'El segundo sexo': El atemporal legado de Simone de Beauvoir para el feminismo

Jean-Paul Sartre, Simone De Beauvoir, Nikita Sergeevic Kruscev y Giancarlo Vigorelli.
Jean-Paul Sartre, Simone De Beauvoir, Nikita Sergeevic Kruscev y Giancarlo Vigorelli.
GTRES
Jean-Paul Sartre, Simone De Beauvoir, Nikita Sergeevic Kruscev y Giancarlo Vigorelli.

¿Es la anatomía de las mujeres la que determina la posición que ocupamos en el mundo? ¿Estamos subordinadas al varón por nuestros atributos biológicos? La respuesta para Simone de Beauvoir, autora de El segundo sexo (1949), fue contundente: no. Suya es la famosa frase "no se nace mujer, se llega a serlo". 

En otras palabras, la falta de independencia, la desigualdad y la opresión que viven las mujeres no son hechos naturales, sino el resultado de una construcción cultural. Para la escritora francesa, te conviertes en mujer como consecuencia de un proceso educativo mediante el que aprendes a renunciar a tu libertad para servir a los intereses masculinos.

Cuando se publicó El segundo sexo, hace ahora 70 años, la tesis de Simone de Beauvoir supuso una auténtica revelación, pues nombraba problemas que todavía no se habían expresado en palabras. Fue tal el éxito, que pronto se convirtió en obra de culto -en Europa y en EE UU, donde vendió más de una millón de ejemplares-. A través de ella seguimos interpretando nuestra sociedad y entendemos la desigualdad que todavía viven las mujeres.

"Este mundo siempre ha pertenecido a los hombres", afirmaba la autora. ¿De qué herramientas se vale la sociedad patriarcal para asegurar esa sumisión de la que habla? La educación, sin duda, es una de los más poderosas.

EL DEVENIR "mujer" en Simone de Beauvoir (Dos bigotes)

  • En este ensayo, Silvia López profundiza en nociones fundamentales de la obra El segundo sexo (1949), de Simone de Beauvoir, como la inmanencia, la reciprocidad o la alteridad.

Estudiando las distintas fases de la vida de las mujeres, la escritora detectó y analizó los hitos que marcan su posición social. Desde la niñez hasta la vejez, las mujeres aprenden a cumplir el rol que la sociedad patriarcal les asigna. Un papel dócil, resignado y pasivo, aprendido a fuego con cada uno de los principales acontecimientos que vive su cuerpo: la llegada de la menstruación, las primeras relaciones sexuales, la maternidad o la menopausia, entre otros. 

Hechos físicos que han servido para justificar esa debilidad asociada a las mujeres, legitimar su discriminación y convertirla en objeto pasivo del hombre. Para expresarlo, De Beauvoir se refiere a la alteridad, término que hace referencia a la no-esencia de la mujer, frente a la esencia del hombre, el ser humano por excelencia. Toda una construcción ideológica que sienta las bases sobre las que se apoya el determinismo biológico.

Lo femenino, un producto cultural

El segundo sexo decodifica los mitos sobre la reproducción y la construcción de lo femenino como producto cultural. La división de tareas, los trabajos domésticos y los cuidados no corresponden a la mujer de manera natural, sino que le han sido asignados con el objetivo de perpetuar las estructuras de dominio diseñadas por los varones.

Según la autora, para cumplir con ese destino la mujer renuncia a su yo, a su voz, a su vocación, y se dedica a su misión principal: el mantenimiento de la armonía en el hogar y en la familia. La entrega al esposo, los hijos y la comunidad, refleja Beauvoir, hacen que la vida de la mujer sea significativa. 

A diferencia del hombre, quien sale al mundo, se enfrenta a nuevos retos y trasciende, la mujer no estaría capacitada para transformar la realidad. Por ese motivo, su labor, repetitiva e inmanente, queda limitada a un espacio cerrado, despojada de toda decisión y sin libertad de movimiento, recalca.

Esta división política ha relegado históricamente a las mujeres al ámbito privado y, como consecuencia, ha promovido su invisibilidad en la vida política. Ahora, y pesar de la incorporación de la mujer al mercado laboral, asuntos como la brecha salarial o el techo de cristal siguen perpetuando la desigualdad.

A pesar de que los cambios vividos en los últimos 70 años pueden hacernos pensar que las diferencias se han eliminado, los mecanismos estructurales persisten. De Beauvoir señala la participación en la vida pública y la independencia económica como claves para la liberación de las mujeres.

Asimismo, la autora apunta hacia la responsabilidad del Estado como facilitador de la conciliación entre el trabajo remunerado, la maternidad y los cuidados. Eliminar la violencia sexual, sin duda, es una de las tareas prioritarias de nuestra sociedad.

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