producción y los precios del consumo están disparados en todo el mundo por una compleja conjunción de factores con los que la mayoría de analistas no contaban cuanto empezó el año. 

En España, los precios del consumo son ahora un 5,5% más caros que hace un año, principalmente por causa de las fuertes subidas de la luz y de gasolina y diésel. Esto no solo afecta a los consumidores. la empresas también soportan el efecto de la inflación. De hecho, sus costes de producción se han disparado muy por encima de los precios de los bienes y servicios que venden. Un ejemplo muy claro de ello es la evolución que han experimentado los precios de los bienes industriales, que en octubre estaban un 32% por encima del nivel del año pasado. Desde enero, se han multiplicado por treinta.

Hasta ahora, las compañías han optado por absorber la mayor parte del impacto en sus costes para no repercutirlos al consumidor, pero esta estrategia de contención lleva meses comprimiendo sus márgenes de beneficios. Por ello, no sorprende que tal y como refleja una encuesta que publicó el Banco de España esta semana, el 60% de las empresas se estén planteando subir precios para el año que viene.

El sondeo, que la institución realizó a finales de noviembre y que contó con la participación de 15.000 compañías, refleja los problemas cada vez mayores que están encontrando las empresas por las presiones inflacionistas y las alteraciones en las cadenas globales de suministros. Un 74% de los empresarios declara haber notado un aumento en los precios de sus consumos intermedios -los bienes y servicios que se emplean para producir otras mercancías- y ocho de cada diez cree que estos costes seguirán subiendo el año que viene.

Esto también afecta a las expectativas de facturación de los empresarios para el próximo trimestre que, a diferencia de lo que se desprendía de encuestas pasadas, no son mejores: solo el 30% esperan que su facturación se incremente entre enero y marzo del año que viene. 

A juzgar por las opiniones de los encuestados, los niveles de facturación anteriores a la crisis todavía no se han recuperado, especialmente en los sectores más afectados por las restricciones. En promedio, la facturación sigue un 6,2% por debajo del nivel del cuarto trimestre de 2019, mientras que estos porcentajes se amplían en el caso de la hostelería (20,5% inferior) ocio y entretenimiento (14,6% ) y transporte (9,6%).

La crisis de suministros también se hace notar cada vez con más fuerza entre el empresariado patrio. Mientras que a finales de 2020 solo un 13% de los encuestados manifestaban estar sufriendo dificultades por la escasez de suministro por parte de sus proveedores, actualmente ese porcentaje se ha disparado hasta el 31%. En sectores como la industria y la energía, el comercio o la construcción ese porcentaje es incluso mayor.

Otro de los problemas que trae de cabeza a las empresas es la escasez de mano de obra que sufren algunos sectores, especialmente aquellos más intensivos en trabajadores poco cualificados. Actualmente, un 27% de las empresas manifiesta dificultades para obtener mano de obra, un porcentaje que alcanza el 40% en la agricultura y la construcción y que también es superior en hostelería, informática y comunicaciones o transporte.

Las causas

La tan ansiada recuperación del consumo tras el hundimiento histórico que sufrió la economía mundial el año pasado se está demostrando, paradójicamente, como un enemigo más de la vuelta a la normalidad de la economía prepandemia. Tras la caída de las restricciones más severas obligadas por el coronavirus la demanda mundial explotó con un vigor inesperado, pillando a contrapié a las empresas, que no están siendo capaces de dar abasto.

Además, el coronavirus -que aún se resiste a desaparecer de nuestras vidas- ha introducido cambios importantes en los patrones de consumo. Ante la dificultad de acceso o la desconfianza hacia muchos de los servicios de consumo tradicional (por ejemplo, salir a cenar, al cine o una escapada romántica) por el contexto pandémico, la demanda de bienes materiales (especialmente los tecnológicos) se ha disparado.

Si a esto se le añade una crisis de precios de la energía impulsada principalmente por la escasez mundial de gas, y las interrupciones que el coronavirus sigue causando en el funcionamiento normal de puertos, aeropuertos, almacenes y fábricas de todo el mundo la tormenta perfecta está servida.

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