La difícil vida del Cervantes recaudador en Andalucía, donde el escritor regresó a la cárcel

Obra de de Mariano de la Roca y Delgado (1858).
Obra de de Mariano de la Roca y Delgado (1858).
© José Manuel Lucía Megías: 'La juventud de Cervantes', EDAF (2016)
Obra de de Mariano de la Roca y Delgado (1858).

El carácter errante de la niñez y juventud de Miguel de Cervantes debió acercarle a tierras andaluzas en diferentes ocasiones; máxime teniendo en cuenta el origen cordobés de su familia, a través de su abuelo paterno.

Lo que parece claro es que su etapa más prolongada en Andalucía comenzó en 1587, cuando a los 40 años se instala en el Reino de Sevilla para ejercer como "comisario real de abastos", recogiendo provisiones –fundamentalmente trigo, cebada y aceite- para la Armada Invencible y las flotas de las Indias.

Asistimos pues a una época crucial en la vida del autor, tanto a nivel personal como en su relación con las letras. Francisco Márquez Villanueva afirma que "llega en una virtual renuncia a las Letras y (...) sale trece o catorce años después en condiciones de escribir el Quijote".

Casi siempre acompañado por el maestro bizcochero Juan Sáenz de la Torre, su actividad recaudatoria le conduce por los pueblos sevillanos de Paradas (1588), Carmona (1588 y 1590), Utrera (1592), Arahal (1592) y Marchena (1588, 1590 y 1592). Además, documentos inéditos hallados el pasado año por José Cabello Núñez prueban que también visitó en Osuna, Morón y Villamartín (Cádiz).

Su periplo por el sur de España, sin embargo, no fue fácil. Fue acusado de venta ilegal de trigo y encarcelado por ello en Écija (Sevilla) y Castro del Río (Córdoba), donde hay quien afirma que empezó a dar forma a la historia de don Quijote; aunque otros aseguran que fue posteriormente en los meses en que permaneció en la Cárcel Real de Sevilla, junto a la calle que hoy recibe el nombre de "entrecárceles".

La proyección andaluza en la obra cervantina se manifiesta especialmente en sus Novelas Ejemplares. En cuanto al Quijote, encontramos en el capítulo 41 de su primera parte, durante la narración del desembarco de Ruy Pérez de Viedma en las costas de Málaga, la exclamación de una de las personas que le acompañan:

"¡Gracias sean dadas a Dios, señores, que a tan buena nos ha conducido! Porque, si yo no me engaño, la tierra que pisamos es la de Vélez-Málaga". En esta población encontramos hoy día el Museo Cervantes, levantado sobre una antigua posada en la que según la tradición popular se alojó el autor en 1594, un edificio municipal dedicado a fines culturales.

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