La huella que Miguel de Cervantes dejó en Castilla-La Mancha a través del Quijote hace difícil disociar hoy la figura del más universal de nuestros escritores de las tierras que protagonizan su obra cumbre. A pesar de los múltiples viajes y traslados que encontramos en su biografía, ninguna de las tierras que visitó o en las que habitó influyó tanto en su obra; especialmente en el Quijote, donde protagoniza el propio título, el nombre por el que se conoce al personaje principal y el comienzo de la obra.

El primer hito en la relación entre Castilla-La Mancha y Cervantes lo encontramos en la población toledana de Esquivias, a la que el autor llegó con el objetivo de ayudar a la viuda de un poeta amigo en la publicación de un cancionero póstumo. Allí, el 12 de diciembre de 1584, se casó con Catalina de Salazar, en la iglesia parroquial en la que aún hoy se conserva el libro de matrimonios que lo acredita.

En Esquivias, la pareja habitó en una típica mansión de labradores acomodados del siglo xvi, que en la actualidad se ha convertido en la imponente Casa Museo Miguel de Cervantes. El inmueble perteneció, tal como reza el escudo de su fachada principal, a un pariente de Catalina: el hidalgo don Alonso Quijada de Salazar, en quien gran número de biógrafos cervantinos, entre ellos Luis Astrana Marín, consideran que se inspiró Cervantes para la creación del personaje de don Quijote.

"Sin Esquivias no hubiera existido el Quijote", afirma sin ambages el prestigioso autor de la obra Vida ejemplar y heroica de Cervantes. Pero no es menos cierto que el periplo del autor por tierras castellanomanchegas le llevaría por multitud de pueblos, en los que fue conociendo las particularidades de su gente, sus costumbres y su cultura.

Sus viajes a Toledo debieron ser constantes, tanto por su cercanía respecto a Esquivias como por el hecho de que en esos tiempos ya era una de las principales ciudades de nuestro país. Conocía perfectamente el lugar, y quizás por ello quedó reflejado en muchas de sus creaciones, como La ilustre fregona. El rastro de Cervantes se deja ver por toda la ciudad, e incluso se puede visitar en el Museo de Santa Cruz el gran pendón de la batalla de Lepanto, en la que el escritor resultó herido.

En el municipio toledano de El Toboso se puede visitar el Museo Casa de Dulcinea, en homenaje a la dama imaginaria de la que estaba enamorado el "Caballero de la Triste Figura" y a la que dedicaba sus gestas.

Continuamos nuestro recorrido por la Mancha cervantina fijando la atención en uno de los símbolos del Quijote: sus molinos de viento. Especialmente significativo es el del Tío Genaro en Madridejos, por conservar intacta su estructura y maquinaria; pero una visita por los términos de Tembleque, Campo de Criptana, Alcázar de San Juan, Consuegra o Mota del Cuervo nos puede retrotraer a los paisajes de molinos de la época.

En Argamasilla de Alba se puede visitar tanto la Casa de Medrano, donde el autor permaneció preso, como la del bachiller Sansón Carrasco, personaje que, junto al barbero y al cura, intentó sacar de su locura al hidalgo manchego.

Otro paraje quijotesco se alza en el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera, punto de referencia medioambiental y turístico manchego ("[...] sabiendo e inquiriendo asimismo el nacimiento y verdaderos manantiales de las siete lagunas llamadas comúnmente de Ruidera").

Sin dejar la provincia de Ciudad Real, nos adentramos en los campos de Montiel, hasta cinco veces mencionados explícitamente en el Quijote, y Villanueva de los Infantes, municipio en el que no pocos sitúan la patria de Alonso Quijano.

No es de extrañar, considerando el peso castellano en la obra cumbre del genio, que la Junta de Castilla-La Mancha haya programado para este 2016 un sinfín de actividades conmemorativas con motivo del iv centenario de la muerte de Cervantes, entre las que se incluyen exposiciones, espectáculos teatrales y de danza, actividades académicas y de divulgación, eventos musicales y otras acciones como certámenes gastronómicos y de promoción del turismo.