¿Supondría la victoria de Pedro Castillo el fin del 'fujimorismo' en Perú?

Keiko Fujimori, a su salida del penal Santa Mónica, en Lima (Perú).
Keiko Fujimori, a su salida del penal Santa Mónica, en Lima (Perú).
PAOLO AGUILAR / EFE
Keiko Fujimori, a su salida del penal Santa Mónica, en Lima (Perú).

Perú es un país que se relaciona directamente con una corriente política (e incluso puede ser calificada como una ideología) que se conoce como fujimorismo. ¿Por qué? Porque su voz cantante ha sido y es la familia Fujimori. 

El patriarca, Alberto, fue un autócrata que gobernó el país entre 1990 y 2000, cuando fue cesado por "incapacidad moral" declarada por el Congreso. Ahora está en la cárcel acusado de corrupción, pero su testigo lo ha cogido su hija, Keiko, que tras pasar también por la prisión, ha perdido las elecciones del 6 de junio frente al izquierdista Pedro Castillo por un escaso margen. Es su tercera derrota electoral, tras las que sufrió en 2011 y en 2016.

Los Fujimori representan la corriente más neoliberal de la política latinoamericana, y de hecho los comicios de este año se han dado en esa dinámica: a favor o en contra del fujimorismo. Keiko fue detenida en 2018 acusada de blanqueo de capitales y aunque salió de la cárcel en 2019, volvió a ella en 2020 tras revocarse su libertad. 

En esa segunda etapa solo estuvo unos meses entre rejas. Su derrota, de hecho, reabriría todas las causas en su contra. Por lo pronto, ya ha avivado las sospechas sobre "fraude electoral" en favor de Castillo.

Sigue habiendo fidelidad con el movimiento

En este contexto, ¿estamos ante el final del fujimorismo en Perú? Carlos Malamud, investigador de Elcano, y Marta Moya, analista de El Orden Mundial, explican a 20minutos que es demasiado prematuro decir que el fujimorismo ha terminado. Malamud, sobre todo, apunta a que el movimiento está "en una situación diferente" a cuando Keiko Fujimori perdió las dos elecciones. Para Malamud, a esos planteamientos políticos les queda "cierto recorrido todavía" porque es un movimiento "resiliente" y eso es lo que, dice, "ha permitido a Keiko pasar a segunda vuelta esta vez, incluso contra todo pronóstico".

"El movimiento sufriría, de nuevo, un revés importante, quizá el más severo de las últimas dos décadas", avisa en cambio Moya. Estos han sido unos comicios extremadamente polarizados y, explica la experta, "la candidatura de Castillo ha logrado aunar las sensibilidades de liberales y conservadores a los postulados de Keiko"; personas que en otro momento se hubieran definido como anti fujimoristas, como es el caso de Mario Vargas Llosa, que se posicionó ahora a favor de Keiko después de haber perdido unas elecciones contra su padre, y que "en esta ocasión se han posicionado con quien hasta hace poco denostaban porque ven en el izquierdista marxista un "mal mayor".

En palabras de Malamud, en Perú "sigue habiendo mucha gente que es fiel al legado de Alberto Fujimori" y el contexto es complicado en general, porque "todas las fuerzas políticas en el país están en una situación crítica". Para el experto, el siguiente paso, independientemente del resultado de estos comicios, "será ver si el fujimorismo es capaz de organizarse como un partido político más compacto".

Voto muy polarizado

Con todo, prosigue Moya, "hablar de manera taxativa sobre la desaparición del fujimorismo creo que todavía es arriesgado, aunque este fracaso sí puede suponer el inicio del fin más a la larga", en su opinión. Este escenario, añade, ya se ha planteado en anteriores ocasiones, "sobre todo cuando cayó el régimen de su padre Alberto Fujimori en el 2000, cuando la propia Keiko perdió sendas elecciones en 2011 y 2016, o cuando esta entró en prisión provisional en 2018". 

Lo que marca la diferencia en este momento son dos cosas, según sostiene la analista: primero, que Fujimori "ha recogido ahora mucho voto anti Castillo, más que a favor de su propia candidatura". Y segundo, que la losa de la corrupción "es muy pesada" y aunque ahora esté en libertad bajo fianza, "las investigaciones en su contra continúan y la Fiscalía mantiene su petición de 30 años de cárcel". Para Moya, esto no es nuevo. "Esta es una lacra -la corrupción- que ha acompañado a la mayoría de los presidentes peruanos en las últimas décadas y que nunca acaba bien".

Mostrar comentarios

Códigos Descuento