El legado de Steve Jobs diez años después de morir: Apple poderosa, viuda millonaria y cuatro hijos ¿desheredados?

Steve Jobs.
El empresario Steve Jobs.
LA INFORMACIÓN
Steve Jobs.

Aquel 5 de octubre los ceros y unos con los cuales había trabajado toda su vida se juntaban para dar, en casi todos los idiomas, uno de esos titulares que, aunque se venía barruntando desde hacía tiempo debido a su cáncer de páncreas, no fue menos doloroso para quienes le tenían por una de las mentes más preclaras de la nueva era: 'Muere Steve Jobs'. Ocurría justo hace una década, en 2011, cuando contaba con 56 años. Y desde entonces, su legado, tanto empresarial como personal, ha tomado caminos muy, muy dispares. Tanto que, a pesar de que haya quien pueda pensar, con toda la lógica del mundo, que si no se tienen noticias de sus hijos es porque están disfrutando de la buena vida que les legó su padre, la realidad es completamente diferente (y nada virtual).

Como bien desgranan en el portal Vanitatis, lo que dejó entre los vivos el genio de San Francisco se puede vertebrar en tres grandes ramas: por supuesto, su empresa, Apple, reconocida mundialmente; por otra, su viuda, Laurene Powell Jobs, actual multimillonaria -pero despreocupada de la fortuna- y quien continúa con la labor filantrópica de quien fue su marido; y por último, sus cuatro hijos, los tres con Laurene, más la mayor, Lisa, fruto de una relación que tuvo en su juventud con Chrisann Brennan. Y todos ellos prácticamente desheredados.

De él se han escrito multitud de libros, ha sido citado en otras tantas obras artísticas y se han hecho varias películas basadas en su figura, siendo la más representativa Steve Jobs, dirigida en 2015 por Danny Boyle con guion de Aaron Sorkin y protagonizada por Michael Fassbender y Kate Winslet. Esta, de hecho, se centraba en tres momentos culmen de la historia de la compañía por la que pasaría a la historia: Apple.

Tim Cook, su sucesor al frente la todopoderosa compañía, es quizá quien más partido le ha sacado a la herencia que le dejó Jobs. Solo hay que hacer una cuenta rápida, ni siquiera algo complicado: el día en que falleció, cada acción de Apple costaba alrededor de 14 dólares. Hoy, una sola acción de la responsable de iPhones, ordenadores Mac y un largo etcétera supera los 141 dólares. Es decir, en una década, diez veces más. Ahí, sin lugar a dudas, hay legado para mucho tiempo, puesto que pocas personas en La Tierra no conocen su logotipo o, de hecho, utilizan algo con esa manzana en su día a día.

Dicho esto, que por otra parte era de sobra conocido, vamos a la parte personal de Steve Jobs que, además, era la que peor se le daba si se la compara a la profesional (y se hace caso a testimonios de quienes le trataron y a los biopics que le han dedicado). Aún así, Laurene Powell Jobs, su viuda, con quien se casó en 1991, no lo ha hecho del todo mal: los 10.200 millones de dólares que le dejó son hoy en día, según la revista Forbes, alrededor de 20.900 millones de dólares. Sigue siendo una cifra desorbitante, pero lo que queda manifiesto es que apenas si ha invertido en en algo que le permitiera algo más que "solo" doblar la cifra original.

¿A qué se debe esto? Explican desde el susodicho portal que el hecho de que la fortuna haya "crecido a un ritmo cinco veces menor que la compañía" a pesar de tener acciones no solo de Apple, sino también de Disney (Jobs llegó a ser el máximo accionista individual de The Walt Disney Company), Laurene, que en noviembre cumplirá 58 años, ha descuidado completamente la rentabilidad de lo que tenía, descendiendo 60 puestos en la lista las 100 personas más ricas del planeta (sigue apareciendo, en la 95º posición), y centrándose por contra en los problemas reales que ve en el mundo: hace poco anunció que invertiría 3.600 millones de dólares en la lucha contra el cambio climático, así como ha donado grandes sumas para paliar los estragos de la crisis migratoria o para investigación contra el cáncer a través de la institución Emerson Collective.

"No me interesa construir sobre lo que nos hayan legado en una herencia y mis hijos lo saben. Tampoco a Steve le interesaba nada de eso. Así que el dinero, si vivo lo suficiente, se acaba conmigo", explicó en una entrevista con The New York Times. Y lo cierto es que la mayoría de los hijos no se lo han tomado mal, queriendo ganarse su sustento con el sudor de su frente, sin herencias de por medio.

El mayor del matrimonio es Reed, que precisamente trabaja como doctor en el Emerson Collective. Estudió la carrera de Oncología en Stanford y, su bien ha sacado un enorme parecido a su padre, prefiere mantenerse en un perfil bajo, utilizando el apellido de soltera de su madre (Paul) y no apareciendo más que en contadas ocasiones en Internet, todas ellas, exceptuando una aparición en un programa infantil para niños inteligentes, acerca de su trabajo científico.

Parecida a él en esa idea de un hermetismo sobre su vida privada -apenas se hayan rastros de ella en las redes- se encuentra Erin Siena, de 25 años, quien ha estudiado Arquitectura y Diseño. A ellos le sigue la menor de los hijos del matrimonio, Eve Jobs, quien se parece mucho más a su madre, y a quien le ha llegado la fama de otra forma: aunque también estudió en Stanford, su carrera actual compagina dos de sus pasiones, los caballos, dado que es jinete profesional, y la moda, convirtiéndose en una it-girl tanto en Instagram, donde tiene más de 235.000 seguidores, como en las pasarelas, habiendo debutado a los 23 años debutar en la última Semana de la Moda de París para la firma Coperni. Suele codearse con la jet set del mundillo, como Gigi Hadid o Naomi Campbell.

Y por último llegamos a la primogénita, la hija pródiga, Lisa Brennan-Jobs, de 43 años y fruto de aquella relación de juventud de Steve Jobs con la pintora Chrisann Brennan (quien acabaría escribiendo el libro The bite in the Apple, "El mordisco en la Manzana"). El fundados de la compañía no llegaría a reconocer a su hija hasta 1991 después de años de renegar de ella. De todo ello habló Lisa en su libro Small fry, de 2018, un libro ampliamente morboso pero que sorprendió a la crítica, según explican desde el citado medio.

A pesar de que su padre sí que le dejó herencia y algunos detalles en su vida, como que bautizó como Lisa a uno de sus primeros ordenadores, demuestran que no todo fueron tiranteces entre ellos, lo cierto es que finalmente Lisa se ha tenido que labrar su propio camino, convirtiéndose, claro, en escritora de éxito. Eso sí, como no es muy prolífica en Instagram, sus casi 11.000 seguidores han descubierto que no es diferente a cualquiera de nosotros: tuvo que hacer su propio pan durante el confinamiento.

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