El 34,6% de los habitantes de València (en torno a 273.000 personas, uno de cada tres vecinos de la ciudad) vive en zonas altamente contaminadas, es decir, con un valor medio anual de polución superior al límite recomendado para la protección de la salud humana. Es la conclusión a la que ha llegado un estudio liderado por investigadores de la Universitat Politècnica de València (UPV) que ha diseñado e instalado una red de 424 sensores móviles distribuidos por todos los distritos para la medición de dióxido de nitrógeno (NO2), uno de los principales gases contaminantes, con el objetivo de evaluar la calidad del aire reportada por las estaciones fijas oficiales durante el periodo 2017-2019.

Según explica el director del grupo de investigación y catedrático de la UPV José Vicente Oliver, los resultados obtenidos muestran que durante esos tres años el 43,7% de los sensores móviles superaron el valor límite establecido por la directiva de la Unión Europea, así como por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En su opinión, esto indica que los niveles de calidad del aire que ofrecen las estaciones fijas "no son representativos ni confiables para el monitoreo de la calidad del aire de la ciudad". Así, según sus conclusiones, las estaciones fijas que operan actualmente en València "no brindan información precisa sobre las áreas de la ciudad donde la mayoría de la población respira aire con mayor nivel de contaminación".

El estudio está liderado por el grupo de investigación de TIC contra el Cambio Climático del instituto ITACA de la UPV, junto a la empresa Mesura, la plataforma social València per l’aire y el Joint Research Centre (JRC) de la Comisión Europea.

Carlos Gámez

El equipo ha desarrollado, a partir de herramientas de big data, un índice que identifica y clasifica 69 zonas de la ciudad según el nivel de contaminación y la exposición de la población a la concentración de contaminantes. Y su conclusión es que las 14 áreas con peor calidad del aire son Benicalap, Beniferri, Torrefiel, Rascanya y Benimaclet en el norte; l’Olivereta, Nou Moles, Arrancapins, Patraix y Jesús en el oeste; Malilla en el sur; el Grao y Nazaret en el este, y Russafa en el centro de la ciudad. Es decir, muchas de ellas en la periferia.

El investigador de la UPV y coordinador del proyecto, Edgar Lorenzo, añade que el estudio revela que "mientras las siete estaciones oficiales de calidad del aire no superan el límite medio anual de valores de concentración de NO2 (40 µg m−3), los valores medios anuales de NO2 de la red móvil complementaria superan este límite en casi la mitad del total de ubicaciones móviles de muestreo".

Además, Lorenzo sostiene que las siete estaciones fijas no están bien ubicadas según la exposición real de la población a la contaminación, ya que no miden de forma representativa la calidad del aire en la ciudad. "Solo una está ubicada en un área representativa (Russafa), el resto deberían estar instaladas en Benicalap, Arrancapins, Malilla, Nou Moles, Patraix y Torrefiel", sostiene el investigador.

Los resultados de este estudio, enmarcado en la Càtedra de Governança de la Ciutat de València, han sido publicados recientemente por la revista científica Environmental Research Letters.

Peor en las rondas y en los accesos

El mapa elaborado por los investigadores muestra que la mayor concentración de polución atmosférica se produce en las grandes rondas de circunvalación (grande vías, Tránsitos, bulevares) y en los accesos a la ciudad, ya que son las vías con más tráfico motorizado.

Contaminación y realidad sociocultural de los barrios

La teniente de alcalde del area de Participación del Ayuntamiento de València (que participa en el convenio), Elisa Valía, afirma que, a partir de los resultados del estudio, desde la Concejalía de Transparencia y Gobierno Abierto están "muy interesados" en que los investigadores de la UPV "sigan avanzando en el estudio de la relación entre la distribución de contaminantes y las características socioculturales y económicas de los barrios para evaluar la justicia y equidad ambiental, junto con un análisis de los diferentes contaminantes y sus influencias sobre las afecciones cardiorrespiratorias -incluyendo Covid- y oncológicas" y poder así diseñar políticas públicas.