Oriol Junqueras empieza a redefinir la estrategia de ERC tras los indultos. Con su partido liderando el Govern de la Generalitat, el que fuera vicepresidente catalán buscará el respaldo de voces europeas y este martes estuvo presente en la Eurocámara, en Estrasburgo, con la idea de dar una vuelta a la estrategia exterior del independentismo. Y no lo hará del todo solo, pues este miércoles se verá en Waterloo con el expresidente Carles Puigdemont, que seguirá el pleno desde Bruselas. "Como siempre hace", aseguraron fuentes cercanas al expresidente de la Generalitat. También ha estado en la capital belga el propio Junqueras, que va en todo momento acompañado de Carme Forcadell, Raül Romeva y Meritxell Serret. 

El martes, desde el Parlamento Europeo, Junqueras denunció lo que para él es "represión" por parte de España, y aseguró que no tiene "nada que reprocharle" a Puigdemont, antes de su encuentro. "No hay ninguna relación que rehacer", aseguró Junqueras, que se verá con quien fue su 'número uno' en el Govern que llevó adelante el 1-O. "Siempre es un placer reunirse con quién sea", sentenció el líder de ERC.

En todo caso, el cisma entre las dos principales fuerzas secesionistas parece más evidente que nunca. Las dos cabezas visibles del procés no han vuelto a cruzar sus caminos desde que el uno, Puigdemont, huyó a Bruselas, y el otro, Junqueras, acabó cumpliendo 44 meses de prisión, hasta la medida de gracia concedida por el Ejecutivo de Pedro Sánchez.

El caso de Junqueras, además, es paradigmático, porque Puigdemont siempre ha querido marcar distancias con ERC en los últimos tiempos. De todos modos, sí se ha reunido ya en Waterloo tanto con la que fuera número dos de ERC, Marta Rovira, huida en Suiza, como con el actual presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, justo después de que este tomase posesión.

Entre tantas incógnitas Junqueras pide "una sola voz" para el independentismo, y tratará de recoger apoyos sobre todo entre los eurodiputados del grupo Verde, del que forma parte Esquerra. Su idea ya dista bastante de la JxCat. ERC habla con más timidez de la unilateralidad, y el propio Junqueras ha insistido en los últimos tiempos en que repetir, paso a paso, el 1-O "no es posible ni viable". ¿Su apuesta? La vía escocesa, o lo que es lo mismo, un referéndum pactado. El Gobierno central en cambio se cierra a esa opción. "No habrá referéndum de autodeterminación, se lo puedo asegurar", espetó Sánchez la pasada semana desde el Congreso.

¿La vía escocesa?

De todos modos, la vía escocesa para Cataluña es casi quimérica: no se recoge esa posibilidad en la Constitución, y su reforma exigiría una fórmula imposible de dos tercios del Congreso. "Cuando se propusiere la revisión total de la Constitución o una parcial que afecte al Titulo preliminar, al Capítulo segundo, Sección primera del Título I, o al Título II, se procederá a la aprobación del principio por mayoría de dos tercios de cada Cámara, y a la disolución inmediata de las Cortes", se expresa en el artículo 167.

En todo caso, el tono de JxCat y de Puigdemont es algo diferente al de ERC. No renuncian a la vía unilateral, y en palabras de Elsa Artadi, "no se puede descartar ninguna posibilidad". En lo que sí coinciden es el el siguiente reclamo al Gobierno de Sánchez: la amnistía. Ese ha sido el discurso predominante desde que los condenados salieron de prisión, y esa es, además, una de las premisas que quiere llevar el independentismo a la 'mesa de diálogo' con Moncloa. Por ahora, el Gobierno central ya se abre a un referéndum "consultivo", recogido en el artículo 92 de la Constitución, quién sabe si sobre un nuevo Estatut.

Una misión imposible

Mientras se dan los siguientes pasos, Junqueras se lanza a una misión (casi) imposible: la de recabar apoyos a nivel de la UE. Con la salida del Reino Unido del bloque el independentismo ha perdido a su débil pero notorio sostén, como fueron los brexiters. Más allá de estos, solo los vítores puntuales de eurodiputados sin mucho peso han llegado hasta Cataluña. Quizás por eso ERC quiera rehacer su plan...mientras el independentismo aprieta más y más a Sánchez.