Teletrabajar en el parque o desde casa: realidades tras el brote del coronavirus

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Un grupo de padres nos habla de la complejidad de gestionar el teletrabajo con el cuidado de sus hijos. JORGE PARÍS / BIEITO ÁLVAREZ

La imagen era muy similar en los colegios de la región. Donde el martes todo eran ruidos, carreras sin freno y timbres, el miércoles reinaba un silencio casi absoluto, pues ayer entró en vigor la orden de la Comunidad de Madrid de cerrar las guarderías, los colegios y las universidades por el brote de coronavirus que sufre la región, que ya ha alcanzado el millar de casos.

Tan solo los profesores tuvieron que acudir a los centros, aunque muchos de ellos no tendrán que hacerlo hoy. Pese a que la Consejería de Educación, dirigida por Enrique Ossorio (PP), no ha marcado nada al respecto, sí ha sugerido que debe facilitarse el teletrabajo de los docentes. De esta forma va a intentar trabajar, por ejemplo, el marido de Marta, una mujer de 42 años que jugaba con su hijo en el Parque del Calero, en el distrito de Ciudad Lineal, en torno a las 12 del mediodía de ayer.

Su empresa no le ha puesto problemas para que trabaje desde su domicilio, pero la alta fiebre de una de sus dos hijas, que imposibilitó la opción de dejarla con alguno de los abuelos (población de riesgo), provocó que tuviera que cortar su jornada para bajarlas al parque mientras su marido trabajaba. «Esta tarde echaré horas, pero ahora no tengo más remedio que estar aquí», aseguraba resignada en una conversación con 20minutos.

Junto a ella también estaba Ana, de 38 años. Administrativa en una empresa de teleformación, contaba que, pese a estar acostumbrada a trabajar desde casa, el hecho de tener que ocuparse de sus dos niños afecta a su productividad. «No tengo problema con teletrabajar, pero no es lo mismo hacerlo en condiciones normales que hacerlo con dos niños que tienes que atender y entretener», aseguraba. Así pues, declaraba que, en su caso, se dividirá el cuidado de sus niños, de tres y cuatro años, con su pareja, por lo que no hará falta que sus padres les ayuden.

La falta de ese comodín, sin embargo, sí es un problema real para muchas otras familias. Eso es, al menos, lo que opinaba Inmaculada, de 68 años, también presente ayer en el parque. Jubilada, se encarga de su nieta desde este miércoles, aunque contaba que se turnará con su hijo y con su nuera. Ambos trabajadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), le habían trasladado minutos atrás esa intención de repartirse los cuidados «por responsabilidad».

Salvador Soler nos cuenta su experiencia a la hora de teletrabajar.

Más fácil lo tuvo ayer Salvador, de 37 años y sin hijos, que teletrabajó desde su salón. Acompañado de un té, tecleaba el portátil mientras explicaba a este diario su proceder que, explicó, no es nuevo.

La empresa del sector científico en la que lleva el marketing «ha sido siempre flexible» con el teletrabajo. Es más, las personas que trabajan en su sede de Madrid suelen tener la opción de hacerlo desde sus domicilios. «Y los de Barcelona lo hacen habitualmente, pero no por el coronavirus, sino por la política empresarial», aseguraba.

En este sentido, contaba que él no se tuvo que poner de acuerdo con sus compañeros de departamento nada más que para reunirse, algo que harán de forma remota. «Mi día a día consiste en tener reuniones con proveedores o compañeros, preparar presentaciones o mandar correos electrónicos y todo ello me lo organizo yo, ya que no han marcado un ritmo concreto», explicaba a la vez que insistía en que la productividad «no baja».

En eso, además, es en lo que se basaba para defender su opinión: «El coronavirus va a cambiar el modelo de trabajo». A su parecer, que las empresas se hayan visto obligadas a facilitar la conciliación y el teletrabajo puede convertirse en algo definitivo, aunque ahora sea temporal. «Vamos a empezar a ver que muchas cosas que hacemos en la oficina las podemos hacer en casa», concluyó.

Eso sí, de producirse ese cambio, tardará en llegar. Antes del brote del virus, tan solo el 7,9% de los trabajadores, según Adecco, practicaban el teletrabajo. Y muchos aún siguen haciéndolo pese a las recomendaciones de las autoridades. Es el caso de Vanesa, una chica que trabaja en una agencia de publicidad que todavía se resiste a imponer el teletrabajo.

Las que lo han hecho, eso sí, han tenido que planificarlo muy bien. O eso al menos decía creer Carolina. Ayer también fue el primer día de teletrabajo en su empresa, un organismo público de la Comunidad de Madrid cuyos jefes estuvieron todo el martes diseñando la estrategia. También se reunieron con los trabajadores el mismo martes. «Después de tomar la decisión, nos reunieron para establecer los procesos y ver cómo íbamos a operar los próximos 15 días». Y, de momento, funciona: «Estamos a tope con Whatsapp, Skype y otras aplicaciones que organizan las tareas; el único pero es que al no estar en la oficina, es posible que tardes más al resolver algún problema, pero somos igual de productivos trabajando».

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