Mercedes, la centenaria que aprendió a hacer videollamadas por el coronavirus

Una anciana con las manos entrelazadas.
Una anciana con las manos entrelazadas.
Cristian Newman en Unsplash
Una anciana con las manos entrelazadas.

Los ancianos, especialmente aquellos con escasa red social, viven estos días angustiados y pendientes del teléfono y la televisión, siguiendo la emergencia sanitaria del coronavirus, y sin apenas contacto físico con otras personas, por su perfil de alto riesgo.

El director de los Amigos de los Mayores, Albert Quiles, entidad con más de 3.000 voluntarios (el 70 % mujeres) de acompañamiento a ancianos en Cataluña, Madrid, Aragón y Valencia, ha explicado que para proteger a las personas mayores están agudizando el ingenio y cambiando las visitas presenciales por llamadas.

"Es difícil para nosotros porque nuestra razón de ser es dar besos y abrazos y acompañar y dar afecto físicamente", ha explicado Quiles, que pide a los medios de comunicación responsabilidad y rigor en las informaciones, y especialmente a las televisiones, principal canal de información de las personas mayores.

Las dificultades para acceder a internet de la mayoría de ancianos que acompañan, de una media de entre 85 y 90 años, deja a expensas de las imágenes a menudo alarmistas de la televisión a estas personas, que no tienen vías de escape en Netflix o las redes sociales para llenar el tiempo, como los más jóvenes.

Además de hacer acompañamiento "emocional" por vía telefónica, también se encargan de llamar por ellos a teléfonos como el 061, con esperas de más de una hora y tranquilizarles sobre que no hay ningún desabastecimiento de alimentos por el que preocuparse, como ven en la tele.

Igualmente también gestionan por ellos los cambios en las visitas médicas que han quedado pospuestas por el coronavirus y están contactando con las autoridades locales para asegurarse que las personas mayores con nula red social ni familiar sigan recibiendo algún tipo de asistencia.

Los voluntarios viven con frustración no poder acudir a tranquilizar en persona a los mayores, para los que son personas de confianza.

Pese a todo, la excepcionalidad ha agudizado los sentidos de algunos y esta semana Mercedes, una barcelonesa de 100 años nacida en Córdoba, ha aprendido a comunicarse mediante videollamada con su voluntaria, Ariadna, profesora de violín.

El "milagro" ha sido posible gracias a unas tabletas del programa "Vincles" del Ayuntamiento de Barcelona, que facilita ese tipo de interacciones para evitar el aislamiento.

"Mercedes es buenísima con la tablet, se le da fenomenal, se mete en Google y busca vídeos de su pueblo natal, Lucena", cuenta sobre la mujer, a la que visita desde hace un año y medio, y de la que destaca su fortaleza, su feminismo y su personalidad, siempre dispuesta a divertirse y a barrer a cualquiera al parchís.

Desde Amigos de los Mayores, su director explica que "el reto" que tienen ahora por delante es "aprender a dar afecto y a acompañar con las palabras, sin contacto físico", para proteger a sus ancianos, perfil de alto riesgo para el coronavirus.

Quiles hace un llamamiento a la responsabilidad, sobre todo de los jóvenes: "no se trata de ti, se trata de los otros".

Para el director de la entidad, la emergencia sanitaria por el COVID-19 es una encrucijada a la sociedad para que se decida "por el camino de la solidaridad o del individualismo" y una oportunidad generacional para estar a la altura con la gente mayor.

"Es una oportunidad para sacar lo mejor de nosotros como sociedad, fomentar las relaciones de proximidad y vecindad y las relaciones intergeneracionales. No solo ahora por la alerta, sino para siempre", ha añadido.

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