El colugo, el enigmático 'lémur volador' que surca el cielo de las selvas del Sudeste Asiático

  • A pesar de que no tiene alas, su membrana le permite ser un gran planeador.
  • Además de 'volar', pasa buena parte de su vida en los árboles, a los que trepa y con los que se mimetiza.
El colugo en su ámbito natural.
El colugo en su ámbito natural.
BORJA REH
El colugo en su ámbito natural.

En el Sudeste Asiático hay animales que desafían el orden establecido. Entre los vertebrados, generalmente solo las aves y los murciélagos vuelan. Sin embargo, en las selvas tropicales asiáticas se pueden encontrar serpientes, ranas, ardillas y lagartos capaces de surcar los aires también. Entre todos esos animales excepcionalmente 'voladores', el colugo es sin duda el más enigmático.

El colugo es una reliquia viviente perteneciente a la orden Dermoptera, que significa “alas de piel”. Hace 25 millones de años, en el Eoceno superior, la separación de la Antártida originó un cambio climático que supuso la extinción de la mayoría de las especies emparentadas. En la actualidad, solo quedan dos especies: el malayo y el de Filipinas, que lamentablemente se enfrentan a nuevas amenazas por la pérdida y fragmentación de su hábitat.

Lo cierto es que el 2021 no ha empezado bien en las selvas del sur de Borneo, uno de los lugares donde más abunda esta especie. Las lluvias torrenciales han causado inundaciones masivas que los expertos vinculan a la transformación de las selvas en cultivos de aceite de palma y minas de carbón en la última década. Son terrenos incapaces de absorber el agua caída durante la estación húmeda, lo que origina continuos desastres ambientales en la zona. 

Un colugo sobre un árbol.
Un colugo sobre un árbol.
BORJA REH

Eventos climáticos como estos recuerdan lo sensibles que son los ecosistemas más biodiversos de la Tierra, hogar de miles de especies poco conocidas que podrían desaparecer antes siquiera de ser estudiadas. Es el caso del colugo, también conocido como “lémur volador”.

Ni es un lémur, ni tiene alas, ni puede volar

En realidad el colugo no es un lémur, ni tiene alas, ni puede volar en el sentido estricto de la palabra. Sus 'alas' se denominan patagio y consiste en una membrana de piel que nace del cuello y se extiende desde las manos hasta los pies y la punta de la cola. Ese patagio les permite oponer resistencia al aire para lograr planear de manera eficaz. Cuando extiende sus extremidades el colugo parece una cometa.

Un colugo vuela con una cría.
Un colugo vuela con una cría.
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SINGAPUR.

La adaptación al planeo entre los mamíferos se remonta 130 millones de años atrás y en la actualidad está presente en 60 especies diferentes, entre las que también hay roedores y marsupiales. Además, se han identificado tres linajes extintos de mamíferos planeadores.

Sin embargo, la destreza del colugo en el arte del planeo lo hace merecedor del primer puesto en el podio del talento aeronáutico en la naturaleza. Los colugos poseen la membrana planeadora más grande, lo que los convierte en los planeadores más eficientes de entre los mamíferos. 

Son capaces de emprender vuelo desde lo alto de un árbol, planear durante 15 segundos, maniobrar para esquivar los árboles que haya en el camino, recorrer una distancia de 140 metros y aterrizar de manera suave en otro árbol sin apenas perder altura en todo el recorrido. Su destreza para trepar los troncos verticales de los árboles es igualmente asombrosa. Mediante pequeños saltos, similares a los que realizan las ranas, se impulsan desde la base del árbol hasta la copa en un instante. Por el contrario, son tremendamente torpes en el suelo y evitan pisarlo.

Como ocurre en muchas especies voladoras, el acicalamiento es una actividad en la que los colugos gastan buena parte de su tiempo. Para ello utilizan unos dientes modificados que funcionan como un peine con el que mantienen siempre a punto su patagio.

Adaptación a las alturas

Otra adaptación a las alturas es su vida arborícola. Los colugos viven permanentemente en los mismos árboles, que les sirven de despensa, ya que se alimentan de sus hojas, brotes, flores, frutos y savia. Su sistema digestivo está especializado para absorber los nutrientes que estos ponen a su disposición. 

Además, su pelaje suele ser del mismo tono que los árboles en los que duermen colgados, lo que les ofrece un camuflaje perfecto para que los depredadores no puedan localizarlos.

De hecho, cuando el colugo descansa parece una protuberancia del árbol. Este camuflaje y la huida son los únicos recursos de defensa para esta especie que rara vez se muestra agresiva con otros animales, excepto los machos cuando se cruzan con otros machos de colugo.

Los colugos tienen otra serie de adaptaciones que les permiten realizar toda su actividad al anochecer. Gracias a su vista privilegiada, proporcionada por unos enormes ojos algo saltones, pueden realizar sus actividades incluso en plena oscuridad. También disponen de un amplio repertorio de ultrasonidos que les habilita para comunicarse sin ser detectados.

Relación con las crías

Sin duda, las imágenes más tiernas que se pueden encontrar de este animal son aquellas en las que se ve a la madre envolviendo a su cría. Es otra de las utilidades del patagio. Los colugos suelen dar a luz una cría al año. Esta nace poco desarrollada y depende completamente de su madre durante los primeros seis meses de vida. 

Ese periodo de su existencia está cargado de emociones fuertes, ya que debe permanecer agarrada firmemente a su madre incluso durante los vuelos, que suelen ser frecuentes en la búsqueda de alimento. Los jóvenes colugos permanecerán cerca de su madre durante los tres primeros años de vida antes de independizarse totalmente. 

Seguramente este peculiar cuidado parental, unido a su mirada curiosa, les otorga un carácter enigmático. Sin embargo, sus hábitos nocturnos, su camuflaje y su preferencia por las grandes alturas los convierten en animales difíciles de estudiar y poco conocidos para la ciencia.

Recientemente la presidenta de la comisión europea, Úrsula von der Leyen, reclamó un compromiso para frenar la deforestación y proteger la biodiversidad del planeta. Este debe empezar por la protección de hábitats como las selvas de Borneo, hogar de miles de especies, como el colugo. No queremos que corran la misma suerte que sus parientes del Eoceno.

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