El BCE rechaza subir tipos pese a admitir que la inflación es más alta y prolongada de lo previsto: "Haría más mal que bien"

La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, en una imagen de archivo.
La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, en una imagen de archivo.
S. PERJU / BCE / DPA
La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, en una imagen de archivo.

Los tipos de interés no se moverán en 2022 salvo sorpresa mayúscula. Así lo ha certificado este lunes la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, quien sostiene que endurecer la política monetaria en este momento "haría más mal que bien, y empezaría a tener un impacto cuando la inflación ya estuviera volviendo a niveles más bajos". 

Pese a la subida en los precios del consumo en el continente europeo y buena parte del mundo -en octubre la inflación promedio en la UE fue del 4,1% y del 5,5% en España-, la presidenta del BCE cree que el brote inflacionario "se irá desvaneciendo gradualmente a lo largo de 2022", por lo que no ve necesario actuar ya sobre los tipos para contrarrestarla. Este escenario en el que la inflación se mitigaría a partir del año próximo lo comparten los principales analistas. "Por el momento, no vamos a aumentar el precio del dinero. Si lo hiciéramos podría resultar contraproducente a la vista de la inflación actual y afectar gravemente a la economía, precisamente ahora que vemos que se reactiva", ha añadido Lagarde.

La importante subida en los precios acontecida este año es una cuestión que preocupa al organismo y que ha reconocido que ha superado las expectativas del organismo. "[La inflación] creció más de lo que habíamos anticipado en septiembre", ha dicho Lagarde quien también ha reconocido que reducirla "llevará más tiempo que lo que esperábamos originalmente". "Entendemos plenamente que esto preocupe a algunas personas, puesto que determina un aumento considerable en el coste de la vida y erosiona el poder adquisitivo", ha añadido la presidenta del BCE.

Los tres principales culpables de este brote inflacionario son la escalada en los precios impulsada por los elevados costes de la energía, los cuellos de botella en la cadena de suministros y algunos efectos de base -los precios cayeron en picado en 2020, lo que contribuye que al comparar en términos interanuales los repuntes sean mayores que en circunstancias normales-.

En línea con los principales analistas, Lagarde ha insistido en que estas presiones irán cediendo gradualmente durante 2022, por lo que sería un error actuar prematuramente. "En un tiempo en el que las facturas energéticas y de combustibles ya está asfixiando el poder de compra, un estrechamiento excesivo en las condiciones de financiación no es deseable y supondría un viento en contra para la recuperación", ha sostenido la presidenta del BCE.

Preguntada sobre si la política de austeridad que siguió a la salida de la crisis de 2008 fue un error, Lagarde -que dirigió el Fondo Monetario Internacional entre 2011 y 2019-, ha llamado a "no repetir decisiones y medidas adoptadas que fueron perjudiciales y dañinas en 2008".

Sin indicios de una espiral de precios y salarios

La función principal del BCE es garantizar que los precios se mantengan estables y predecibles a lo largo del tiempo para generar confianza en el sistema. Para poder controlarlos, su principal herramienta son los tipos de interés oficiales, que la propia institución establece. Estos tipos repercuten en los que posteriormente los bancos acaban cobrando a sus clientes cuando prestan dinero, lo que de manera indirecta acaba influyendo en el gasto en consumo y la inversión de las empresas, explica el propio BCE en su página web. En concreto, el objetivo del regulador es que la subida de precios es que se sitúe en el entorno del 2% interanual.

La amenaza para la estabilidad económica que supone la elevada inflación es que los altos precios actuales se acaben cronificando por culpa de los denominados efectos de segunda ronda. Cuando los precios suben, crece la presión que ejercen los consumidores para que sus salarios aumenten y no perder así poder adquisitivo. De hecho, algunas rentas y salarios se actualizan inmediatamente según el IPC como es el caso de las pensiones en España. Si los salarios aumentaran masivamente por el repunte de la inflación, se corre el riesgo de que esta mejora en el poder adquisitivo lleve a las empresas a subir de nuevo los precios, dando lugar así a una espiral difícil de controlar.

Hasta el momento, el BCE no ve "ningún indicio" de que se esté produciendo esa temida espiral. "No vemos aumentos significativos en los salarios que nos induzcan a pensar que puede haber efectos significativos", ha dicho Lagarde, que también ha agregado que "habrá suficiente exceso de fuerza laboral como para que no haya aumentos salariales significativos que pudieran provocar los efectos secundarios antes mencionados". 

Desde el BCE creen que la elevada inflación en la zona euro "es muy distinta" a la que registra Estados Unidos, donde los precios el septiembre pasado eran un 6,2% superiores al año previo. Esto es así, sostiene Lagarde, porque en EE UU "la inflación subyacente -aquella que descuenta del cálculo los precios de la energía y alimentos no elaborados- afecta a todos los sectores, algo que no ocurre en el Viejo Continente. 

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